Desde que La Máquina de Hacer Pájaros se despidió, durante el apoteósico Festival del Amor de noviembre de 1977 en el Luna Park, sus temas se han tocado poco y nada. José Luis Fernández, el bajista, apenas volvió sobre algunos de ellos en diversos medley que recreaba en sus shows como solista, pero no más. Adquiere relieve extra, pues, que aquellos clásicos del rock argentino del segundo lustro de la década del setenta, vuelvan a sonar –casi- como Dios manda. Será este sábado 14 de setiembre a las 20, en el ND Teatro (Paraguay 918) con el mismo Fernández como protagonista.
“Jamás chapeé con La Máquina. Ni yo ni nadie, porque este material muy pocas veces se tocó después de que se separó el grupo”, aclara JLF ante Página/12, en la previa del show que volverá sobre el glorioso pasado, acompañado de una banda llamada FMSV, por las iniciales de los apellidos de sus integrantes: él mismo Fernández en guitarra –no en bajo-; el baterista Juanito Moro, hijo de Oscar; Guido Spina en teclados y voz, y Yani Matías Vega en bajo. “Pero ahora me pareció buena idea volver sobre los temas de La Máquina en esta época, en la que hay toda una música nueva, diferente, y creo que hay mucha gente que quiere escucharla. Pero, ojo, de ningún modo pretendemos ser La Máquina de Hacer Pájaros. Solo tocar sus temas”, insiste el músico.
La idea matriz del cuarteto –más el tecladista Demián Sielecki como invitado- es volver a poner en valor no solo las quince piezas que la histórica banda grabó en sus dos discos (el epónimo y Películas), sino también alguna que otra perlita inédita que no llegó a entrar en ninguno de ambos. Una es “Ella es bailarina”, que Charly García, Moro, Gustavo Bazterrica –o Alejandro Cavoti, su reemplazante desde agosto del '77-, Carlos Cutaia y JLF solían tocar en las presentaciones de Películas. “Es un rocanrol medio punk, al punto que hacíamos como una especie de pantomima de grupo punk. Anunciábamos que iba a tocar una banda de esa onda, pero éramos nosotros mismos disfrazados. Lo cómico es que la gente al principio no se daba cuenta, porque incluso nos hacíamos llamar Giovanni y los de Plástico”, evoca el bajista-guitarrista, posado en el tema que García versionaría años después. Y en el nombre que éste reflotaría en 1984, para denominar a su nuevo grupo (Guyot-Iturri-Toth), más Fito Páez, en un show en La Esquina del Sol.
Los orígenes de FMSV se remontan a los días de pandemia, cuando sus integrantes se juntaban a tocar para matar la abulia imperante. Tras la apertura, el grupo se consolidó. Aparecieron temas propios -“El secreto de Ramé”, un instrumental tipo Máquina; o “La dosis final”, tema de JLF-, y también shows en Rosario, Córdoba, Mendoza y Buenos Aires. “Un día estábamos en el ensayo, tocamos un tema de La Máquina, no recuerdo cuál, y nos encantó cómo sonó. Ahí los pibes se volvieron locos, me empezaron a pedir hacer temas de la banda, y al final me convencieron. Surgió así, naturalmente, y la verdad es que está bien, porque Juanito toca muy parecido a su padre, tiene el mismo estilo; y tanto Guido como Matías son muy fanas de La Máquina. Tienen incorporado el sonido, la química y los temas del grupo, y ya lo demostraron en dos shows a sala llena en Lucille, donde, además de tipos grandes, nos vinieron a ver chicos que aún no habían nacido cuando la banda se separó”.
-Muchos años, muchos cambios. Incluso estás tocando guitarra en vez de bajo, como en tus momentos pre Máquina. ¿Te amoldaste bien?
-Sí, sí, aunque no deja de ser un desafío, claro. Todos los temas de La Máquina nos resultaron complicados, porque es una música difícil de tocar. Pero es hermoso volver sobre ellos… “Te vi entre las luces”, “Películas”, “La ruta perdedora” –compuesta por él y García- sobre todo, marcan el paisaje general de la banda. En fin, la idea es tratar de tocar esas músicas de la forma más realista y pura posible.
-Hablabas de una vigencia que, sin dudas, La Máquina de Hacer Pájaros conserva, dada su originalidad. ¿En qué otros elementos creés que se asienta su trascendencia en el tiempo?
-La vigencia creo que existe porque en su momento fue un grupo experimental. Charly venía de hacer Sui Generis, donde ya había hecho un montón de hits, y entonces podía tirarse a la pileta para hacer una música más sinfónica, más elaborada, sin pensar tanto en la difusión, en la pegada popular, digamos. Entonces pasó que los cinco entramos como en un laboratorio, que al final resultó maravilloso.
Fernández tiene 65 años. Además de su estadía completa en La Máquina, estuvo en el origen de Crucis, banda de la que se fue cuando aún se llamaba Consiguiendo Vida, para integrarse justamente a La Máquina, breve intervención en PorSuiGieco mediante. También fue parte de los prolegómenos de Serú Girán. Grabó en Música del Alma, precedente directo de la banda, pero luego desistió y viajó a Estados Unidos, donde se plegó a una versión yanqui de Crucis, rebautizada Contraband, junto a Pino Marrone y Aníbal Kerpel.
Como solista, JLF ha publicado tres discos. Uno antes de su viaje a España (Mira hacia el futuro, en 1982); y dos tras su regreso: Primordiales (2006) y Cool, siete años después. “Mi carrera solista no es muy prolífica que digamos, porque no soy un músico que haya asumido esto. Es más, los discos que hice de esa manera, los hice en huecos, entre que se separaba una banda y se armaba otra, o para darme algunos gustos diferentes, en términos musicales, porque siempre estoy a la búsqueda de nuevas cosas”.
-O de asumir riesgos, como el actual…
-Un riesgo que tiene sentido, porque a quienes les gusta La Máquina, van a poder vibrar y sentir el feeling y la química que tenía el grupo. Creo que esta banda realmente es fiel a ese estilo de música, a ese feeling y a esa química.