Para nosotras fue como un rayo, utilizando así uno de los puntos alrededor de los cuales giró el encuentro en el cual los escritores Javier Núñez y Juan Sklar homenajearon a Paul Auster en la Feria del Libro de Rosario. Con la figura de ese fenómeno natural, el estadounidense había ilustrado cómo fue su decisión de dedicarse a escribir. Te ilumina con ese golpe, te decide. Aparte confesamos que nos sentimos en compañía cuando el primero de los nombrados nos compartió que la muerte del escritor, en situaciones dramáticas de su vida familiar, le hubo ocasionado como una perdida personal, una tristeza de la cual se consoló viendo que le quedaban sus libros.

El rayo que te ilumina la vida y te decide el camino que tomarás, también les había tocado a ellos. Amenamente contaron vivencias personales. Acerca de sus propios “rayos”.

Siguiendo con la metáfora, en el plano más modesto de espectadora, algo así nos conmovió cuando para seguir la charla entre Martin Kohan e Hindie Pomeraniec  debimos hacerlo fuera del recinto ante una gran pantalla. Fuimos muchísimos, adentro y afuera, tanto así que después coincidimos con amistades que habíamos estado sin encontrarnos. Ahí pensamos y al comunicarlo, encontramos coincidencia, que el evento iba a ser como una resistencia. Cultural. En relación al tiempo que estábamos viviendo. O padeciendo.

En ese primer encuentro con escritores, hubo aplausos a ciertas referencias de la actualidad, con las que especialmente el escritor iba mechando las imperdibles reflexiones de ambos. El primer delicioso plato de un banquete donde se sirvieron en abundancia.

En días posteriores consultamos lo mismo, entre asistentes. Tuvimos suerte en la encuesta, ya que claramente no todos pensarían lo mismo. O les seria indiferente la cuestión.

Algo nos sorprendió y esperanzó. La cantidad de jóvenes comprando, pidiendo dedicatorias, haciendo filas para escuchar a escritores. No todo está perdido.

Organización impecable.

Salteando la Realeza Académica de la Lengua, graficamos que resistimos cuando uno, muchos, nos empujan hacia un abismo. Para que caigamos definitivamente. Estorbamos y a quienes estorbamos deciden eliminarnos. Es un monstruo grande que pisa fuerte bajo cuyas grandes patas y las de su ejército, podemos caer al vacío.

Tuve la sensación que todas esas pequeñas actividades que estábamos llevando a cabo en la Feria del Libro era como resistir un empuje con que, vigorosamente y desde las más altas posiciones estratégicas, se estaba intentando arrojar a un abismo a la Cultura Nacional. Esperando que no se levante más. Como cuando se quiere demoler un edificio de bella arquitectura, que fuera construido, cuidado, agrandado, durante generaciones.

Claro que al Monstruo y su ejército no les está resultando fácil. Porque también la construcción es admirada internacionalmente. Entonces, figura de la pobre Troya, el enemigo ejecuta maniobras de asedio. Va cortando puentes, tirando saetas. La resistencia enfurece a la Bestia que insulta, declama y proclama e insta en términos a menudo injuriosos a su propia tropa, de carne y hueso o virtual, para que no dejen ladrillo en pie.

Nuestra recién finalizada Feria del Libro nos pareció como un útero. Un refugio. Allí las garras no nos alcanzaban. Arañarían los toldos, derribarían sillas. Pero entrar, no entraron.

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