En su último día, la Conferencia del Clima de la ONU (COP23) celebrada en Alemania, dejó entrever más dudas que certezas, luego de que se generaran aún más cortocircuitos entre los países industrializados y las naciones en desarrollo acerca de la financiación climática y los compromisos firmados, sumado al poco interés de los Estados Unidos y las catástrofes naturales que azotan al mundo. El objetivo de la 23° conferencia climática de Naciones Unidas era, en principio, redactar un reglamento para cumplir con el compromiso del Acuerdo de París de impedir que la temperatura de la Tierra aumente más de dos grados respecto a la era preindustrial, pero quienes buscaban el acuerdo debieron conformarse con un borrador y patear la discusión para noviembre del 2018, en la próxima reunión convocada en Polonia.
“La pata débil de la conferencia fueron los métodos de implementación del Acuerdo de Paris, no solamente el acceso a financiamiento y recursos sino transferencia de tecnologías y gestión de capacidades y así, ayudar a los países en desarrollo”, explicó la canciller de Ecuador, María Fernanda Espinosa, vocera del G77. Hace ocho años, en la conferencia climática de Cancún, se creó un Fondo Verde para asistir a las naciones retrasadas en tecnologías ecológicas. “Para esta altura se esperaban 100.000 millones de dólares anuales en el Fondo y eso no ha ocurrido. Lo que hay en la cesta son 6.000 millones”, es decir, menos del 10 por ciento de lo esperado, agregó la representante.
Además de las discusiones en torno a la financiación, en Bonn, antigua capital de la Alemania Occidental, y lejos de la sede que originalmente debía organizar la COP23 (Fiji, la nación elegida, se desligó del compromiso por falta de logística) los delegados de los 193 estados adheridos a Naciones Unidas debieron enfrentar otros escollos. El principal país emisor de dióxido de carbono, Estados Unidos, volvió a demostrar que la decisión de su presidente, Donald Trump, de salirse del Acuerdo de París, no fue solo declaración: en esta conferencia, la delegación estadounidense se redujo notablemente como también su participación en los debates, según informaron delegados de distintos países. “Es como si nos faltara el corazón. La posición de Estados Unidos influenciaba a los otros países desarrollados, lo que a su vez tiene consecuencias para las posiciones que adoptan la mayoría de países en desarrollo”, dijo Seyni Nafo, un delegado del grupo de naciones africanas.
Pero no fueron todas pálidas en la reunión climática anual. Más de una veintena de países, entre los que se encuentran Reino Unido, Francia, Italia, México, Dinamarca y Austria, sellaron una alianza en la COP23 por la que se comprometen a eliminar el carbón como recurso de generación energética antes de 2030. La quema de carbón es una de las principales fuentes de dióxido de carbono. Sin embargo el compromiso no fue firmado ni por los tres primeros emisores mundiales de CO2 y consumidores de carbón (China, India y el ya mencionado Estados Unidos), ni por Argentina ni tampoco por el anfitrión de la conferencia, Alemania. Angela Merkel, jefa de gobierno germano, explicó en una actividad de la conferencia que le resultaría “bastante difícil cerrar las plantas de energía de carbón”. “Hay considerables conflictos sociales también en un país rico como el nuestro”, agregó.
El Acuerdo de Paris, firmado en 2015, supuso un compromiso global para mantener el aumento de la temperatura de la tierra a un ritmo de 1,5 o 2 grados por año. A su vez, los países tenían tiempo hasta el 2018 para detallar su plan de desarrollo para reducir la contaminación. Hasta ahora, no hubo avances en esas dos metas y las consecuencias para los próximos años, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), serán “mortíferas” olas de calor, sequías de varios meses y 26 millones de nuevos pobres por año.