La Copa Davis suele proponer, sin importar su formato de competencia, historias que bien podrían habitar el plano metáfisico del tenis. En partidos por la ensaladera surgen las sorpresas, predomina la angustia, se siente la presión. En un deporte individual, en un mundo solitario durante casi toda la temporada, un plantel que juega por el país atraviesa todo tipo de emociones.

El equipo argentino tuvo un año álgido: caminó por la cornisa en Rosario, vivió una polémica por la ausencia del doblista número uno del mundo y fue de menor a mayor en una fase de grupos en condiciones adversas, en cancha dura bajo techo. ¿El resultado? Está, acaso contra varios de los pronósticos, entre los ocho mejores del mundo que jugarán, en noviembre en Málaga, a partir de los cuartos de final en la lucha por la ensaladera.

Los doblistas Andrés Molteni (30°) y Máximo González (34°) sentenciaron la clasificación del equipo de Guillermo Coria tras derrotar 6-7 (3), 6-4 y 6-3 al especialista Harri Heliovaara (15°) y a Patrick Kaukovalta, la dupla de Finlandia que ya no jugaba por nada en el AO Arena de Manchester: Tomás Etcheverry (34°) y Francisco Cerúndolo (31°) habían sellado el triunfo ante los europeos tras haber ganado sus dos singles. El platense había superado 7-6 (5) y 6-3 a Eero Vasa (703°), mientras su compañero había vencido 6-7 (4), 6-1 y 6-0 a Otto Virtanen (110°), el número uno finlandes ante la ausencia de su figura Emil Ruusuvuori.

La clasificación a la semana final de Málaga, que pondrá en juego la Copa Davis del 19 al 24 de noviembre, tuvo el origen en un angustioso triunfo de local en los Qualifiers, en febrero pasado, ante Kazajistán en el Jockey Club de Rosario, sobre polvo de ladrillo. En aquella serie mano a mano Argentina caminó por el borde del abismo: tuvo dos match points en contra en el quinto punto, rescatados por Sebastián Báez -actual 26° y número uno nacional- para el 3-2 que otorgó la vuelta a la fase de grupos de las Finales tras dos años de ausencia.

La llegada a Manchester, donde el equipo de Coria se midió en su grupo con Canadá, Gran Bretaña y Finlandia, estuvo manchada por una previa con polémica: el cruce del capitán con el doblista número uno del mundo Horacio Zeballos, el mejor de la especialidad en la historia del tenis argentino, a quien el Mago dejó afuera nada menos que de la delegación para los Juegos Olímpicos de París 2024, un plantel que quedó lejos de la zona de medallas.

Con el foco en Manchester también el capitán decidió marginarlo de la lista preliminar, aunque luego decidió llamarlo para conversar y tratar de sumarlo al equipo definitivo para pelear por el pase a Málaga, una instancia en la que el zurdo marplatense decidió no aceptar y blanquear la pésima relación entre ambos -"La relación no es buena; me cuesta respetar su palabra"-. Con el mismo equipo de las últimas tres convocatorias, entonces, Coria emprendió la cruzada por una clasificación que, si bien el sorteo de la zona no lo cruzó con potencias más poderosas como España o Italia, se vislumbraba complicada.

Argentina, sin embargo, provocó un golpe de efecto: en canchas duras bajo techo, en condiciones lejanas a la matriz formativa de sus jugadores, atrapó una clasificación de oro que hasta podría tener matiz de "milagro". Por las circunstancias durante todo el año, por los momentos incómodos que debió sortear el capitán, por la relevancia en el tiempo histórico: desde la única conquista, en 2016 tras aquel triunfo indeleble ante Croacia en Zagreb -con cambio de conducción dirigencial en el medio-, Argentina sólo había estado entre los ocho mejores en la primera edición del nuevo formato en Madrid 2019, bajo la capitanía de Gastón Gaudio. El mérito es enorme: pasó de la muerte a la esperanza en cuestión de días, fiel a las historias que acostumbra a contar cada vez que juega por la Copa Davis.

La caída ante Canadá en el debut, con Báez y Cerúndolo en los singles, hizo un llamado de atención en la estrategia del cuerpo técnico, que tiene también a Martín García y a Leonardo Mayer -campeón en 2016- como subcapitanes. Ante Gran Bretaña entró Etcheverry por Báez y la modificación táctica invirtió el ranking: este formato empareja single 2 con single 2 y single 1 con single 1 -para cerrar, el doble-.

Cerúndolo, como número uno y con características más explosivas en este tipo de superficies, se cruzó con los líderes rivales: Jack Draper (20°; semifinalista del US Open) y Virtanen. Ganó ambos cruces y estuvo acompañado por un Etcheverry que se quedó con los dos singles. El platense dio la cara y concretó sus dos primeras victorias en partidos coperos por los puntos: aportó el primer punto de ambas series ante el experimentado Daniel Evans y, ahora, contra Vasa. Del abismo, con varias escalas, a la ilusión. Ya habrá tiempo para desentrañar lo que deparen los dos meses que hay entre la celebración por el logro y el camino a Málaga.

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