Después de siete años sin visitar Argentina, DIIV decidió volver con una nueva capa de chapa y pintura: la banda de Zachary Cole Smith acaba de publicar Frog in Boiling Water, un disco que, de manera irónica, intenta captar el espíritu de la época con un sonido noventoso.
Aunque el cuarteto de Brooklyn viene impulsando los sonidos y las distorsiones del dream pop y el shoegaze desde su primer álbum de estudio, Oshin (2012), los videos virales de TikTok y las playlists globales de Spotify hicieron su trabajo y movieron el nicho hacia el centro de la escena. Tanto víctimas como beneficiarios del sistema que critican en casi todas sus canciones, los miembros de DIIV encajaron bien en este nuevo circuito que revive tendencias de otros tiempos, cuando Kurt Cobain estaba vivo y My Bloody Valentine era el soundtrack de los chicos cool.
Durante una hora y media de la noche del jueves, DIIV desplegó toda su potencia en el escenario del C Art Media. El grupo liderado por el ex de Sky Ferreira repasó hits como Under the Sun y Doused, pero estructuró el show alrededor del nuevo disco. El setlist creció desde un dream pop nostálgico hasta un indie rock con guitarras más agresivas, acompañado por una propuesta visual que combinó inteligencia artificial, mensajes conspiranoicos y videos registrados en la calle, en las casas de los miembros de la banda o en el estudio de grabación.
La banda encontró una manera de actualizar el concepto literal del shoegaze: si los ídolos de "la escena que se celebra a sí misma" se miraban los zapatos para evitar el contacto visual con el público, DIIV eligió imágenes tan estimulantes que tentaban a mirar más la pantalla que a los músicos. Como si no fueran suficientes las letras con referencias explícitas a la sobreexplotación de recursos naturales y la decadencia del capitalismo tardío ("They own our lives and harvest our suffering", cantan en Soul-net), los videos grabados con camaritas de plástico eran interrumpidos por una parodia a la iconografía estadounidense.
Un pastiche yanqui compuesto por retazos de programas de televisión de autoayuda, videos corporativos de "bienvenido a tu primer día en la empresa", la cara de John F. Kennedy o imágenes de globos tirados en el piso, señal decadente de una fiesta que se terminó. Juntas, las postales dejaban una impresión cómica, desoladora. Abajo, en el cemento del galpón de Chacarita, las luces teñían de rojo a cientos de cabezas que, a pesar de la variación de mullets, carrés y pelos largos, parecían todas iguales.
"Lo que están a punto de vivir no es un concierto. Es una experiencia trascendental en la que van a experimentar una metamorfosis… La llave para desafiar la misma esencia de sus seres", decía una voz distorsionada antes de que la banda se subiera al escenario. El concepto fue claro desde el principio: mostrar los bordes de un mundo digital dominado por el dólar, la violencia y el trabajo. Mostrar el borde desde el borde, amplificar el sonido hasta que reviente todo. Y aún después.
"¿Estás cansado?", repetía la voz, cada vez más deforme. Las cabezas ya empezaban a enrojecerse. ¿Estás cansado? Con cada canción, las guitarras crecían y se comían la voz de Cole Smith, cuerda vocal por cuerda vocal. ¿Estás cansado? Por momentos, uno podría jurar que en el aire había un aroma a Ibupirac de naranja, ese jarabe inmundo que tomaba obligado, hace 25 años, para bajar la fiebre. O quizás era el volumen de las guitarras, haciendo presión sobre las cabezas.