Escribimos en la calle, esta vez en el cruce de la Avenida Suarez con Isabel La Católica, a una cuadra de donde sucedió, hace ya cuatro meses, el triple lesbicidio de Barracas. Plasmamos con cinta blanca “RESISTEXISTE”, en letras de dos metros de alto. La frase reelabora una cita del artista visual argentino, Juan Carlos Romero: “EXIST-RESIST”.

A algunas personas les costaba leer la conjunción de palabras y buscaban nuestra ayuda para interpretar su sentido. Otras reaccionaban con aprobación. Otras, menos convencidas, pedían una explicación. La referencia a un artista fallecido las tranquilizaba.

Sobre la vereda, los integrantes de La Asamblea Permanente de Barracas empezaron a juntar firmas contra el veto de Milei a la Ley de Movilidad Jubilatoria. Nos preguntaron si podían retratarse sosteniendo sus carteles de cartón junto a nuestro texto. Les respondimos que sí e hicimos propia su idea. Empezamos, nosotras también, a retratar junto a la frase a los habitantes del barrio. La florista del puesto de enfrente con un ramo de fresias. Un chico con camiseta de Boca haciendo jueguitos con su pelota. Una señora mayor con bastón mientras nos decía: “estoy resistiendo bastante”. Un cartonero con un carro pesadísimo que movió de posición para que el texto se viera mejor. Un motoquero. Un pibe en bici. Una señora con un perrito. Y una nena que, con sus patines, pasó rondando por encima de nuestras palabras.


Los retratos terminaron siendo un montón, un conjunto que da cuenta de muchas particularidades. También nos visitó la policía, alertada por un vecino que denunció que estábamos ensuciando. Y tampoco faltó algún conductor que nos mostró su disgusto desde la distancia blindada de su auto.

Sobre las sendas peatonales escribimos FUE LESBICIDIO y los nombres de las tres mujeres asesinadas “PAMELA, ANDREA, ROXANA”. Los comentarios de los vecinos fueron más explícitos, no había duda a qué nos referíamos. Transcribimos sólo lo último que escuchamos: “que lindo homenaje hicieron”.

Trabajar en el espacio público, como decidimos hacer, implica una propuesta de diálogo. La calle se apropia de los textos con los que, a mayor o menor escala, buscamos visibilizar determinadas ideas. En ocasiones la intervención sobre ellos nos desanima, pero otras veces pone a las palabras a bailar como no hubiéramos imaginado. En esos momentos sentimos que nuestra acción forma parte de un espacio común, donde construimos una percepción compartida de la situación y cuestionamos la visión impuesta desde las esferas y retóricas del poder. La calle es nuestro lugar de encuentro.

*Mapa colectivo de trayectorias que vincula activismo feminista y prácticas artísticas.