Durante el siglo XXI, el cine argentino consiguió articular políticas que le permitieron crecer y destacarse por su calidad, hasta convertirse en uno de los más prolíficos y respetados no solo dentro de la región sino en el mundo. Sin embargo, el triunfo de Javier Milei y las características de la gestión cultural de su gobierno demostraron que esa fortaleza podía ser convertida fácilmente en una debilidad. Con el Instituto del Cine vaciado y en plena parálisis, el sector vive su peor momento quizá desde la recuperación de la democracia, en 1983. Sin dinero propio para producir que les permita acceder a los canales y fondos de financiamiento habituales, cineastas y productores se ven obligados a encontrar espacios en los que esta ayuda todavía es posible.

Esa es la función que cumplen algunos festivales que cuentan con espacios de mercado, destinados fomentar el cruce entre artistas y productores con el fin de cerrar acuerdos de coproducción. Uno de esos espacios es el Florianópolis Audiovisual Mercosur (FAM), que esta semana acaba de finalizar su 28° edición. Dentro de su marco no solo tuvieron lugar las habituales competencias de cortos y largos, en las que el festival intenta incluir y representar a todas las minorías posibles, sino que también se desarrolló el 8° Encuentro de Coproducción Mercosur (ECM). Esa búsqueda de un equilibrio entre exhibir y producir es, a fin de cuentas, una decisión de orden político que históricamente identifica al FAM.

“El FAM tiene una voluntad política muy grande en relación a, por un lado, la curaduría, pero además una gran consciencia acerca de la necesidad de cumplir con cuestiones como la paridad y la perspectiva de género, o en relación a incluir directores racializados y las miradas de colectivos LGBT+. Aspectos que también están presentes en la conformación de sus equipos de trabajo y de los jurados”, observa la cineasta Sofía Brihet, cuya película La hija de la azafata recibió una mención en la Competencia de Cortometrajes. “Eso también forma parte del modo en que el festival está organizado y de su compromiso por hacer que su programación sea accesible a la mayor cantidad de públicos posibles. No solo a partir de subtitulados descriptivos sino de la inclusión de lenguaje de señas o audiodescripción durante las proyecciones”, señala. Para ella, esos esfuerzos “sientan un precedente para que todas esas perspectivas se sigan desarrollando y que prime esa conciencia dentro de los presupuestos que rodean la ejecución de un festival de cine”.

Walter Tiepelmann, director de Industria del FIDBA.

Para la productora audiovisual Nathalia Videla Peña, responsable junto a Pablo Gugliotta de Magma Cine, los festivales como el FAM le permiten a la industria mantenerse al tanto de la aparición de talentos jóvenes. “Más que nunca hay que valorar la importancia de estos espacios”, porque resultan importantes tanto “para los chicos y chicas que recién empiezan”, como para que los que “vienen trabajando hace bastante puedan ponerse en contacto con esa nueva cinematografía y empezar a pensar en el cine que viene”. “Los que pertenecemos a generaciones previas contábamos con recursos propios que nos permitieron no tener la necesidad de participar de forma tan masiva de estos eventos como la tienen estos chicos, que recién empiezan pero no encuentran en su país los recursos fundamentales para empezar una carrera. Mercados y festivales como el FAM ayudan mucho en ese sentido”, concluye.

A partir de su larga experiencia como director de Industria del Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires (FIDBA), Walter Tiepelmann sabe bien que tanto el FAM como el ECM “son vitales para el cine argentino, dadas las actuales circunstancias”. “No sólo por la posibilidad de coproducir con otros países de la región sino porque sirve para compartir la experiencia reciente de los productores y realizadores de Brasil en los años de Bolsonaro, cuando también se paralizó la producción y se acusó a los cineastas de ser parte de un adoctrinamiento, se los persiguió y estigmatizó públicamente por crear films que abordaran la diversidad, la historia política o la actualidad del Brasil contemporáneo”, sostiene. “Una acción muy similar a la que pretenden instaurar los funcionarios actualmente a cargo de las instituciones de fomento del cine argentino”, compara. “El FAM fue una oportunidad para aprender acerca de cómo sobrevivió el cine de Brasil a esos años, y de las herramientas que buscaron para poder seguir filmando y produciendo”, reflexiona Tiepelmann.

Por su parte, para Rocío Domínguez, agente de ventas, adquisiciones y desarrollo de proyectos en la distribuidora Cinetren, confirma que el “FAM ofrece la posibilidad de crear nuevos lazos con productoras, plataformas y canales de televisión para generar posibles financiamientos”, en un contexto en el que “la producción audiovisual nacional atraviesa un panorama sombrío”. “El gobierno está desmantelando el INCAA, una decisión que eventualmente derivará en la desaparición de la producción nacional de cara al 2025”, explica. Por otro lado, Domínguez considera que el festival de Florianópolis resultó una experiencia productiva, en tanto permitió “discutir políticas para el desarrollo del sector en los países del Mercosur, con el objetivo de promover el desarrollo de audiencias, difundir nuevas obras y posibilitar el debate en la plataforma audiovisual”.

Rocío Domínguez, de Cinetren.

Entre las preocupaciones que distinguen al FAM se encuentra su preocupación por el impacto medioambiental provocado por la industria del cine. En ese orden, cuenta con la iniciativa EcoVison, un equipo enfocado en promover la industria audiovisual latinoamericana sostenible, tomado como espejo las mejores prácticas que ya se dan en Europa y Estados Unidos, adaptadas a la realidad de la región. “Acá hay que olvidarse de automóviles eléctricos y cosas por el estilo, que exigen en países desarrollados”, explica Gustavo Castro, uno de los dos argentinos que, junto con Alejandra Marano, directora del festival Construir Cine, forman parte del proyecto. “Pero hay otras iniciativas desarrolladas a través de GreenFilms, como el uso de la calculadora de huella de carbón, que podrían aplicarse en el contexto latinoamericano con buenos resultados”, agrega Castro, quien remarca que el proyecto se articula sobre los tres ejes de la sostenibilidad: ambiental, social y económico.

Desde su rol de cineasta, Brihet considera importante que el FAM le dedique tiempo y espacio al diálogo entre espectadores y artistas. “El festival cuenta con moderadores especializados y un tiempo extendido que hacen que el intercambio sea profundo, generando verdaderos debates”, señala. Y si bien esa libertad “a veces derivó en debates incómodos o con perspectivas disímiles, fue muy positivo que el diálogo nunca se cortara. En ese sentido, está bueno que los festivales no se limiten a ser un espacio de exhibición sino que se desarrollen y transformen pensándose políticamente. Es esa conciencia la que hace del FAM un lugar humano y valioso”, argumenta Brihet.

El FAM es un lugar de encuentro mediado por el cine, que nació como una actividad colectiva y siempre lo será”, sostiene Domíguez, quien junto con su colega Lucila Frank otorgaron dos premios de consultoría y asesoramiento en distribución en nombre de Cinetren, la distribuidora argentina liderada por Manuel García. Además, ella señala que las distintas ruedas de negocios posibilitaron “generar nuevos lazos entre productoras, plataformas y canales de televisión, en busca de crear futuras oportunidades de coproducción, distribución y desarrollo de contenidos, entre todos los países de América del Sur”.

“Lo que me parece particular del FAM es la voluntad de ofrecer una programación inclusiva, atenta a lo regional, las minorías, las mujeres y lo medioambiental”, agrega Videla Peña. “Es cierto que la regionalización trae un montón de desafíos, como resolver de qué forma asignás recursos en lugares que todavía no tienen la experiencia para usarlos del modo más eficiente. Pero esa es la mejor manera de empezar: aprender a hacer cine haciéndolo, mejorando a partir de la experiencia que eso aporta”, agrega. “Me parece que poner los recursos ahí donde es más necesario que lleguen las miradas es súper importante y eso el FAM lo hace muy bien”, concluye.

“El FAM, como espacio de reunión del cine hecho en el Mercosur, propone la idea de que no hay fronteras. O mejor, de que hay un cine ‘de frontera’ que trasvasa otras, entre el documental y la ficción, la diversidad de formatos y miradas, y la posibilidad de buscar los puntos en común en cuanto a narrativas y modos de producción”, reflexiona Tiepelmann. “Una propuesta que el FAM sostiene hace casi 30 años y que va más allá de los vaivenes de las políticas culturales de nuestros países. Hubo otros espacios que fueron pensados desde el oportunismo y que, obviamente, no pudieron sostenerse. En ese sentido, el FAM brinda una permanencia de un proyecto que se sustenta a lo largo de casi 30 años, lo cual es admirable en esta región del mundo, donde las propuestas aparecen y desaparecen de acuerdo a los funcionarios de turno”, agrega el director de Industria del FIDBA. “El cine como industria enfrenta cambios permanentes a nivel global. Si a eso le sumamos la inconsistencia de las políticas que lo sustentan en nuestra región, el FAM viene a ocupar un espacio de referencia, que todavía tiene mucho por crecer. Pero va por el buen camino para lograr que tengamos una industria regional y una audiencia que sienta como propias las obras de nuestros creadores, que son el vehículo de nuestra identidad como región”.

Nathalia Videla Peña, responsable de Magma Cine.


Cine misionero

Historia de trabajo conjunto

Uno de los momentos destacados para el cine argentino dentro de la programación del 28° Florianópolis Audiovisual Mercosur (FAM) fue la presentación en carácter de estreno mundial del largometraje Por tu bien, ópera prima del director misionero Axel Monsú. Un detalle que expone el vínculo regional que el festival establece con la provincia de Misiones, con la que los estados del sur de Brasil comparten una enorme cantidad de lazos culturales. Juan Ferreira, productor de la película a través de la Cooperativa Productora de la Tierra, destaca la importancia del mismo.

“Los misioneros somos vecinos de Florianópolis, de Asunción, de Porto Alegre, y en el cine compartimos con ellos la historia de un trabajo en conjunto que ya tiene casi 15 años e incluye la creación de un polo de desarrollo”, comenta Ferreira. “En Misiones estamos lejos del centro de la producción nacional y eso nos obligó a hacer un camino propio, que se aceleró y reforzó a partir del gobierno de Milei. Tanto en Brasil como en Paraguay existe una conciencia de que todas las estructuras del cine argentino fueron desmanteladas y eso dio lugar a una solidaridad muy grande de parte de ellos, que pasaron por experiencias similares”, explica el productor”.

Para el cine misionero, el FAM es un espacio familiar. “Yo vine al primer encuentro de coproductores que se hizo acá hace ocho años y es impresionante lo que creció desde entonces”, dijo Ferreira. “Eso un poco tiene que ver con una política pública, porque el municipio siempre apoyó al festival, pero la continuidad es lo que garantiza el crecimiento. Y en eso fue fundamental la figura de Antonio Celso dos Santos, fundador del FAM, y ahora las de sus hijos Marilha y Tiagho, que le dieron continuidad a un legado de 28 años que cimentó ese crecimiento que hoy se ve tan claro”, continuó.

Ferreira destacó el peso que la construcción regional tuvo en el desarrollo del cine en Misiones, pero también el acompañamiento de políticas públicas que permitieron en 2015 la creación del Instituto de Artes Audiovisuales de Misiones (IAAVIM). “Es una herramienta que nos permitió ir haciendo girar esta rueda, que ahora está totalmente trabada. Pero gracias a esa construcción que venimos haciendo con nuestros países hermanos, Paraguay y Brasil, nuestros coproductores naturales, pudimos mantenerla andando”, dijo el productor.

Otro de los emprendimientos regionales impulsados con apoyo del IAAVIM es el Mercado entre Fronteras. “Se trata de un espacio regional e itinerante que ya se realizó en ciudades como Asunción o Gramado, y que este año tendrá su cuarta edición en Iguazú, del 18 al 20 de noviembre. Ese mercado convoca a proyectos de toda la región y está coorganizado junto a los institutos de cine de Paraguay y del estado brasileño de Rio Grande do Sul”, contó Ferreira.

A partir de estas herramientas, el cine consiguió afianzar su producción en Misiones, hasta convertirse en una de las más prolíficas del país. “Después de la creación del IAAVIM, antes de la pandemia se llegaron a rodar unas 10 películas por año en la provincia. Un volumen solo superado por la ciudad y la provincia de Buenos Aires, y por encima de otras más grandes como Córdoba, Santa Fe o Mendoza”, enumeró el productor. “En el medio nos agarró la covid-19 y ahora esto otro, la pandemia política, aunque es importante recordar que en los años previos ya se venía trastabillando bastante. Porque esta crisis del cine empezó antes, durante las gestiones previas que no supieron resolver problemas que hace rato estaban sobre la mesa. Tampoco nos hagamos los zonzos”.