El 15 de octubre es Santa Teresa y se la recuerda con un hecho inédito: murió del 4 al 15 de octubre de 1582. Han leído bien. El papa Gregorio XIII decidió ajustar el calendario y el siguiente fue día 15. Es decir, hay 11 días de nuestra historia que nunca existieron. Curioso. A veces el tiempo desaparece, algo con lo que todos hemos soñado alguna vez. Ese eterno deseo de esconder por momentos ese inmenso exceso de realidad. Cabe preguntarse si el papa Francisco no podría ajustar nuevamente el calendario y hacer desaparecer este pedazo de historia reciente, donde se extingue todo residuo de piedad y la figura humana deja de conmover. Esta maquinaria oficial de fieles, conversos y traidores que se están comiendo una Patria entera sin pestañar.
Es curioso como en nuestro país se va fusionado el lenguaje económico y el deportivo. Meses atrás Riquelme se convirtió en un interlocutor relevante. Dejó caer una frase simple y revolucionaria: “El club es de los socios, no se vende”, dijo. No sentó bien a los profetas del mercado. Es como si hubiera dicho que el Estado es de los ciudadanos, y tampoco se vende. Una obviedad no tan obvia en estos tiempos. Agregó algo más: “Boca no se privatiza”. Que es lo mismo, pero suena aún peor. La palabrita lo alineó de inmediato, y sin saberlo, con el llamado “marxismo cultural” (tan mencionado por la extrema derecha), enemigo de los valores de la sociedad occidental y de libre mercado y donde todo es susceptible de ser privatizado hasta los tuétanos. Ya lo dijo Trump: “El marxismo cultural lo impregna todo”. Lo volvió a repetir antes del debate con Kamala Harris, donde afirmó, sin sonrojarse, que los inmigrantes se comen los perros de los estadounidenses. Es cierto. En nuestro país con el hambre que hay, hasta los nacionales están a punto de comerse a Murray, Milton, Robert y Lucas.
Consideran “cultura marxista” todo aquello que alimente la corriente progresista del dominio de las ideas, de las creencias, de la moral, de las artes, de la educación, del deporte. Sí, también del deporte. Por eso unas simples elecciones en Boca se convirtieron en un formidable campo de batalla donde confrontar con el enemigo. Fueron a la caza de Riquelme sin comprender, que a esas alturas, ya se había convertido en un inesperado símbolo de resistencia popular. El actual presidente de Boca entendió que no solo venían por su cabeza sino también por las entrañas de la entidad. Y les hizo frente. Al final, se los llevó puesto a Macri y a Milei y le soltó una bofetada al modelo, algo que hoy toma un valor relevante cuando gran parte del Estado está siendo privatizado.
La integración de Juan Román Riquelme en la lista de “Chiqui” Tapia para su tercer mandato en la AFA dibuja un trasfondo de esperanza. Juntos asumirán la gran batalla que se dará por el control del fútbol argentino. No es un hecho menor. La lista de unidad busca resistir al embiste del Gobierno nacional por institucionalizar las Sociedades Anónimas Deportivas. Ambos, sin saberlo, se han convertido para el gobierno en los nuevos enemigos “marxistas” del fútbol argentino.
Sabemos como manipulan y embisten los poderosos. Lo hacen bien. Se nota que es gente que sabe. No lo hacen solos. Los acompaña la justicia, la banca, los medios dominantes, los mercados, las empresas y las aguas fecales de la política. La verdad importa poco en este hondo presente que ya no consuela, ni cobija, solo raspa y duele.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial 1979