Mientras la prensa local se pavonea con noticias del corazón sobre el sonado romance entre sus protagonistas, festeja con pitos y flautas la visita de uno de sus actores al país o pasa religioso aviso acerca de lo que vendrá en próximos episodios, del otro lado del charco, en Uruguay, Esposa Joven –la tira sensación turca que aquí transmite Canal 13– corre con distinta suerte. Sucede que el reciente estreno de la serie en el privado Canal 4, Monte Carlo TV, “ha generado alarma en la otra orilla del Río de la Plata”, según informa el diario El País. El motivo, evidente: una trama que gira alrededor del matrimonio forzado de una chica de 13 años con un hombre mayor, donde la petite Zehra -tal es el nombre de la estelar jovencita- no ahorra en disgustos. A modo de sucinto resumen, algunas situaciones que la muchacha ha debido sortear (al menos, hasta el momento) incluyen: haber sido regalada de niña por sus pudientes abuelos maternos para defender el honor de su madre, entonces joven mujer soltera. Haber sido criada por un padrastro iracundo, capaz de golpearla hasta el desmayo. Ser obligada a casarse para preservar la honra de su hermano. Deber convivir con su familia política, que cuando no la manda a fregar o le dispensa epítetos impíos, le rompe su única posesión valiosa: los libros, y le trunca el sueño dorado de estudiar para convertirse en maestra. Ser vapuleada, violentada y violada por su esposo, y quedar embarazada a causa de la violación. Ser forzada a parir, aún a riesgo de su propia vida. Que el marido la cachetee y empuje con el niño en brazos. Caer en manos de tratantes de mujeres (¡en dos oportunidades!), que intentan prostituirla o venderla al mejor postor. Y aquello por mencionar unos poquitos ejemplos de los avatares de una damita que, condenada a vivir con miedo, no dice ni pío... Avatares que no solo pueden verse en nuestra pantalla chica en horario ATP, sino que cuenta en Argentina con un altísima rating –en promedio, 11 puntos.
“Las desgracias de la pequeña Zehra incluyen maltrato psicológico, golpizas, maternidad forzada y una violación, punto culminante de una de las temporadas de la serie, que consta de unos 200 capítulos. En el último episodio, cuando el agresor fallece, la niña llorará la pérdida fijamente ante la cámara, momento amenizado con música romántica, cuya letra avala la sumisión al hombre y esposo”, advierte el mentado medio, dando las más que justificadas razones que han hecho sonar las chicharras charrúas. En especial la de distintas ONGs que –reuniendo a razón de 10 mil firmas para detener la emisión de Esposa Joven– se pronunciaron en contra de “la naturalización de situaciones como las que se recrea de manera sostenida a lo largo de esta ficción, que reproduce y sostiene los parámetros culturales que legitiman la violencia de género en todas sus formas”. Desarrollando sin problematizar una reiterada, constante serie de abusos ejercida contra el personaje central: una muchacha –va de nuevo– de apenas 13 años.
“Las autoridades uruguayas de protección del menor, apoyadas por Unicef, han intervenido en el asunto reclamando un cambio de horario de la serie y la eliminación de sus franjas de publicidad. Así, Esposa joven se emitirá a partir de las 22 horas”, informa la corresponsal Magdalena Martínez, señalando, por cierto, que la trama toca un nervio sensible en la sociedad uruguaya, donde el 7,4% de las adolescentes ya ha contraído nupcias. Subrayando, por otra parte, el colmo de la ironía: que la producción turca fue estrenada en Uruguay en la misma semana en que se celebraba el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer…
Con todo, mientras diversas asociaciones feministas continúan dando pulseada, solicitando que se levante el enlatado, el director de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo, Juan Faroppa, aclaró que hacerlo sería una forma de censura. Empero, pidió al Canal 4 que la emisión esté “acompañada de acciones permanentes de sensibilización y análisis crítico con perspectiva de género, que permitan problematizar y denunciar las situaciones de abuso, discriminación y violencia”. Acciones que, de concretarse en la Suiza latinoamericana, acaso expongan cómo, lejos de ser argumento fantasioso, Esposa Joven saca –inescrupuloso– provecho de una pavorosa realidad en Turquía, donde uno de cada tres matrimonios se celebra con una menor de edad, según arrojan ciertas estadísticas. Donde pocas semanas atrás se debatía seriamente conceder amnistía a los condenados por abuso de menores, de haber contraído matrimonio con sus víctimas mediante ceremonia religiosa. Donde un funcionario expresó hace poco tiempo que las mujeres no deberían reír en público; y el presidente, en vez de condenar el resonante caso de un hombre que atacó a una joven por vestir pantalones cortos en el transporte público, recomendó al señor que, en lugar de haberla golpeado, solo debería haberla reprendido…
No está de más recordar que el llamativo fervor local por las telenovelas turcas comenzó el pasado año con Las mil y una noches, a la que sucedieron Qué culpa tiene Fatmagul y Sila, que, diferencias más, diferencias menos, giran también alrededor de matrimonios arreglados, violaciones, maltratos a las protagonistas. Tan peculiar el fenómeno que incluso desde latitudes ibéricas ha llamado la atención tamaño interés y consecuente éxito; el periodista Carlos Cué, por caso, a comienzos de año anotaba que “tres de los cinco programas más vistos esta semana en Argentina son telenovelas de un país a 12.500 kilómetros de Buenos Aires y sin una especial vinculación histórica salvo por el apodo genérico que reciben todos los argentinos de origen sirio, libanés o incluso árabe”. Decía luego: “Ahora se multiplican los viajes a visitar el país de las telenovelas. Todo lo turco vende en Argentina, una carambola que nadie logra explicarse”. Atrás quedó la era dorada de los apasionantes novelones brasileros, infinitamente más cercanos (y no me refiero precisamente a la versión delirante Moisés y los 10 Mandamientos, culebrón bíblico y sonada traición a Charles Heston, que incomprensiblemente –como sucede con los milagros– encandiló a la audiencia nuestra de todos los días). Aún más lejos, la propia era diamante del genio Alberto Migré, con sus culebrones de antología.