De acuerdo a noticias recientes, estaría avanzando un acuerdo de libre comercio del Mercosur con la Unión Europea. El efecto más visible es el de restringir severamente toda política de protección a sectores industriales más o menos nacientes en el Mercosur, a cambio de una entrada más libre de bienes primarios y sus manufacturas (por ejemplo, biodiesel). Pondría en peligro por ejemplo el arancel externo común que valla a la industria automotriz hoy estructurada en el Mercosur.
La apuesta que se alega para este tipo de acuerdo es que abre los “grandes” mercados de la Unión Europea, generando escalas y oportunidades, y por lo tanto la ansiada lluvia de inversiones y un desarrollo sostenido y abierto.
Si esto es así o no, lo demostrarán los hechos, que dependerán en alguna medida en cómo se implemente este eventual acuerdo, en lo referido a plazos para la convergencia de los tratamientos. Una gran duda sigue siendo si la Unión Europea pondrá en peligro su sector agropecuario, que tiene gran importancia en varios países, pero que parece imposibilitado de competir con las ventajas comparativas del Mercosur, en lo referido a cereales, oleaginosas y ganadería.
La cuestión económica –sin duda relevante– no es, sin embargo, el verdadero disparador de este tipo de acuerdos. Su génesis siempre se sitúa en el plano de la política, donde se combinan tanto componentes internos como externos. El origen de la Unión Europea está en la decisión de construir acuerdos para evitar una nueva conflagración bélica; no casualmente empezó con un pacto sectorial (referido a hierro y acero) entre Francia y Alemania Occidental, en los años ‘50. El Mercosur por su parte fue concebido antes que nada como un mecanismo de salvaguardia de las nacientes democracias en la década de 1980; de allí la centralidad de la cláusula democrática, que se aplicó a Paraguay antes y a ahora a Venezuela.
¿Qué lleva ahora a este acuerdo con la Unión Europea? Por lo pronto, señalemos que hubo avances durante el gobierno kirchnerista; éste no es un tema que haya aparecido en los últimos dos años. Pareciera que impera la idea de que “a algún bloque hay que pertenecer en este mundo globalizado”. Fracasado el intento del ALCA, por oposición de Argentina y Brasil en 2005, y ante el evidente crecimiento del proteccionismo estadounidense, la única opción que parece quedar es la Unión Europea, ya que BRICS no parece estar en la agenda de las opciones de los actuales gobernantes de Brasil y Argentina (sobre todo por la presencia de la Federación Rusa).
El acuerdo será al mismo tiempo un poderoso instrumento de disciplinamiento interno. Ya habrá grandes restricciones a políticas de promoción o asistencia a sectores expuestos. Esto contendrá tanto a sectores empresarios como sindicales, y el mercado imperará finalmente, haciendo su trabajo. Sospechamos que ésta es una motivación central para los gobiernos conservadores de Argentina y Brasil.
No podemos saber dónde nos llevará este proceso. Pero las experiencias internacionales de los escasos países exitosos de la periferia indican que este camino es inconducente. No fue abdicando de proyectos en nombre del mercado que el Sudeste Asiático logró la posición que hoy exhibe; esto ya lo reconocía el Banco Mundial en 1993. La propia experiencia de Argentina y Brasil indica que cuando hubo proyecto, hubo desarrollo, más allá de sus limitaciones evidentes. La fabricación en Brasil de aviones de pasajeros de gran porte no es hija de aperturas económicas indiscriminadas, sino de un emprendimiento estatal (Embraer era de hecho en su origen una empresa del Estado). Lo mismo puede decirse de la capacidad tecnológica nuclear de la Argentina.
El acuerdo con el la Unión Europea no hace sino patentizar el completo extravío de las burguesías mercosureñas, hoy más preocupadas en imitar patrones de consumo de países centrales o en desestabilizar gobiernos llamados populistas, que en apuntalar auténticos proyectos abarcativos. Como señala Dani Rodrik, América latina es el ejemplo patente del fracaso de las políticas del Consenso de Washington. Pero con frecuencia los mitos pesan más que los hechos, ya se trate de elites o gentes de a pie.
Tal vez sería oportuno que actores relevantes del escenario político de Argentina y Brasil, opuestos a esta integración a ciegas, den a conocer una postura pública, anticipando una necesaria renegociación del acuerdo, cuando exista la oportunidad.
* IIE-Cespa-FCE-UBA.