Hay un viejo refrán que da cuenta de hay que tener cuidado con lo que soñás porque se puede cumplir. En el caso de Victoria Villarruel parece no haberse cumplido, aunque bastante cerca. Porque la vicepresidenta confesó en un último video -le tomó el gustito a los TikToks- que de pequeña soñaba ser "azafata, policía o espía", acaso estos últimos para seguir la tradición familiar de su padre Eduardo Marcelo (un militar que combatió en Malvinas y que le quitaron la condecoración por no querer jurar por la Constitución) y el de su tío Ernesto Guillermo, represor con oficina en El Vesubio. "Bueno, terminé siendo vicepresidenta", dijo Villarruel.
A esa historia, justamente, le faltó todo lo del medio. Porque la pequeña Victoria, después de desear ser "espía o policía", fue abogada, no tuvo ningún trabajo registrado desde que se recibió y dedicó su vida a instalar la versión negacionista de que el terrorismo de Estado de la última dictadura se dio en el marco de "una guerra". Fundó su think tank castrense, militó junto a Cecilia Pando, entrevistó a Rafael Videla y fue la figura que selló la alianza entre el mundo militar con los neoliberales de la extrema derecha,. Allí consiguió una banca y después su paso al Ejecutivo por vía de las elecciones de 2023. Desde allí, el fruto sigue muy cerquita del árbol.