La vejez como una mutación insalvable funciona como tema. De algún modo la performer se exhibe como alguien que observa y permite observar sus cambios. Hay algo biológico en Animal Anterior que no deja de imbricarse con lo político y lo cultural. Una transformación que sucede más allá de la voluntad, un cuerpo que se vuelve desconocido y que la performer husmea en un acercamiento acechante como una fiera que desea descubrir esa carne que es la suya.
Silvia Estrín hace de su cuerpo una forma dinámica. No hay estereotipos. Ella ha recibido una formación como bailarina, es actriz y performer, ha enseñado técnicas del movimiento y todo eso surge en sus desplazamientos. Vemos un cuerpo marcado por esa vida que contiene una historia. La voz de Silvia Estrín surge desde la forma del monólogo interior. La escuchamos grabada, desprendida de su cuerpo y el discurso se plantea en tono de pregunta.
La militancia en el PO, sus años proletarios, el aprendizaje del sistema Fedora, una práctica creada por Fedora Aberastury, un sistema consciente para la técnica del movimiento que Silvia estudió directamente con su autora. Los viajes a Brasil, su maternidad pasados los cincuenta años, sus traducciones del ruso son expresadas a partir de preguntas. No hay afirmaciones como si Silvia Estrín se interrogara por esa vida que ahora le resulta anómala o como si se desdoblaba en otra que lo sabe todo y no deja de sorprenderse, de preguntarle para saber si en realidad esos hechos, propios de una aventura, constituyen su biografía.
Silvia Estrín es una intérprete que suele darle una hondura radiante a sus trabajos y en esta obra dirigida por Denise Groesman, su cuerpo grácil y contundente siempre denota esa profundidad. Es además una mujer que se adapta a las propuestas estéticas de las nuevas generaciones, es fácil verla en creaciones de directoras y directores jóvenes con una capacidad de integración muy atrayente. En la escena la acompaña un robot precario, que en realidad es una base robótica parecida a esos artefactos que se usan para limpiar el piso, como si se tratara de una mujer enfrentada a una técnica difusa.
La luz de Matías Sendón, en ese dispositivo lumínico que es a su vez un elemento de la escenografía, también tiene una envergadura futurista. El pasado al que remite Silvia ofrece esa vitalidad más cercana a lo que está por venir que a lo que ya sucedió. Animal Anterior es una obra sobre la vejez que no se sitúa en la melancolía, por el contrario, el relato de Silvia Estrín que comparte la dramaturgia con Agostina Luz López, Miguel Garutti y Groesman parece el de una mochilera que cada vez que se proponía ir hacia algún lugar descubría en el camino un motivo más interesante que la desviaba de su meta inicial.
Animal Anterior podría ser también una pieza plástica. Groesman es artista visual además de actriz y directora y esta obra es factible de ser trasladada a un museo como una performance duracional que se repite y cambia sin un texto fijo.
Una vida que, en apariencia, no parece haber obedecido a las convenciones ni mandatos, o al menos, supo sortearlos con ingenio. En la protagonista de esta historia, que no está construida desde una carga ficcional sino que se manifiesta como una suerte de biodrama, la aventura es el código persistente, un llamado que todavía parece habitar en ella y que no deja de estructurar esta obra.