La máxima de Julio Cesar, Divide et impera, parece ser aplicada por el establishment argentino para avanzar sobre los derechos de los trabajadores. Ayer fue la campaña contra la moratoria jubilatoria y la AUH que favorecía a los trabajadores informales, donde se convenció a los trabajadores formales que se les quitaba parte de sus ingresos vía ganancias para mantener a quienes “vivían del subsidio o el plan”. Poco importaba si, en realidad, esas políticas de inclusión permitían sostener el consumo, las ventas y, finalmente, los empleos y salarios registrados. El objetivo era poner la opinión pública contra las políticas de inclusión contando con el apoyo de dirigentes sindicales de mirada estrecha respecto a los intereses de los trabajadores.

Paradójicamente, quienes ayer fomentaban el odio de los incluidos respecto a los excluidos, hoy parecen conmoverse de su situación. En esta repentina caridad por los que menos tienen, fomentan la pérdida de derechos de los trabajadores formales como una herramienta para la inclusión social. La eliminación de las horas extras, indemnizaciones, fomento de tercerización y contratos temporales, entre otras medidas de flexibilización que pueblan la reforma laboral, son presentadas como una herramienta para crear empleo y reducir la informalidad. Los trabajadores formales deben ceder una parte de sus “privilegios” (derechos), para que los demás trabajadores puedan acceder a un empleo formal. Como Roma no paga traidores, la dirigencia sindical ayer funcional a la campaña contra la ampliación de la seguridad social a los informales, hoy es señalada como un grupo de mafiosos cuyo quiosco sindical impide generar trabajo para todos. 

Vale aclarar que la pérdida de derechos laborales en los trabajadores formales, en nada mejora la situación de los informales. Es más, el deterioro de los ingresos reales de los trabajadores formales a que apunta la reforma, termina perjudicando a muchos trabajadores de la economía popular. Es que la clientela de los vendedores ambulantes, limpiadores de piletas, cortadores de césped, plomeros, gasistas y otros tantos rebusquen, esta compuesta en gran medida por los asalariados formales. Ante un deterioro de sus ingresos, muchos de ellos dejaran de comprar al vendedor ambulante, limpiaran ellos mismos sus piletas, cortaran su césped o arreglaran sus tuberías. Es decir, el deterioro de los ingresos de los sectores formales termina mermando los ingresos de los informales (y viceversa).

La idea de que el deterioro de los empleos informales por la reducción de los derechos en los formales, será compensado por una mayor creación de empleo, es una fantasía. El resultado real de la reforma es disminuir el ingreso de los trabajadores formales e, indirectamente, de los informales. La consecuente baja del consumo popular reducirá las ventas, la producción y el empleo de la economía derivando en despidos (facilitados por la eliminación de indemnizaciones que promueve la reforma). Es decir, lejos de promover el empleo, la reforma laboral los destruye.

@AndresAsiain