El 29 de noviembre pasado el empresario energético Enrique Pescarmona destiló: “Las chicas de 14 años se embarazan para cobrar un mango”. La maternidad nunca es un negocio, menos un buen negocio. Pero, además, siempre parece solo un tema de mujeres, como si realmente los repollos y las cigueñas fueran un cuento real y no embarazos entre un chico (o un adulto) y una chica. Al contrario del imaginario que quita a los varones la responsabilidad y la decisión o imprevisión de los embarazos, los padres adolescentes también existen y son tomados por muy pocas polacas públicas, como el programa de Madres y Padres Adolescentes del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Pero, además, seis de cada diez madres adolescentes menores de 19 años o menos-contra la idea de una decisión unilateral- vive con su pareja. El promedio de chicas que conviven con su novio es superior en la Ciudad de Buenos Aires, San Luis, Chaco, Mendoza, Misiones, La Pampa, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y algunas zonas del Gran Buenos Aires. En otras regiones del país, como Catamarca, la cantidad de madres solas sube y solo el 24 por ciento de las sub 20 tienen pareja.
La maternidad adolescente no responde solo a deseos (legítimos) o a falta de información y educación sexual integral (falta de políticas públicas) con las chicas, sino también con los chicos, ya que 9 de cada 10 adolescentes de 14 a 20 años que tuvieron un parto tenía una relación de pareja con el papá de su bebé cuando quedo embarazada y, casi la mitad de las chicas, ya vivía con el novio (muchas veces por expulsiones fomentadas por la violencia familiar) en el momento de registrar el embarazo, según un estudio de Nina Zamberlin, citado en el informe “Situación de salud de las y los adolescentes en la Argentina”, editado por el Ministerio de Salud de la Nación y Unicef, en agosto del 2016.