Alzamos una vez más la pluma y la voz porque la impunidad sigue añadiendo capítulos a la historia de las violencias y abusos en nuestro campo profesional, y porque el silencio no es salud.
No lo hacemos en contra de "un" nombre propio porque son muchos. Muchísimos. No lo hacemos, porque además sabemos que no es tan sencillo, y que las esquirlas recaen generalmente en quienes denuncian, renovando violencias y "disciplinamientos".
Lo hacemos a favor de las víctimas, y de la ciudadanía en general. A favor de la ética que dignifica nuestra profesión.
No vamos a callar, no mientras que aquellos denunciados, hijos sanos de nuestra disciplina, sigan siendo convocados a dar clases y charlas en ámbitos públicos y privados, o a publicar en medios de comunicación masivos, deshonrando nuestra profesión y gozando de la complicidad hecha de muros de amparo y negacionismo.
Las denuncias se acumulan, pueblan un silencio espeso. No los vamos a nombrar pero tienen nombre propio.
Sus consultorios y divanes se convierten en escenario de encerrona trágica, como el maestro Fernando Ulloa nos advertía. Sólo dos lugares, sin tercero de apelación, en los que paciente y profesional se convierten en víctima y victimario. La disparidad y asimetría de poder entre quien consulta y el profesional tiene para nosotres un límite ético.
El abuso de poder convierte al espacio terapéutico, sostenido en un vínculo de asimetría, dependencia y confianza, en un dispositivo de crueldad. Este tipo de violencias poseen una especificidad agravante respecto de otras formas de abusos. Quien abusa del poder que un título otorga causando nuevos daños, daños y nuevos traumas a quienes llegan a un consultorio en busca de ayuda profesional, y luego violenta más aún y degrada a quien se atreve a denunciar en nombre de su "patología" es una clase de cretino muy específico.
Fuera del consultorio no quieren escuchar, o escuchan y desmienten, reclaman denuncias judiciales y pruebas, desacreditando a las víctimas con el ejercicio de nuevas violencias. Cuando las violencias y abusos se dan en esa encerrona de dos, se sospecha de la víctima, no hay más que la palabra de quien denuncia. Nada más y nada menos. No todos los hechos configuran delito, pero estas prácticas constituyen faltas éticas y abuso de poder.
No es otra cosa que el poder lo que los ampara y los convoca a espacios académicos y de divulgación, donde son recibidos con aplausos... El poder los encubre, y los cuida, se cuidan, en cofradía.
Eva Giberti nos decía acerca de los abusos en los consultorios, que estos eran desmentidos por el abusador, y que ello plenificaba el abuso de su poder con la complicidad de las instituciones que consagran su impunidad.
Contra esa impunidad imperturbable, escribimos.
No vamos a permanecer en silencio mientras visten a sus abusos y violencias con el nombre de "salud mental".
No nos callamos más.
Red federal de psicólogas y psicoanalistas contra los abusos, las violencias machistas y de género (Analia Tannuri, Alejandra María Carrizo, Bárbara Sujmajier, Berenice Moulin, Federica Benassi, Gabriela Mazza, Jesica Ramirez Punset, Lila María Feldman, Marta Fernández Boccardo, Verónica Cardozo). Siguen decenas de adhesiones.