Es lamentable la situación que desde hace ya varios años consecutivos padece la capital chocoana en materia de inseguridad y violación de derechos humanos. Quibdó como todo el departamento del Chocó, desde hace décadas ha estado ocupando los primeros puestos en cuanto al desempleo, crisis humanitarias, pobreza multidimensional y baja tasa de acceso a la educación. Lo que suscita preguntarnos, en la búsqueda de problematizar y comprender la situación, ¿Cuáles son los tentáculos ocultos tras el caos al que han sometido a vivir al pueblo chocoano y en este caso, al pueblo quibdoseño? ¿A qué se debe tanta violencia en un pueblo tan digno y trabajador?

En este artículo, no pretendo dar respuestas absolutas a estos u otros cuestionamientos que como hijas e hijos de este humilde pueblo podemos tener, pero intentaré proponer aquí algunas nociones o apreciaciones frente a las problemáticas estructurales que padecen nuestros pueblos en el Chocó. Para ello, considero valioso traer a colación al sociólogo chileno Jaime Osorio quien en su texto “Coyuntura. Cuestiones teóricas y políticas” (2019), habla sobre lo distorsionada y nebulosa que se nos puede presentar la realidad social ante nuestros ojos, lo que en primer plano podemos observar. El autor menciona que “[…] nos movemos en un mundo de ficciones reales. Son ficciones porque nos movemos en una realidad distorsionada. Son reales, sin embargo, porque lo aparentado cobra consistencia y propicia que organicemos la interpretación del mundo social y nuestras prácticas sociales de acuerdo con ellas” .

De igual forma, Osorio plantea una crítica al empirismo al afirmar que, la ingenuidad empirista radica en suponer, en primer lugar, que podemos conocer la realidad social por simples observaciones, y en segundo lugar, el error de los empirista consiste en asumir que la realidad social está lista para ser conocida por esas simples observaciones. De ser así, dice el autor, no se requerirían científicos sociales para explicar la vida en sociedad y sus problemas; bastarían solamente buenos observadores y fotógrafos. (Osorio, 2019). El mismo continúa diciendo que el empirismo no distingue entre la apariencia y las determinaciones que están más allá de lo inmediatamente perceptible. Esta distinción es básica porque la realidad social no es transparente ni diáfana. Si no que, al contrario, es más lo que oculta que lo que deja percibir, y lo que aparece en nuestro inmediato campo de visión son por lo general percepciones engañosas y distorsionadas. (Osorio, 2019)

Pensando en lo que ocurre en Quibdó, parto de que esto podría verse desde dos puntos de vista: El primero, que las crisis estructurales de larga duración que ahogan hoy a la capital chocoana, responde a agendas macro-poderosas-nacionales que tienen sobre la base la estirpe del racismo estructural, acaso ¿la eliminación físico y cultural de la gente negra?. El otro punto, más desde lo inmediatamente local-regional, radica en las afanadas medidas que están tomando los mandatarios, tanto el alcalde de Quibdó como la gobernadora del Chocó en cuanto a la militarizar la ciudad, lo cual sólo toca la superficie del problema, dejando abierta la puerta de agudización del mismo sin adentrarse abordar el trasfondo de la cosa y poder atender la crisis humanitaria estructural que, a la fecha del 10 de septiembre de este año, le ha arrebatado violentamente la vida a más de 109 jóvenes quibdoseños.

Tal parece que es más importante que podamos festejar en medio del caos en que se encuentra la casa, que atender los problemas de manera seria y rigurosa que hay en la misma. De ahí que, llama la atención que siendo el asesinato, reclutamiento, desplazamiento y la desaparición de jóvenes una problemática que ha venido aquejando al pueblo quibdoseño desde hace décadas, y que en los últimos años se ha agudizado, permanezcan durante tanto tiempo las autoridades administrativas y demás, inmóviles en una especie de silencio ensordecedor; pero que corra a pedir ayuda e intervención policial – militar para la ciudad cuando es “necesario que se garantice la seguridad” a quienes participan del desarrollo de las fiestas patronales.

Surge entonces la pregunta sobre por qué es lo que realmente importa, ¿La gente en su cotidianidad, que en su día a día pueda tener garantías de vivir en paz, o que podemos festejar sobre los cuerpos de los jóvenes asesinados y el dolor de sus seres queridos? Entiéndase que no se está diciendo que está mal que la gente quiera encontrarse, celebrar, disfrutar, realizar sus fiestas, pero en momentos como el que vive Quibdó hoy, es necesario, como dice la canción de Grupo Niche, “hacer un alto en el camino”.

El asesinato sistemático y permanente de jóvenes en Quibdó no es un asunto meramente coyuntural, porque parece que constantemente este pueblo esta en esa coyuntura, lo que devela el trasfondo de la realidad social es que la crisis es una cuestión estructural que se ha enraizado en este contexto social; por ello, la militarización de la ciudad, es poner pañitos de agua tibia para que en lo inmediato y superficial se genere la sensación de que se está “garantizando la seguridad” a las y los quibdoseños para el desarrollo “normal” de las fiestas patronales franciscanas, tal como lo han mencionado ambos mandatarios.

En cuanto al gobierno regional menciona que “se ha tomado la determinación de reforzar la seguridad del municipio de Quibdó, dado los hechos de violencia y de cara a las futuras festividades para la protección de quienes participan en ellas” – palabras de la gobernadora Nubia Córdoba en RCN Radio según Infobae. Lo anterior nos suscita preguntar ¿para cuándo la protección del conglomerado chocoano? ¿Para cuándo la protección la mayoría que a diario se levantan a trabajar sin saber si volverán a ver a sus seres queridos? ¿Para cuándo la protección para los jóvenes en sus barrios, en sus casas y para sus familias?

Por su parte Bolaño, alcalde de Quibdó en entrevista con Blu Radio según el periódico local Chocó 7 días, afirmó que “la violencia no puede frenar el desarrollo de la ciudad, las oportunidades económicas para muchas familias y algo muy importante, la felicidad de quienes vivimos en la ciudad”. En cuanto a estas afirmaciones, supongo que la felicidad habla el alcalde, es la felicidad de quienes viven en lugares (barrios) donde la violencia no les toca de la misma manera que en los barrios populares, donde las familias en vez de felicidad les toca el dolor por la pérdida de sus hijos.

Supongo que el alcalde hace referencia al desarrollo y las oportunidades económicas de quienes tienen como pagar los altos costos de las vacunas impuestas por los grupos delincuenciales que se han tomado la ciudad y de quienes pueden salir de sus barrios o pasar a otros. Pareciera ser entonces que, en la nebulosidad de la realidad social miope que están viendo los mandatarios, no se han dado cuenta de que protección y la gente a la que ellos hacen referencia NO es la del quibdoseños de a pie que día a día tiene que vivir los estragos de la violencia. ¿A qué familia de oligarcas locales pertenecen los jóvenes que han asesinado y que siguen asesinando en Quibdó, en el Chocó?

A comienzos de septiembre se supo que el alcalde de la capital chocoana, Rafael Bolaños, había viajado a Bogotá con el fin de visibilizar la grave crisis de orden público que padece la capital chocoana y pedir ayuda al gobierno nacional en inversión y empleo. Solicitud, a la que se suma el llamado de alerta que hace la gobernadora del departamento del Chocó, Nubia Carolina Córdoba quien también se había reunido con líderes de diferentes entidades para realizar un diagnóstico de la situación en Quibdó y pedirle al Gobierno Nacional inversiones sociales que ayuden al municipio a salir de esta crisis que cada día se agudiza más.

Es así como un balance que hace el mandatario local en entrevista con Blu Radio, el alcalde de Quibdó reconoció que en lo que va corrido del 2024 (hasta el 10 de septiembre) han asesinados más 109 jóvenes en Quibdó, cifra mayor a todo el 2023. Una cifra alarmante si lo comparamos con el promedio nacional y tenemos en cuenta el total de la población quibdoseña, en específico la juvenil.

Esto deja claro de que las y los quibdoseños han sido sometidos a vivir la peor de las tragedias que le puede pasar a cualquier pueblo en el mundo; el asesinato, el exterminio de su juventud, de fuerza vital, de quienes por naturaleza son quienes siempre llevan la batuta de la ESPERANZA de un pueblo o comunidad. El pueblo quibdoseño en medio del ensordecedor silencio, la ineficacia y la indiferencia institucional – social se lo consume una gangrena que día a día lo va sumergiendo más en su agonía.

El asesinato de la juventud, es el significado de la muerte súbita de un pueblo, es el borramiento de la esperanza de una comunidad de soñar con un mejor futuro; porque si se asesina sistemáticamente a la juventud ¿Quiénes serán las y los herederos de los legados culturales, quiénes serán las y los cultivadores para construir una mejor vida, un mejor futuro mejor para los pueblos? ¿Quién preguntará al viejo Griot sobre las posibilidades de soñar y luchar por una mejor vida?. La novelista maliense Aïcha Fofana en La fourmilière [El hormiguero] en 2006, mientras contaba el diálogo que sostenía un viejo Griot con una joven hormiga, cuenta que el Griot le dice a la joven “siempre hemos sido generosos”, le dice el griot de La fourmilière a un joven que tiene muchas ideas para transformar la sociedad. “Hay que tener paciencia. El cambio está llegando. Pero llega a su propio ritmo”.

Esto hace que despierta la reiterada pregunta de ¿Hasta cuándo nuestra paciencia y generosidad para con las estructuras y personas que nos han sometido a vivir un calvario como única posibilidad de vida?, cuando llegará el momento del agotamiento y de la redención de la que hablaba la Orquesta Guayacán en su canción “Lamento Chocoano” cuando decía “Óyeme Chocó, oye por favor, tú no tienes porqué estar sufriendo así, la resignación, de tu corazón, se agotará y el día llegará, de tu redención”.

Duele que un pueblo tan digno, trabajador y resiliente como el chocoano, lo sigan sometiendo a vivir en la penumbra, estas condiciones indignas de precariedad, violencia y dolor. Ojo, porque hoy Quibdó, con las cifras mencionadas por el alcalde sobre la cantidad de jóvenes asesinados en lo que va del año 2024, puede estar siendo el territorio, el municipio donde más jóvenes asesinan en Colombia.

*KAMAU TUKOMBO (Rovinson Conrado Aguilar) Nacido y criado en la comunidad afro-rural-ribereña de Noanamá, Medio San Juan, Chocó. Estudiante del programa de Sociología en la Universidad de Antioquia. Militante del Proceso de Comunidades Negras (PCN) y del Colectivo de Estudiantes Afrocolombianos/as – AfroUdeA.

Publicado originalmente en www.diaspora.com.co