“¿Cuál fue la peor decisión que hayas tomado? ¿Hay alguna parte de tu cuerpo donde podamos verla? ¿Qué fue lo mejor que dejaste pasar? ¿Algo que extrañes de vos? ¿Cuántos finales posibles creés que hay? ¿Cuál sería el peor de los casos? ¿Qué esperabas que sucediese a esta altura del partido? ¿No te pasa que a veces hablás demasiado?” Estas preguntas son la única información que aparecía sobre la obra Hemos abandonado nuestra carrera de campeones, en la página web de la última edición del Festival Internacional de Buenos Aires, donde se estrenó recientemente. Y son las mismas que se hacen los personajes, de cara al público, los sábados a las 23 horas en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759). Un espectáculo que combina danza, teatro, música en vivo, poesía y objetos, y que refresca y desconcierta. Una bocanada de aire fresco, de humor contenido, de cuestiones punzantes que asoman de modo inesperado, de hallazgos escénicos con recursos artesanales. Hay relatos sobre animales, grandes siluetas de animales que se pasean en escena, textos poéticos, líneas temporales sobre la humanidad, cuerpos que se mueven y bailan de formas extrañas, furiosas, entrelazadas, además de música bellísima, cantada y tocada en vivo. Una trama de diferentes materialidades arma un universo atrapante en el que asoman ideas sobre las decisiones, los fracasos, las debilidades, la convivencia, la salvación, el legado. Para ello, la coreógrafa Eugenia Estévez y el actor Diego Velázquez, dos talentos enormes de la escena independiente, formaron un elenco de ocho bailarines, actores y músicos que ellos mismos integran además de codirigir. La dupla se conoce hace tiempo y comparte un fuerte interés por la experimentación y por el cuerpo del intérprete. Trabajaron en Sí, una experiencia a partir de un sistema de improvisación que cada domingo desembocaba en una obra nueva a partir de ciertos materiales establecidos; Estévez fue la responsable del entrenamiento físico de Estado de ira, la obra de Ciro Zorzoli que cautivó al público y a la crítica protagonizada por Velázquez; y ambos dieron clases a los integrantes de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea.
–¿Cómo surgió este nuevo espectáculo?
Eugenia Estévez:–Nos habíamos quedado con ganas de hacer una obra juntos. Una de las primeras puntas que recuperamos fue el primer relato que dice Diego sobre las jirafas. Y también el título, una frase que dije en broma hace años en un ensayo y que acá la llevamos al plural.
Diego Velázquez:–Compartimos una manera de entender la interpretación y el cuerpo en escena. Muchas veces los actores tienen una manera muy racional de abordar el trabajo y los bailarines pueden estar muy entrenados pero les pueden faltar otros recursos. Nos interesa potenciar lo de cada uno trae. Retomamos textos de la poeta Juana Bignozzi que aparecen en escena y otros que nos sirvieron para pensar cuestiones, un humor contenido pero que no estalla, una música que no es la típica música electrónica de las obras de danza.
–El título alude a la pérdida de cierta idea de gloria, del humano como vencedor; y el peso de lo animal en la obra lleva la atención hacia otro lado, otra forma de acercarse a lo humano…
D. V.:–La obra tiene muchas puntas que trabajamos mucho, que están cuidadas y que nos interesa que el espectador las lea, no son caprichos nuestros. El título encierra cierta idea sobre tomar decisiones, sobre el fracaso, sobre no correr carreras que no se quieren correr. Pero no queremos dar todo masticado. Por eso tampoco hay mucha información en la gacetilla. Nuestro intento es generar algo escénico con la poca claridad que tiene a veces la poesía, que te propone un camino, te puede emocionar, pero sin tener del todo claro qué sucede…Sería como entrar por otro lado. Y ahora es empezar a escuchar lo que le pasa a la gente con la obra.
E.E.:–Vimos videos de animales y nos atrajeron las conductas raras que aparecen cuando tienen rabia. El cuerpo se les transfigura y no lo pueden controlar. Trabajamos con impulsos que no fluyen, que se cortan y con la idea de un animal utópico del que no quedaron rastros.
D.V.:–Queríamos que fuera un montaje plásticamente interesante. Los recursos, los elementos están ahí para que cada uno arme un poco su lectura de la obra. La convivencia de materiales arma sentido. Muchas veces terminan siendo más importantes los conceptos previos a la obra que la obra en sí. Y entonces sería mejor escribir un ensayo. En cambio, encontrarte con un hecho escénico puro, sin nada previo, es interesante.