El pasado 24 de agosto, Ema, una adolescente de 15 años, se suicidó en su cuarto, cuando su madre salió a hacer las compras. 24 horas antes, su compañero de 14 años, había viralizado sin su consentimiento, un video en el que ambos mantenían relaciones sexuales.
Según estadísticas brindadas por Red por la Infancia, el suicidio es la segunda causa de muerte de chicas y chicos que tienen entre 10 y 19 años. Si hurgamos en los motivos, la violencia digital y el cyberbullying son causantes directos de más de 200.000 muertes.
La Alianza mundial We Protect advierte que la difusión de contenido íntimo produce vergüenza, estrés, aislamiento, depresión, ansiedad y autoinculpación. Incluso puede llevar a autolesiones, y en casos extremos, al suicidio.
La era digital trajo la liviandad como un atajo a la violencia
Nuestro lenguaje se volvió hostil, como la antesala del cuerpo a cuerpo. El suicidio de una niña no nos tira de la silla para correr al cuarto de nuestros hijos, sentarnos a los pies de sus camas y hablar de lo que sucede más allá de lo que vemos en las pantallas.
El desafío es reparar el daño de este vale todo que pretenden imponer.
La falta de correlación entre lo discursivo y los hechos, la demonización de ciertas palabras, nos dejan en la orilla de la naturalización y de la indiferencia.
La resistencia es la amabilidad, la amorosidad y el respeto por la otredad. Comprender que la violencia virtual es violencia real y tienen consecuencias similares. Los vínculos virtuales deberían construirse al calor de los mismos cuidados que una relación tradicional. La divulgación de material íntimo es una forma extrema de violencia.
La ley de Educación Sexual Integral es una herramienta fundamental.
Según estadísticas brindadas por Red por la Infancia, el suicidio es la segunda causa de muerte de chicas y chicos que tienen entre 10 y 19 años. Si hurgamos en los motivos, la violencia digital y el cyberbullying son causantes directos de más de 200.000 muertes.
La Alianza mundial We Protect, advierte que la difusión de contenido íntimo produce vergüenza, estrés, aislamiento, depresión, ansiedad y autoinculpación. Incluso puede llevar a autolesiones, y en casos extremos, al suicidio.
El vacío legal o bien, leyes deficientes, sumado a la falta de información, nos deja, a padres y madres, fuera de juego. ¿Cómo prevenir algo que desconocemos?
En octubre de 2023, en nuestro país se sancionó la Ley Olimpia, que incluye en la Ley 26485, la violencia digital como una forma de violencia de género. Pero la misma solo incluye a mujeres adultas, dejando a la deriva, en cierto punto, a las infancias y adolescencias.
La difusión de forma pública de material íntimo con intención de dañar, constituye un delito tipificado por el código Penal en su artículo 128.
Hoy espera a ser tratada en el Congreso de la Nación la Ley Belén, que tiene como finalidad incluir en el código penal la violencia digital.
¿Qué hacemos con estas leyes que tienen sabor a poco? ¿Qué puertas de un estado indiferente vamos a golpear para abordar de forma integral la violencia digital como un monstruo que se agiganta frente a nuestros ojos y la sombra es tan grande que nos produce ceguera o parálisis? Tal vez la pregunta que nos debemos hacer es ¿Por dónde empezamos?
Si hacemos una línea puteada entre violencia digital, grooming, sexting, sextorsión y suicidio adolescente, vemos que varias es entrecruzan y todas llegan, como una posibilidad concreta, al desenlace irreparable.
Rosa Castro, madre de una víctima de grooming y fundadora de la ONG Mamá en Línea, advierte que los adultos debemos informarnos, navegar en la web, no mirar para un costado: “El grooming es una puerta, una herramienta que se utiliza para un montón de delitos con objetivos como la producción de material de abuso sexual contra las infancias. Cuando los chicos se ven expuestos a este tipo de situaciones, que en principio es un secreto y luego sale a la luz, empezamos a tener niños que llegan al limite del suicidio. Grooming quiere decir acicalamiento, para los pedófilos significa “preparar a las víctimas”. Ellos eligen del catálogo que es hoy internet y comienzan su trabajo a través de juegos, seducción, con identidades falsas. Construyen un personaje”
El protocolo de actuación de este tipo de delincuentes comienza con la construcción de perfiles (identidades falsas) y a partir de un primer contacto logran construir un vínculo con esa niña o niño hasta llegar a conseguir una imagen de la que ese adolescente pueda avergonzarse.
Una sola imagen basta para que comience el calvario de la sextorsión. “Los adultos hemos dejado muy a la deriva a los chicos, porque no conocemos mucho sobre las redes”, continúa.
¿Cómo acompañar a nuestros hijos en esta nueva forma de vincularse con los riesgos que vamos descubriendo día a día?
El desconcertante recorrido de maternar o paternar (en el mejor de los casos mapaternar), conlleva tareas básicas a las que hoy debemos sumar el control y acompañamiento en el mundo virtual de las infancias y adolescencias.
De sexting a sextorsión
“El sexting es una realidad que se impuso en la pandemia fuertemente. El desafío como adultos es acompañar a las adolescencias en esta forma de vincularse sexoafectivamente brindando la información necesaria para evitar riesgos: enseñarles a proteger su identidad es el primer paso imprescindible. No mostrar el rostro, marcas personales como tatuajes. No habilitar dirección, colegio, información personal íntima”, advierte Paula Wachter, Fundadora de Red por la Infancia.
Es importante observar las conductas de adolescentes cercanos. Los síntomas frecuentes son aislamiento, tristeza, silencio, irritabilidad, ansiedad e indagar acerca de los motivos.
“No tomé dimensión”, expresó la mamá de Emma, en relación a lo que estaba viviendo la niña al verse expuesta frente a sus amigos y compañeros.
Hoy en Argentina no hay puertas para golpear. No hay capacitaciones vigentes para contar con recurso humano especializado para abordar la temática.
¿Qué nos queda?
Frente a un Estado que se desentiende de las infancias y adolescencias, que arrasó con toda política de prevención y contención, que desconoce las violencias por motivos de género, la única herramienta posible, es el abrazo, la escucha, el diálogo y el amor como un grito desesperado de prevención.
Los números de ayuda para prevención del suicidio: Línea Nacional Argentina para la orientación y apoyo en urgencias de Salud Mental 08009990091. Centro de Asistencia al Suicida: 135 desde CABA o GBa y 0800 345 1435 para el resto del país.