Los únicos privilegiados
En 2014, la fotógrafa Jamie Jonhson se vinculó a la comunidad de nómadas irlandeses, un grupo de personas que viven entre Irlanda, Gran Bretaña y Estados Unidos. Son comparados a menudo con la etnia gitana o romaní, aunque viven incluso en mayor estado de marginación. Solían trabajar como jornaleros en el sector de la agricultura, pero este tipo de trabajos ha ido disminuyendo. Además, el gobierno irlandés viene ejerciendo una presión férrea desde fines de los años noventa para que acaten la ley de vivienda, obligándolos a asentarse de una buena vez. Los “travellers”, como se les conoce en inglés, representan menos del 0,5 por ciento de la población irlandesa, aunque no es posible encontrar la cifra exacta de miembros del colectivo (hay quien dice que son cuarenta mil, otros creen que son menos). Johnson rápidamente se rindió ante el encanto de los niños de una comunidad cerrada que, en principio, la miró con recelo. Sin embargo, ella se ganó su confianza, los acompañó en sus viajes y los fotografió durante casi diez años. De allí surgieron el libro Growing Up Travelling y una muestra de fotografías (itinerante, claro) que ahora se puede ver en The Leica Gallery, de Washington. Los pequeños travellers le dejaron en claro varias cosas desde el principio: “Nos gusta ser quienes somos”, “la familia es lo más importante”, “nos gusta más jugar entre nosotros que con la play”, “somos chicos con suerte porque tenemos ponys y vivimos en contacto con la naturaleza” y “adoramos la moda”. Esta forma de vivir y percibir el mundo queda clarísima en el modo en que estos niños y niñas se vinculan con las cámaras, a tal punto que Johnson le terminó prestando sus equipos para que ellos mismos también hicieran imágenes. La fotógrafa, oriunda de Los Ángeles, escribió en su libro: “Tienen grandes esperanzas y luchan de modo constante contra el racismo y los estereotipos que les han impuesto durante siglos. Un niño es una parte preciosa del mundo que debe ser amado, aceptado y alentado sin importar dónde o cómo viva”.
La ola justiciera
Mientras en nuestro país nos viene tapando el agua en medio de una crisis económica cada vez más alarmante, en Japón han hecho algo bastante más inteligente: convertir el caos en moneda. Sucede que el nuevo billete de mil yenes está ilustrado por “La gran ola de Kanawa”, la obra más popular de Katushika Hokusai. Este grabado fue parte de la serie Las 36 vistas del Monte Fuji, publicada entre 1830 y 1833, cuando el artista japonés tenía 70 años. Es por eso que para celebrar la decisión del gobierno, en Tokio se abrió una muestra que recupera la historia de esta ola que se eleva sobre el horizonte como una garra, con el monte detrás y unas pequeñas embarcaciones que buscan darle batalla al mar embravecido. El precio más alto pagado fue de casi tres millones de dólares a comienzo de año en una subasta de Christie’s en Nueva York. Sin embargo, desde su aparición, miles de impresiones comenzaron a dispersarse por el mundo, sin fecha ni numeración. El grabado llegó a Europa junto a otras obras japonesas del género ukiyo-e (estampa del mundo flotante) y adquiridas por artistas como Claude Monet o el compositor Claude Debussy. “Es curioso, y por supuesto honorífico, que se reconozca el valor de un grabado popular que se colgaba en la casa de los ciudadanos comunes”, observó Atsuko Okuda, comisaria de la muestra. Es que los japoneses saben que ni el arte ni la ciudadanía son enemigos, algo que aquí parece haber sido olvidado en medio del marasmo. Hasta que alguna ola se eleve y decida hacer justicia.
Te escucho
Ahora que las inteligencias artificiales están comenzando a ser promocionadas como nuevas y profilácticas terapeutas, Prada decidió que su campaña publicitaria de otoño tenga un toque más humano y vintage. Para eso, la firma de moda convocó a Miranda July para dar consejos sobre el amor y la vida a través de una línea telefónica. Hace un tiempo, Prada ya había auspiciado una retrospectiva de la escritora y cineasta y parece que el romance sigue con viento a favor. “Now That We’re Here” es el nombre de la nueva colección de la firma italiana. Y en las vallas publicitarias, junto a las fotografías de modelos, se anuncia el número gratuito que comenzará a funcionar en Londres, Nueva York, Los Ángeles, Milán y Bangkok. En una declaración pública, Prada dijo que la nueva línea directa “combina tecnología con gestos analógicos” y también: “Cada colección de Prada es una conversación, una interacción de opiniones y puntos de vista contrastantes”. En sintonía con la propuesta, July ha escrito y grabado varios guiones para esta suerte de hot line (tal como la describen algunos artículos periodísticos) donde la mayoría de los usuarios desean recibir consejos para vivir mejor. “Es como ciegos que guían a otros ciegos pero les aseguro que lo intento”, contó la performer y directora de Tú, yo y todo lo demás. Dependiendo de cómo se desarrolle la llamada, July ofrecerá conversaciones más convencionales o inesperadas. Eso sí: el asunto dura dos minutos. Como si todo se jugara en un solo cospel.
Vengo a proponerles un sueño
Un cuadro cuya autenticidad nunca pudo ser confirmada es de los más caros del mundo. ¿Por qué? Porque está rodeado de una historia que no hace más que acrecentar su interés. Y en épocas de posverdad, esto pareciera ser lo más importante. Se trata de Salvator Mundi, atribuido a Da Vinci: la obra fue comprada por menos de diez mil dólares en 2005 y vendida en 450 millones en 2017. En aquel primer momento, los dueños se la entregaron a la restauradora Dianne Dwyer Modestini, una autoridad en el estilo de Da Vinci. Este Cristo, sosteniendo en la mano izquierda una esfera transparente y bendiciendo con la mano derecha, era una marca registrada del artista florentino según su apreciación. Sin embargo, a pesar del dictamen de la especialista, no se pudo garantizar la autoría del cuadro. Sobre todo porque, a fines del siglo XV, los grandes creadores como Da Vinci eran propietarios de talleres en los cuales decenas de aprendices –algunos muy competentes– creaban obras que imitaban el estilo del maestro. Salvator Mundi despertó interés mundial y luego de la subasta en Nueva York, en 2017, no se supo qué pasó con ella. Hasta ahora, que la BBC lanzó un documental donde se afirma que su comprador fue el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman. De hecho, un académico de Princeton, Bernard Haykel, sugiere en el documental que el retrato descansa dentro de una bóveda en Ginebra. Salvator Mundi sería la joya de la corona de Visión Saudita 2030, una ambiciosa estrategia cultural del Príncipe Mohammed. Se trata de una suerte de Louvre en Arabia Saudita donde poco importa la raíz cristiana del cuadro en medio de un país cuya abrumadora mayoría abraza el Islam. Lo que está en juego es la posibilidad de ver “la Mona Lisa masculina”, como se la conoce popularmente. Antes de la venta, Francois de Poortere de Christie's, había reconocido que esta denominación ayudó mucho a llevar el valor de la obra por las nubes: “La gente está cautivada por este trabajo. Podrías comprarlo y simplemente construir un museo completo a su alrededor”. Mohammed ya sabía esto. Mientras tanto, hay en Nueva York un pequeño museo dedicado a Salvator Mundi, que acaba de reabrir sus puertas al calor del interés renovado por toda esta historia. No tiene el cuadro, en verdad pero tiene algo mejor: merchandising a montones y para todos los gustos. Total, lo importante es que esta imagen ya se transformó en remera, como el rostro del Che Guevara o de Tupac Shakur. También, claro, de la propia Mona Lisa.