Un auricular, un captador de sonidos colgado al cuello, ganas de ver qué onda, y adentro. En el pabellón Frers de La Rural, suenan al interior de cada quien las primeras gotas musicales de “Echoes”, el espeluznante tema de Meddle, y el ingreso a un mundo paralelo, onírico, no tiene reversa. Se trata de entrar en la historia de Pink Floyd, a lo Pink Floyd. Por los oídos, primero y principal, es decir, pero también por la vista y todo lo que ello repercute, en términos sensitivos.