“Cantar atraviesa mi vida”, dice Vanesa Chirkes con la certeza de una emoción profunda que se eleva con suavidad de la garganta hacia sus pupilas. La niña que jugaba a imitar a la estadounidense Karen Carpenter, la cantante y maestra de canto que este domingo en Bar de Fondo regresa a los escenarios con Estampas de Latinoamérica, acompañada por el guitarrista Pablo Zapata y Diego Cueto en percusión, ha recorrido un largo camino. En esta travesía hubo una pausa y una gran amenaza. En plena pandemia puso el cuerpo para pelear contra un cáncer de mama que logró superar.

El último recital de Chirkes fue en 2019. Por eso siente “mucha alegría” de volver con Estampas de Latinoamérica, que tendrá una segunda función en Clásica y Moderna el viernes 18 de octubre a las 21 horas, con un repertorio de canciones entre las que se destacan “El salar”, de Raúl Carnota; “Coplas al agua”, de Juan Quintero; “Madera de deriva”, de Jorge Drexler; “Quién va a cantar”, de Rubén Rada y “María Landó”, de Chabuca Granda, entre otras. Hace muchos años que se dedica a dar clases de canto, un trabajo que le hace “muy bien” al alma, especialmente cuando los alumnos progresan y encuentran sus voces. “Siempre me costó tener un tiempo para lo mío, hacerme un lugar, sobre todo siendo mamá. Esta vez tuve la necesidad de volver a cantar. En 2020 me diagnosticaron cáncer de mama, a principios del 2021 me hicieron quimioterapia, a mitad del 2021 me operaron, hice también un tratamiento de radioterapia, y después tuve una medicación oral durante un año”, resume la cantante con un tono sereno, como si exhalara los miedos y las tristezas en la enumeración de cada etapa de ese combate, y agrega que ahora sólo tiene chequeos cada seis meses.

“Yo me ponía a cantar y lloraba, me emocionaba demasiado, no podía cantar ante el público, estaba demasiado vulnerable, muy en carne viva”, recuerda lo que le pasó durante la convalecencia. Este año esa fragilidad emocional se cicatrizó cuando se contactó con Pablo Zapata porque necesitaba un guitarrista para sus alumnos. “Una vez al mes hago unas tertulias musicales en casa con mis alumnos y nos acompaña un guitarrista. Entonces ya tenía claro que quería volver a cantar en público y empezamos a trabajar”, cuenta Chirkes que sin prisa, con esa extraña calma que se apodera del ritmo de la existencia después de la tormenta del cáncer, fue probando y midiéndose con los temas. “Cada canción que elegí tiene que ver con cosas de mi vida, con cosas que sueño, con cosas que me pasaron, con deseos, con esperanzas, con cosas que me hacen mal o que me dan pena, que me angustian. Hay algunas canciones que tienen que ver con la lucha de las mujeres”, comenta y revela que incluyó el fado “Ai vida”, que escuchó por primera vez en el período en que vivió en Barcelona, de 2002 a 2007. Entonces daba clases de música y canto para chicos de tres a seis años en catalán y cuando podía se hacía escapadas a ciudades más o menos cercanas como Lisboa.

Si el agua hablara o cantara, lo haría a la manera de Chirkes, con una dulzura cristalina, como olas mansas que pueden romper con intensidad. Su primera maestra de canto fue Edith Margulis; con ella inició el itinerario de ir encontrando su propia voz. Al principio imitaba a Silvina Garré, “esa voz dulce, celestial, tan afinada”, luego coleccionó los discos de Barbra Streisand hasta que empezó a escuchar canciones con “más fuerza”, donde la percusión estaba muy presente. Y llegó al folclore argentino con chacareras, zambas y cuecas. “A Mercedes Sosa la escuché mucho; todo lo que ella dice con su voz me impresiona”, confiesa la cantante y destaca también las voces de Laura Albarracín y Ligia Piro.

“Siempre escuché música que me llegara al corazón”, reconoce Chirkes. “Lo que me llega al corazón lo escucho y a veces lo paso por mi cuerpo y va. Pero a veces lo paso por mi cuerpo y no va. Una cosa es lo que uno escucha y otra cosa es lo que uno puede cantar. A esta altura del partido, tengo 52 años, es como si dijera no canto por cantar, canto porque hay algo de esos temas que tienen que ver conmigo; están dichos desde mi ser más profundo”.  Antes de rumbear hacia el ensayo, la cantante sonríe y concluye: “Volver a cantar me da mucha felicidad”.  

*Estampas de Latinoámerica en el Bar de Fondo (Julián Álvarez 1200), este domingo a las 15 horas. Y el viernes 18 de octubre a las 21 horas en Clásica y Moderna (Callao 892).