La sustancia 5 puntos
The Substance, Reino Unido, 2024
Dirección y guion: Coraline Fargeat
Duración: 140 minutos
Intérpretes: Demi Moore, Margaret Qualley, Dennis Quaid, Gore Abrams, Robin Greer, Oscar Lasage, Tom Morton.
Estreno en salas de cine.
La premisa de La sustancia, película con la que la directora y guionista francesa Coraline Fargeat ganó el premio a Mejor Guion en el Festival de Cannes, es una de sus virtudes. Una idea nada original pero desarrollada con eficacia, al menos durante buena parte de sus dos horas veinte. El argumento no está lejos del que Oscar Wilde imaginó para su única novela, El retrato de Dorian Gray.
Igual que el libro, La sustancia juega con la convención de asimilar juventud y belleza, como si se trataran de lo mismo, y el miedo a envejecer. Pero también ejecuta algunas variaciones, cambiando el sexo del protagonista y alterando el período vital que atraviesa. A diferencia del joven Dorian, Elisabeth Sparkle es una actriz sesentona reconvertida en estrella fitness de la tele, quien es descartada cuando su cuerpo comienza a dar muestras del paso del tiempo. En ese momento, la mujer recibirá una invitación clandestina para probar una sustancia que promete devolverle “la mejor versión de sí misma”. A partir de ahí, la historia articulará algunos elementos argumentales tomados de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert L. Stevenson, otro clásico fantástico del período victoriano.
Que la protagonista desee recuperar sus atributos perdidos en lugar de mantener los que tiene, como en la novela, no es un cambio inocente. Mucho menos si se trata de una mujer que ve como su vida se desmorona debido a la imposición de un canon de belleza que tiene en el tiempo a su peor enemigo. Tampoco es inocuo que la encargada de darle vida al personaje sea Demi Moore, una actriz que a los 61 años pone en cuestión el postulado que establece que vejez es igual a fealdad. Pero es justo ahí, cuando la metáfora comienza a volverse demasiado obvia, donde la película empieza a mostrar síntomas de fatiga estructural.
Fargeat recurre a dispositivos que abrevan en fuentes notorias. Desde la colocación de la cámara, los cuadros axialmente simétricos, las perspectivas profundas, el uso de lentes panorámicos y hasta las alfombras o un baño de sangre, todo en la puesta en escena grita desde la pantalla: ¡Kubrick, Kubrick! También hay rastros de David Lynch en el juego de dobles y la representación descarnada de Hollywood, que dialogan de forma abierta con Mullholand Drive. Y, por supuesto, es inevitable no reconocer a Cronenberg en el placer que la directora muestra a la hora de retratar la corrupción de los cuerpos y su obsesión por sacar de ellos todo lo que la naturaleza colocó adentro con sabiduría.
No se equivocarán quienes, a partir del párrafo anterior, concluyan que La sustancia es un pastiche de diseño cool y pretencioso. Pero es también un ejercicio cinematográfico disfrutable a partir del desborde y de su voluntad casi adolescente de transgredir. Un impulso lúdico y genuinamente cinéfilo que consigue traspasar la pantalla. El problema aparece, una vez más, cuando lo que era un juego se convierte en sermón y aquello que estaba bien como travesura busca de manera forzada imponerse como mensaje unívoco.