La última imagen es consagratoria: Ángel Di María, bicampeón de América, levanta el trofeo, se mete en el salón de los históricos de la Selección Argentina y se despide por la puerta grande. Su nombre ya no provoca fastidio en el periodismo y es sinónimo de éxito, resiliencia, lucha y constancia. Atrás quedaron los detractores, los malos tragos, sus disputas personales cuando las cosas no se daban y se impuso el pibe de barrio que persiguió sus sueños. Una vida de película.

Este breve punteo introductorio es lo que se explaya de forma más nutrida en la serie que acaba de estrenarse en Netflix -Romper la pared- sobre el jugador rosarino. Son tres capítulos ("26 pelotas", "Nadie es profeta en su tierra", "Del carbón al oro"), que cuentan la larga carrera que tuvo que transitar Di María hasta ser campeón del mundo y se ve que uno de los pilares fundamentales que lo sostuvieron para no claudicar, estuvo centrado en su familia.

“Él nunca hubiera llegado adonde llegó sin esa base. Si los papas lo hubieran dejado caer de chiquito, no hubiera llegado adonde llegó. Lo importante es lo que pasó en su casa primero”, explica Jorgelina Cardoso, esposa de Di María desde hace más de 12 años, y figura esencial en la vida del futbolista, en los momentos más difíciles, cuando todo parecía desmoronarse y los logros con la Albiceleste se alejaban de sus posibilidades.

“Fideo”, como hace hincapié la serie, se sobrepuso a las críticas de un sector del periodismo que pedía enfáticamente que no lo convoquen más a la Selección después de los traspiés que tuvo en las dos finales de Copa América de 2015 y 2016 (ambas perdidas con Chile), y antes por esa lesión que lo dejó afuera de la final del Mundial 2014, en la que también recibió una carta de Real Madrid que pedía que no disputara ese partido porque no estaba en condiciones de hacerlo. Carlo Ancelotti, entrenador del Merengue en aquel momento, cuando le preguntaron por aquel episodio, dijo no recordarlo.

Aquellos hechos pusieron en jaque al jugador surgido de Rosario Central y una parte de la prensa fue certera con el diagnóstico: el tiempo de Di María en la Selección se había acabado. Frente a eso, lo que vino fue la insistencia y el entrenamiento para fortalecerse psicológicamente. El jugador tuvo que esperar hasta 2021 para empezar a silenciar las críticas. Su actuación en la Copa América de ese año, la confianza de Lionel Scaloni y el gol que le hizo a Brasil en la final, para romper una racha de 28 años sin títulos, fueron su resurgimiento. De ahí en más, como bromea Rodrigo De Paul, lo que vino es “el narigón que hace goles en todas las finales”.

De expresiones como “sin sangre”, “desastre” y otras sentencias, llegó la transformación. El gol frente a Brasil en 2021 fue la llave para abrir las puertas del éxito. De ahí en más, siguió la Finalissima 2022 en Wembley frente a Italia. Fue victoria 3 a 0 y Di María hizo un gol. Y ese mismo año, la máxima conquista en Qatar, donde el equipo dirigido por Scaloni jugó una final de antología ante Francia y la actuación de Fideo fue una de las mejores de su carrera, donde brilló por su desequilibrio y la calidad de asistencias. Argentina campeón del mundo después de 36 años.

“Luchó contra este sistema de falsedad, de criticas innecesarias, y demostró que siempre se puede. En la vida, siempre se puede”, dice Cristian “Kily” González, sobre el final del último capítulo.

Ese pibe inquieto al que llevaron a jugar al fútbol al humilde Torito de Rosario para descargar energía, terminó en los mejores clubes de Europa (Benfica, Real Madrid, Manchester United, París Saint-Germain y Juventus) y se convirtió en el tercer futbolista que más partidos jugó con la Selección, segundo máximo asistidor y séptimo goleador histórico de la Albiceleste, segundo jugador argentino con más títulos y top 10 de los más ganadores de todos los tiempos. En sus clubes, ganó 19 competencias en PSG, 6 con el Madrid y 4 con Benfica. Campeón de la Champions League 2014 y máximo asistidor de la historia de la copa.

“Todo lo que se habló, lo que se dijo, lo dejamos atrás. Levantó tres copas”, dice Diana Hernández, madre de Di María, mientras hace el número tres con sus dedos y sonríe. “Es un ejemplo de que hay que animarse, de que la vida es de los que se animan”, dice Pablo Aimar, quien muestra el tatuaje en uno de sus brazos, que dice “1 a 0. Di María”, algo que nace la noche anterior a la final de Copa América 2021, donde su hijo Agustín, le escribe un mensaje y solo le dice eso. “La vida, el mundo, es de los que se animan. Puede salir mal pero, ¿y si sale bien? También puede salir bien”, concluye el entrenador de Río Cuarto.