“Previsible. Me comunicaron que me han DESPEDIDO de C5N. Emocionadamente GRACIAS a todos dentro y fuera del canal, que me regalaron un año y medio de felicidad profesional. ¡Viva la libertad de expresión!”. Así contó ayer por la tarde Víctor Hugo Morales que había sido echado del canal en el que lideró el rating con su programa El diario, superando casi diariamente a su competidor directo, TN, en la franja horaria de 18 a 21. Tuvo que hacer el anuncio por Twitter, ya que el canal no le permitió hacer un último programa de despedida. El holding mediático al que pertenece C5N era propiedad de Cristóbal López y Fabián de Souza y fue adquirido el mes pasado por OP Investments, un fondo de inversiones radicado en Estados Unidos. A cargo del nuevo managment está Ignacio Jorge Rosner, un financista que compartió estudios con Mauricio Macri en el Colegio Cardenal Newman, que entre 1985 y 1995 fue Manager de Sideco Americana –empresa propiedad de la familia Macri–, y que luego trabajó por más de dos décadas en el Grupo Clarín: fue director de la empresa de telefonía móvil CTI, director del grupo y director del diario cordobés La Voz del Interior, sucesivamente. Ahora, su nombre fue el único que le mencionaron a Morales al anunciarle su despido, por considerar su presencia “irreconciliable con la nueva línea del canal”. Además de Morales, echaron su productor Julián Capasso, quien durante la entrega de los Martín Fierro había protagonizado un cruce con Alfredo y Diego Leuco. Su caso fue diferente: su despido fue anunciado por un comunicado a los medios, obviando el anuncio al propio despedido.
“Me llamó un administrativo, a quien yo conocía del grupo anterior, porque fue el que un año y medio atrás vino a mi casa para contratarme, con una relación de dependencia”, contó el periodista a PáginaI12. “Me citó en Radio 10, y la reunión no duró más de diez minutos. Me dijo que la nueva empresa entendía que mi presencia era irreconciliable con lo que ellos quieren hacer con el canal, y que por lo tanto habían decidido despedirme. Pedí hacer el último programa, prometiéndoles que, salvo la inevitable mención a lo que ya venía diciendo con respecto a la falta de libertad de expresión, me iba a manejar en términos correctos. Me dijeron que en todo caso podía grabar una despedida, lo cual me resultó inaceptable. Me fui sabiendo que mi paso por C5N fue muy fuerte profesionalmente, tan agradecido a la gente y a mis compañeros de trabajo. Con el paso de las horas he quedado conmovido por una catarata de saludos y solidaridades que me mantiene en pie y que, la verdad, me desbordan”, expresó.
El jueves pasado el periodista tampoco había estado al aire, por el paro que cumplieron los trabajadores de gremio de televisión, en reclamo de aumento salarial. En el caso de C5N, a esto se suma un estado de asamblea permanente ante la fala de pago de salarios y pago en cuotas que venían sufriendo sus trabajadores. Situación que hace a Morales analizar de manera un tanto particular su situación, a horas de su despido: “Creo que en el vientre de esta pésima noticia para mí, está la posibilidad de dar un poco de alivio a la situación de enorme preocupación que viene teniendo toda la gente del canal. Con esta decisión, han puesto en blanco sobre negro que hay una nueva empresa. Me resulta aliviador pensar que de este modo el resto de los trabajadores podrá recibir sus sueldos en tiempo y forma, ahora que los nuevos propietarios se están haciendo cargo, y de este modo: asumiendo una decisión de este peso político, porque esto excede lo periodístico”, analiza el periodista, que seguirá al frente de las mañanas en AM 750, radio parte del Grupo Octubre, al igual que PáginaI12.
Morales ubica su despido en un marco general alarmante que atraviesa el gremio de prensa todo en la Argentina, y por eso prefiere presentarse como “el 3501”, dado que se calcula que unos 3500 trabajadores de prensa han perdido sus fuentes de trabajo en los últimos años. “Hay una especie de eclipse de la república muy doloroso, un avance sobre la libertad de expresión que solo pueden negar los necios o los serviles. La democracia ha entrado en una opacidad y eso es muy dramático. Mi caso puede ser resonante, como lo fue el de Roberto Navarro (despedido de C5N y Radio 10 poco antes de la salida del Grupo Indalo). Pero hay otros 3500 periodistas que antes podían trabajar, y ahora no. Hay 3500 voces menos en la Argentina. Y hay un intento de disciplinamiento, una persecución atroz. Lo peor es que no va a parar acá”, asegura.
–¿A qué se refiere?
–A la concentración brutal de voces en los medios hegemónicos, a las pautas escandalosas que estos mismos medios obtienen, al tiempo que los que no se alinean con el poder son atosigados con la falta de pauta, incluso incumpliendo la ley. Mi conclusión es que esta empresa me echó buscando una especie de salvataje, la posibilidad de una continuidad para esos cuatrocientos trabajadores que quedan.
–Lo que está describiendo tiene sentido lógico, pero es el fin del periodismo…
–Es el fin de muchas cosas. Porque esto no puede salir del contexto que se da en el mismo día en que (Héctor) Magnetto finalmente consiguió echar al camarista que había dicho que lo de Papel Prensa fue un delito de lesa humanidad. En el contexto de Milagro Sala presa, con su tremenda y dolorosa carta de hace unos días. En medio del desapego total a los códigos procesales, después de lo que ha ocurrido con Amado Boudou, con Julio De Vido, de la cacería desatada contra Cristina Kirchner y su familia… es muy brutal todo, y sí, es el final de muchas cosas.
–Clarín y La Nación resaltaron casi celebratoriamente el despido de Julián Capasso, “el productor que insultó a Leuco”…
–Esa fue la parte canalla que sumaron a mi despido. Como fue canalla que le endilgaran una expresión racista, algo que por suerte pronto se comprobó que no existió en absoluto. Es canalla porque en el caso mío podemos distinguir lo que molestaba en el terreno político, en el caso de Julián, no. Mandaron un comunicado a los medios, y así se enteró él, hasta el momento nadie le informó nada oficialmente. Esto lo coloca en una situación hasta peligrosa en lo personal, porque no todo el mundo sabe que fue un invento lo de su insulto racista y no faltará quien pueda pensar que lo están echando por eso. Han perdido todo decoro. Y los que se alegran por eso son personas humanamente detestables.
–¿Qué piensa hacer ahora?
–Por el momento parar la pelota, darme tiempo para procesar todo esto. Como dije, el asunto es fuertemente político, en la medida en que se conecta con las necesidades de un poder real y un poder político concentrado como nunca en la Argentina, que necesita liquidar las voces que le son incómodas. Ellos ahora tienen que pasar este mal trago, y se animaron a dar este paso, pero saben que después, teniendo todos los medios hegemónicos trabajando en equipo, el tiempo los va ayudar, porque pasan los días y los temas pasan. Como van pasando los días con Milagro Sala presa, y pasa, y pasa… Es un poco angustiante pensarlo así, pero hay algo de verdad en eso, y ellos juegan sus cartas contando que tienen el tiempo a su favor. Digo esto y al mismo tiempo pienso que el alerta ciudadano con estos temas puede despertarse, mientras ellos cometan el sostenido error de su comportamiento impune. Porque a veces parece que nos adormeciéramos, en un manto de olvido, en esa calma chicha, esa sensación de cosa juzgada. A veces cuesta avizorar el camino, sentimos que estamos dentro de una nebulosa tremenda. Pero también es cierto que mientras exista la capacidad de lucha, mientras haya ciudadanía y agallas, mientras estemos vivos, queda viva una llama de esperanza.