Desde Berlín
Coalición o no coalición. Esa es la cuestión nacional que aparece implícita en casi todos los diarios alemanes desde hace varias semanas. A casi dos meses de las elecciones generales parlamentarias y aún cuando se ha estado especulado con una nueva votación, la reelecta canciller Angela Merkel asegura que la coalición es posible, pero todavía siguen las negociaciones.
Dos semanas atrás Merkel preveía el cierre para el jueves 16 de noviembre. Llegada la media noche de ese día, luego de una ardua jornada de trabajo de 15 horas, finalmente parecía haberse concluido el acuerdo. Incluso cuando estaba claro que los debates sobre los puntos de fricción entre las tres fuerzas políticas involucradas tendrían que seguir, los representantes de la llamada “coalición Jamaica” por los colores que los identifican (el negro de la gobernante democracia cristiana, el amarillo de los liberales y el verde de los ecologistas), los representantes se mostraban convencidos. Pero a la mañana del viernes, el clima volvió a enrarecerse al punto de esperar nuevas conversaciones exploratorias probablemente durante todo el fin de semana.
“Los frentes se han endurecido”, dijo a los medios de comunicación el vicepresidente de los liberales del FDP, Wolfgang Kubicki,quien señaló que hasta el momento, no se había establecido una relación de confianza suficiente entre las partes. “No somos nosotros quienes nos levantaremos”, aclaró Kubicki con respecto a su partido. Ahora se trata de romper estos endurecimientos.
La alianza electoral de partidos democristianos CDU-CSU ganó las elecciones federales el pasado 24 de septiembre pero lo hizo sin la mayoría suficiente para gobernar en solitario. Las leyes del sistema parlamentario alemán permiten de todas formas que una coalición entre las fuerzas más votadas pueda gobernar. Dado que el Partido Social Demócrata (SPD), el segundo en porcentaje, descartó cualquier tipo de alianza y se autoproclamó como fuerza opositora, Ángela Merkel empezó a negociar con los liberales (FDP) y los ecologistas (die Grünen). Si el partido de la canciller reelecta no logra formar gobierno con los liberales (FDP) y los Verdes, y tampoco los social demócratas como la segunda fuerza más votada alcanza una coalición, el recurso dentro de un sistema parlamentarista como es el alemán sería llamar a elecciones generales nuevamente. De no mediar un acuerdo sería el presidente alemán quien llame a elecciones y no tiene plazos para hacerlo. Por el momento las negociaciones continúan.
“Es como en la maratón: la última etapa es la más difícil”, resumió Alexander Dodrindt, representante de la Unión Cristiana Social (CSU), sobre el curso de las negociaciones. Desde que comenzaron las conversaciones exploratorias a mediados de octubre entre demócrata cristianos, liberales y verdes, más de una vez la canciller tuvo que declarar que estaba segura de que esta coalición sería posible. Después de todo, “las partes tienen la responsabilidad política de lograr un gobierno estable,” había declarado.
¿Pero por qué cuesta tanto ponerse de acuerdo? Alemania sigue oscilando entre izquierda, derecha y centro, y la coalición “jamaiquina” no es otra cosa más que un reflejo de la cosmovisión de sus ciudadanos. Así y todo, los primeros contactos a tres bandas se produjeron a principios de octubre y sirvieron, como explicó la jefa negociadora de Los Verdes, Katrin Goering-Eckardt, “para rebajar la tensión”. Pero luego el panorama se tornó bastante más tenso al punto de casi anunciar nuevas elecciones generales. Al menos así lo resaltaba en su discurso Christian Lindner (FDP) antes de la fase final, insistiendo en que para su partido “las creencias son más importantes que la participación del gobierno”.
Sin embargo con el correr de los encuentros su impronta se fue moviendo lo suficiente al igual que la de las otras partes para llegar a un diálogo productivo. “Deseamos un éxito y también hemos hecho nuestras contribuciones”, dijo el líder del partido liberal y posible ministro de finanzas horas antes de finalizar la segunda ronda.
En definitiva, a pesar de la especulación y las idas y vueltas, a lo largo de las negociaciones se fue tejiendo una ruta hacia un objetivo claro: lograr el consenso necesario para no decepcionar al electorado que votó una Alemania de coalición. Así, después de completar la segunda fase, algunos otros consentimientos entre las partes se fueron sumando. Por ejemplo, en referencia a la lucha contra el cambio climático, los liberales intentaron mostrar a los verdes que una política ambiental no tiene que significar automáticamente la expansión de la economía estatal, si se sigue un diseño inteligente. En líneas generales, se estuvo buscando una salida hasta en los temas más ríspidos como la reducción de energías no renovables, la remoción de ciertos impuestos y la política inmigratoria para que no sean obstáculos infranqueables, más allá de las “discusiones difíciles y agotadoras”, como describió el secretario general del FDP, Nicola Beer.
Sin embargo, como no hay consenso respecto a temas fundamentales como medidas de protección ambiental, políticas fiscales e inmigratorias, reformas en el sistema educativo, las partes no logran ponerse de acuerdo.
Lo cierto es que el espíritu de consenso sigue, pero hasta cuándo es la gran pregunta. Ya lo había anunciado hace dos semanas atrás en plena marea especulativa la reelecta canciller al comunicar la fecha límite de los sondeos: “el jueves 16 de noviembre queremos terminar con todo y aún hay mucho trabajo por hacer”. Dos días después de ese plazo, las negociaciones siguen. Uno de los integrantes claves del partido liberal demócrata alemán (FDP), Wolfgang Kubicki, respecto del largo proceso de negociación concluyó: “lo más importante es construir la confianza entre los participantes y eso requiere de tiempo”.