La tarde termina con tres cuerpos que flotan a la vera del río. Es verano y en el complejo donde Irene es encargada sobran turistas ajetreados y deseosos de olvidarse de sí mismos. Dirá, para convencerse, que esa madrugada: “(…) un abarrote de pájaros llenaba el aire”. Pero soltar todo y abandonarse a la música de la naturaleza es insuficiente para borrar el registro que la violencia deja en la memoria; sigiloso como un animal al acecho. Con los tres cuerpos que trae la correntada, veinte años en cualquier dirección están siempre a un paso de caer, otra vez, en la propia imagen reflejada en un espejo roto.
En esta novela de Laura Rossi el paisaje es un actor más dentro de la trama y el único impasible al paso del tiempo. Quien lleva y trae es el río. Casi podemos tocar el agua que revuelve la tierra y las almas; partícipe imprescindible -en todas sus formas- para que esta historia tenga lugar. O imaginar cómo el sol lacerante del verano tuerce voluntades y hace brotar humores fétidos a fruta podrida.
Como sucede en el bucólico imaginario de los pueblos turísticos, todo va a acontecer en una aparente calma; en la continuidad de las vidas impedidas de alterar el ritmo pausado pero constante de una naturaleza que se sospecha capaz de devorar todo de un momento a otro. Así avanzan mirando hacia atrás -como lo hace Irene- los otros protagonistas de la novela: Suárez, el comisario y segunda voz del libro; y Aguirre, el dueño del complejo. Residuos de viejos rencores, formas inagotables de la ignorancia o la estupidez, serán la línea que van a seguir sus pasos.
El lector va a percibir en el lento movimiento del agua, cómo cada hilo ocupa su lugar dentro del tejido; cómo se caen las máscaras de esas vidas mínimas frente a una tierra que todo lo da con la misma naturalidad que lo quita. La existencia, entonces, puede ser intolerable para la mente lábil si nada rompe su horizontalidad incesante.
Esta novela nos muestra un perfil incómodo de lo humano, ese que solo puede conocer el hombre que ha perdido toda inocencia y se sabe impotente ante a la muerte. Igual que el sol acompaña la llegada del día, vamos a verlo dibujarse como si del destino se tratara; como si no hubiera una sola gota de agua que no estuviera donde debe estar en el momento preciso.
Rossi nació en Buenos Aires en 1980. Es Licenciada en Letras (UBA). Vive en Rosario desde 2009. Es escritora, editora y docente. Fue finalista del Premio Clarín Novela en 2011, 2012, 2015 y 2017. En 2013, ganó el 1° premio en el Concurso de Narrativa organizado por Río Ancho Ediciones con la novela Llegaría el silencio (2014). Además ha publicado las novelas: Baldías (Erizo, 2013: Brumana, 2020), Los bordes del cielo (Editorial Biblioteca, 2017), Ningún árbol sobre la tierra (Brumana, 2023); los libros de relatos: Los Tunos, los Tarkos y los Tercos (Libros Silvestres, 2017), No me verás volver (Brumana, 2021) y el poemario Casi todo es ruido (Editorial Biblioteca, 2023). Ha participado de “La Chicago Argentina” (Rosario), en Encuentro Internacional de Literatura Negra y Policial “Córdoba Mata” y en el Congreso Azabache (Mar del Plata). Ha ganado, en 2017, 2019, 2021 y 2022 becas a la creación del Fondo Nacional de las Artes. Textos suyos han sido publicados en revistas, diarios y antologías. Desde 2020, dirige, junto con Carolina Musa, Brumana Editora.