Algo de existencialista que la convierte en una escritora preocupada por la vida de sus contemporánexs, algo de humanista que la vuelve frágil y resistente a la vez más allá de los estigmas y las modas, algo de rebelde que la hace trascender en el tiempo y en el espacio, como un reloj de arena que nunca se acaba, algo de feminista que la coloca al lado de poetas como Sylvia Plath que rechazan el destino predeterminado de mujeres sentenciadas a ser sólo amas de casa cuando el deseo está en otra parte. La escritora brasileña Clarice Lispector encierra todas esas características con un estilo que mezcla contenidos tajantes y tensión poética. A través de sus libros se transformó en una voz que transmite intensidad, profundidad y una sabiduría que impacta por su lucidez y comprensión de la cotidianeidad de las mujeres. Clarice es una voz que dice con fortaleza y belleza, una voz literaria que se impone por su seguridad.  Todo en ella es calma y sutileza, devoción por la verdad sin solemnidad, un querer ser mediante las palabras, porque sabe hablar de las cosas con naturalidad y fluidez.

Todos los años acá, en Brasil donde creció y en varias ciudades del mundo, se la recuerda especialmente al cumplirse un nuevo aniversario de su nacimiento, el 10 de diciembre de 1920. Buenos Aires es sede del homenaje mundial, “La hora de Clarice” organizado por Carmen Güiraldes, Constanza Penacini y Gonzalo Aguilar, y auspiciado por la editorial Corregidor, la embajada de Brasil y el Museo de la Lengua, esta vez con la presencia de Fernanda García Lao que leerá textos de la escritora. Habrá también una mesa crítica con Nora Domínguez, Laura Cabezas y Lucía de Leone; música con Gaby Comte, Sol Wecenslada y Valeria Cini; performances y se verá el corto Agua viva realizado por Luciana Foglio.

Todos sus textos están unidos por ese ser sin estar en las cosas del mundo, alejada como si trascurriera en una dimensión extraña y propia, única y melancólica, un doblez de la inmediatez de la realidad que la inconformaba. Esa lejanía se convierte en una resistencia a la normalidad cotidiana que la hace implacable.

En la novela La araña, tal vez su libro más triste, una chica de campo conoce con desarraigo la vanguardia de la ciudad. “Ella sería fluida durante toda la vida”, empieza y sigue: “ella forzaba el cuerpo hacia adelante”.  El personaje de la protagonista es narrado desde los límites de sí misma, ese estar al margen de las cosas, “a la orilla”, define un sujeto que se desquebraja pero que puede construir una interioridad.  En Cerca del corazón salvaje asegura que “sola estaba más libre para observar”. También trata los conflictos familiares en Lazos de familia: “Resentía la falta de la batalla de las calles, melancolía de la libertad”. Revelación de un mundo reúne sus crónicas aparecidas en diarios brasileños, con una escritura más periodística y crítica a la sociedad burguesa de su época. “Las palabras me preceden y me sobrepasan, me tientan y me modifican”, escribe y se involucra más con los problemas de su actualidad: “impedir que los jóvenes entren a las universidades es un crimen”. Lispector cruza el misterio con lo espeluznante. En “Travesuras de una niña” narra en primera persona el mundo infantil de una nena que vive las penurias cotidianas de ser alumna en una escuela. La niña sufre por formar parte de una estructura establecida por otrxs, como la institución escolar, pero también resiste frente a un agente opresor como el profesor. “Me había transformado en su demonio y tormento. No dejarlo en paz se había vuelto un placer tremendo”. Un texto que resume su estilo.

Lispector estuvo casada, tuvo dos hijos y se separó. Murió en Rio de Janeiro en 1977. El 10 de diciembre, escritores, escritoras, lectores se juntan para leerla y volver eterna a la escritora más fascinante de su generación. 

La hora de Clarice, 10 de diciembre de 17 a 21 en el Museo del Libro y de la Lengua, Av. Las Heras 2555, CABA.