Tras diez meses de protestas, el Ministerio de Capital Humano recibió a la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP). Mientras las organizaciones sociales hacían una nueva manifestación frente al despacho de Sandra Pettovello, en la esquina de Juncal y Carlos Pellegrini, un funcionario del equipo de la ministra convocó a los referentes para atender sus pedidos. Sin embargo se trató de un gesto ambiguo, sin ninguna solución concreta. “Nos recibió el director de Seguridad Alimentaria. Nos dió un mail y nos pidió que volvamos a presentar la documentación de nuestros comedores y merenderos. Le dijimos que ya habíamos mandado toda esa información a otros funcionarios antes que a él. Se excusó diciendo que está hace quince días en el cargo”, contó a la salida del encuentro Johanna Duarte, del Movimiento Evita.

A los referentes de la UTEP el diálogo les sonó a una nueva dilación. “Ya otros funcionarios nos han pedido, antes, toda esa información. Se las hemos mandado, el ministerio hizo relevamientos, se presentó en los comedores, le tomaron los datos a los que asisten y a los responsables… pero no hemos tenido respuesta. Y después de todo eso nos piden que mandemos otra vez la información a un mail institucional y nos dicen que desde ese mail nos van a responder cómo seguir. Nos están tomando el pelo… Nosotros vamos a mandar nuevamente todo lo que nos pidan porque no queremos obstaculizar ninguna solución, pero la impresión es que es una maniobra”, agregó Duarte.

La manifestación fue numerosa. No masiva, como cuando empezó el conflicto, en el verano pasado, y las protestas cortaban el tránsito y eran reprimidas con gases y balas de goma, pero sí grande. En las organizaciones sociales se nota el impacto de la campaña de desgaste del gobierno mileísta, con sus operativos operativos antiprotesta y sus más de ciento veinte allanamientos a comedores. Aunque golpeadas, las organizaciones sociales no se han desarmado.

Disciplinamiento

Este martes recibieron un nuevo gesto de disciplinamiento, ya que la policía impidió a los manifestantes quedarse en la vereda del ministerio. La gente había llevado allí ollas vacías para montar su protesta, y debieron cruzar a la plazoleta de enfrente -en la mitad de la avenida 9 de Julio- con sus ollas y carteles.

Nancy Barroso, de 59 años, había llegado desde El Pato, en Florencio Varela, -una hora con cincuenta minutos en un colectivo de la línea 129-. “Para poder dar de comer estamos poniendo entre todos los vecinos”, contó a Página/12. “El presidente dice que los comedores no existimos, ¿por qué no viene a vernos? No tiene idea de cómo se vive hoy. Nosotras no somos vagos como él dice, somos mujeres que laburamos, hacemos muchas cosas por nuestro barrio. Hoy vemos a los chicos descalzos, la salita está sin medicamentos. Un kilo de milanesas cuesta 10 mil pesos, ya no se puede ni comer, y es un decir que comemos milanesas”, afirmó Barroso.

El hambre

Soledad Salinas tiene un comedor en el barrio Ejército de los Andes (Fuerte Apache). “Todo el día viene gente a golpearte la puerta, ‘¿tenés algo para comer?’ Hay más hambre que en la pandemia”, indica. “Estamos cocinando con lo que nos pasa la provincia, de Nación no nos llega nada”.

Duarte, la referente del Evita, explica hasta qué punto la situación es compleja. “En los territorios estamos viendo situaciones de mucha gravedad. Hemos detectado que hay compañeras que cayeron en la situación de tener que prostituirse para acceder a alimento. La situación de crisis alimentaria en los territorios es insostenible, y estos funcionarios no hacen nada. Ojalá que ahora resuelvan nuestro pedido, que lleguen los alimentos a quienes tienen que llegar. Nosotros, en la Utep, vamos a hacer asambleas en todos los comedores y merenderos y si no hay respuesta volveremos a las oficinas de Capital Humano las veces que tengamos que volver”.