“Soy Antonela Sotelo, de la Escuela Secundaria N° 57, República de Italia, tengo 16 años y vengo acá porque me convocaron desde la escuela y estoy orgullosa de estar acá, de poder recorrer la memoria y darme cuenta de todo lo que tuvo que pasar mucha gente, de todos los derechos que tenemos hoy en día, cómo se sufrió para llegar a esto”.

Antonela está en el predio donde funcionó el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Extermino Pozo de Banfield. Llegó hasta ese lugar porque se cumplieron 48 años de La Noche de los Lápices. “Estudié mucho lo que pasó en la dictadura, pero lo del Pozo lo conocí hace dos semanas más o menos”, cuenta.

Antes de llegar a la palabra ‘derechos’ y a los pocos segundos de empezar a hablar con Buenos Aires/12, Antonela pasa de la efusividad al llanto. Ensaya un despido rápido. Se seca las lágrimas y se para como para seguir hablando.

—¿Por qué llorás?

—Porque duele saber que hubo gente en nuestro país, que comparte nuestra sangre, y  que hizo esto. Nos duele. Duele demasiado la política actual que hace como si esto no pasó y como que nada importó. Me lastima ver gente que no le preocupe lo que pasó.

Maitena, compañera de colegio de Antonela, también dice que no conocía el lugar “siendo que está tan cerca de donde suelo estar y donde se hicieron cosas tan feas”. “Tampoco conocía la historia del lugar e indagué más y te destruyen los documentales y las entrevistas, por eso me gusta que se hagan estos eventos y que no se olvide”, agrega.

Antonela y Maitena charlan con este diario en medio de la marea de cientos y cientos de jóvenes que acudieron al acto a comienzos de esta semana. Fueron parte de un público que, entre algunas risas, aplausos y ojos húmedos, vieron con atención la obra del grupo de teatro RG que recreó lo que vivieron por aquellos días de 1976 un grupo de estudiantes de la Unión de Estudiantes Secundarios en La Plata.

Diez, para ser precisos. Seis fueron asesinados: Claudio de Acha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Daniel A. Racero y Horacio Ungaro. Los cuatro sobrevivientes fueron Gustavo Calotti, Pablo Díaz, Patricia Miranda y Emilce Moler.

Díaz, uno de los pocos que puede contar la historia, fue uno de los oradores durante el acto. Al igual que Antonela, tomó el micrófono con un espíritu de alegría, con sonrisas y agradeciendo. Pero el recuerdo de aquel tiempo le quebró la voz.

“Hoy no es el mejor día para mí. Ojalá lleguemos a que sea un agravante penal no saber dónde están. Ellos saben si después de asesinarlos los quemaron y entonces que nos digan donde están cenizas, o si los enterraron fosas comunes. Necesito hablar con ellos y decirles que fui fiel en no olvidarlos”, dijo ante el millar de vecinos, estudiantes, militantes, dirigentes y funcionarios que llegaron a la esquina de Vernet y Siciliano, en Banfield, a sólo dos cuadras de Camino Negro.

Un día para la juventud

En el año 2014 se sancionó la Ley 27.002 que, en conmemoración a la denominada Noche de los Lápices, estableció el 16 de septiembre como el Día Nacional de la Juventud. La jornada, más expresa que tácitamente, hizo alusión al espíritu de la norma. Y es que, entre los organizadores y los oradores del acto, una frase se repitió: “Nunca vi tantos pibes en un acto del 16”.

Más allá de tratarse de una fecha que cruza transversalmente a la historia argentina, los acontecimientos de septiembre de 1976 tienen un particular peso para la provincia de Buenos Aires. Los múltiples stands de la Municipalidad de Lomas de Zamora, de la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense y del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos provincial, estuvieron colmados de consultas desde las 10 de la mañana por alumnos de escuelas secundarias locales y de distritos cercanos. 

Consultas sobre ciberacoso, fotos a las obras de artistas locales y la escucha a organizaciones de derechos humanos era el paisaje a ambos lados de la larga fila que conducía a la carpa más convocante: la que repartía una chocolatada.

Allí estaba un grupo de chicas de entre 14 y 15 años que se acercaron por la convocatoria del Programa Envión al que pertenecen. 

Son de Lanús. Milagros, una de ellas, asegura que no conocían el lugar y que, al llegar, lo que sintió fue “tristeza y dolor”. Melanie, otras de las chicas, agrega que en el colegio les mostraron lo sucedido y que ese dolor, particularmente a ella, le arriba tras pensar en los familiares que siguen buscando a sus hijos y nietos.

“Preocupa que se ponga en duda lo que pasó, hay que ponerse en el lugar del otro, ponerse a pensar que hay gente que vivió eso y decir que es mentira, o te digan que tu hijo no desapareció por esto es triste”, cuenta Milagros.

Los testimonios hablan en sintonía a una reflexión que Daniela Vilar, ministra de Ambiente de la provincia y dirigente lomense, que apuntó en su discurso durante el acto central: “Los pibes y pibas no están en cualquiera, dicen que viven en el individualismo pero acá están comprometidos”

Tanto Vilar, como cada uno de los presentes, condenó el discurso negacionista del Gobierno nacional. El foco estuvo puesto en la vicepresidenta de la Nación, Victoria Villarruel, férrea defensora del accionar de los genocidas bajo la premisa del combate contra subversión con el que los militares justifican aquellos hechos. 

Con esa excusa se llevaron, durante la primera quincena de septiembre de 1976, a Claudio de Acha de 17 años, Gustavo Calotti de 18, María Clara Ciocchini también de 18 años al igual que Pablo Díaz y a María Claudia Falcone de sólo 16. Mismos 16 tenía Francisco López Muntaner, 17 tenía Patricia Miranda, y 17 también tenían Emilce Moler y Horacio Ungaro. Con 18 años, el décimo secuestrado fue Daniel Racero.

El señalamiento inmediato sobre las presuntas razones para llevar adelante el operativo alude al reclamo por la vigencia del boleto estudiantil. Aunque, en el transcurso de cada discurso sobre el escenario, se pedía observar todo el panorama del momento. Para todos, hablar de solamente el boleto es reducir el rol de aquellos jóvenes que, cómo alguna vez dijo Moler, “queríamos cambiar el mundo”.

El ex CCD fue una sede de la Brigada de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires e integró el denominado Circuito Camps. Por allí, se estima, pasaron más de 300 víctimas del terrorismo de Estado, entre ellas, mujeres que estaban por dar a luz.

Luego de haber sido secuestrados en La Plata y enviados al CCD “Arana”, los diez estudiantes de la UES fueron llevados a otros puntos de la provincia, entre ellos, el ex Pozo de Banfield. El juicio que tuvo una primera sentencia tras más de 140 audiencias y 450 testimonios, es el conocido Juicio a las Brigadas. Incluye lo sucedido en el ex Pozo de Quilmes y en las sedes que la Brigada de Investigaciones tenía en Lanús, Avellaneda y San Justo.

Diez de los acusados fueron condenados a perpetua. Uno sólo a 25 años de prisión. Y hubo un único absuelto. Se trata de Enrique Augusto Barré, ex jefe de la policía bonaerense, quien hasta diciembre de 2023 fue defendido por el actual ministro de Justicia de la Nación, Mariano Cúneo Libarona.