“Tengo 14 años, mi hijo tiene un mes y tres días, y ahí dije ´en qué lío me metí´.” “Estar sola con un bebé es muy difícil. Hay veces, nada más, que me puedo bañar, porque no tengo con quién dejarla.” “Costó darme cuenta de que no podía ser mamá, trabajar y estudiar, y eso causaba frustración.” “Es muy difícil estudiar con la beba al lado, que te queden las cosas en la cabeza, porque estás pensando en la hora que ella tenga hambre." “No nos están dando la posibilidad de trabajar, porque ya en varios lugares han pedido gente que no tengan hijo a cargo o nadie a cargo.”

Son las voces de adolescentes que hacen carne sus maternidades en la campaña “Adolescentes madres, historias sin fronteras”, realizada por diferentes organizaciones de América Latina. Sus relatos describen la falta de un futuro que las cifras develan: el 47,3% de las niñas y adolescentes de la región que son madres alcanza solo el nivel primario, y las mujeres que fueron madres tempranas ganan en promedio un 24% menos que quienes lo fueron en la vida adulta. De cada 10 adolescentes que asistían a la escuela al momento de su embarazo, 5 interrumpieron su trayectoria escolar, y casi la mitad de las madres tempranas alcanzan únicamente la educación secundaria. Cada día, en la Argentina, unas 130 adolescentes se convierten en madres. El 42% de las chicas de 14 años que son madres no asisten a la escuela, y el 58% de las que tienen entre 15 y 19 años, y se encuentran en la misma situación, tampoco.

“Las niñas y adolescentes madres de la región ven disminuidas sus posibilidades de inserción en el mercado formal, acceden a peores empleos o a empleos informales y consecuentemente alcanzan niveles inferiores de ingresos”, expresa el informe de la campaña encabezada por Fundación Kaleidos, de Argentina; Fundación Juanfe, de Colombia; Voces Vitales, de Panamá; SoyMás, de Chile, y TANI, de Perú, que integran la Red Mapa, una línea de acción territorial de acompañamiento de maternidades y paternidades en la adolescencia.

El embarazo no intencional en las adolescencias y la maternidad/paternidad en esta etapa obstaculizan el cumplimiento de los derechos humanos de miles de niñas y adolescentes, y eso impacta negativamente en su posibilidad de finalizar la escuela y generar ingresos que les permitan desenvolverse con autonomía. Todo esto reproduce la desigualdad social y los ciclos intergeneracionales de pobreza”, confirma Alejandra Scialabba, directora ejecutiva de Fundación Kaleidos.

Licenciada en Ciencias de la Educación y magister en Gestión y Administración de la Educación, Scialabba detalla que esta segunda edición de la campaña visibiliza qué ocurre con el impacto de la maternidad en la educación y el trabajo de esas adolescentes, y pide oportunidades de inserción laboral, “porque es difícil que las tomen. En general, siempre prefieren mujeres que no tengan hijxs. Las adolescentes madres tienen muchas ganas de trabajar, pero existen trabas y barreras que solo tienen que ver con el hecho de ser madres”.

¿En qué situación se encuentra el embarazo adolescente?

--En los últimos años, con el Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia (ENIA), la tasa de embarazos bajó, pero sigue siendo un problema. Unas 43 mil adolescentes por año son madres, y de este número unos 1.300 casos tienen que ver con embarazos de adolescentes menores de 15 años, que en general están directamente vinculados a situaciones de abuso. Si hablamos de embarazos en mayores de 15 años, no necesariamente están ligados a abusos pero sí a vulneraciones de derechos, porque 7 de cada 10 casos son no intencionales. Esto esconde situaciones de violencia, falta de acceso a salud y a educación. Son múltiples factores para un problema grave, si pensamos que todos los días 130 adolescentes son madres, y deber ser visibilizado, porque es una realidad muy dispar en nuestro país. Todavía existen zonas donde la incidencia del embarazo en la adolescencia es alta y donde hay mucho menos acceso a Educación Sexual Integral (ESI) y a métodos anticonceptivos. Las regiones del NEA y el NOA son las más comprometidas, porque aglutinan esos factores y porque son más conservadoras. No hablaría de una intencionalidad de los gobiernos para obstaculizar, sino de provincias complejas y con falta de recursos. Todo es parte de un problema más grande, que nunca termina de poner en la agenda pública el embarazo adolescente como prioridad.

¿Qué porcentaje de madres adolescentes terminan la escuela secundaria?

--Solo el 30%. El porcentaje es muy bajo, marca las oportunidades que van a tener a futuro. Y si bien el embarazo adolescente atraviesa todas las capas sociales, tiene mayor incidencia en los sectores más vulnerados. El 50% dejan la escuela o interrumpen sus trayectorias educativas cuando se enteran del embarazo. Abandonan sus estudios porque desde la escuela existen muchas barreras para que puedan continuar. Y si bien el embarazo en la adolescencia atraviesa todas las capas sociales, tiene mayor incidencia en los sectores más vulnerados. Pero el núcleo del problema es que hay un gran aislamiento. Las adolescentes madres están solas. Salir de esta situación, sin red de contención ni de apoyo, con unx hijx a cargo, es muy difícil. Las posibilidades de que terminen la escuela o de que puedan encontrar un trabajo no precarizado, son bajas. Se arma un círculo vicioso donde no pueden hacer otra cosa más que ocuparse de sus hijxs, porque tampoco tienen quien les dé una mano.

¿Qué situaciones van generando ese aislamiento?

--Por un lado, ese 50% que dejó la escuela cuando supo que estaba embarazada habla de un aislamiento de sus pares y de una falta de proyectos. Porque la escuela, más allá de si funciona bien o mal, es adecuada para las adolescencias de hoy, encarna un grupo de pertenencia, que es en sí mismo un proyecto. Otro factor son las tareas de cuidado. Hay familias en las que las adolescentes ya cuidaban a algún hermano, porque sus madres trabajan. Son entornos de mucha soledad y responsabilidades tempranas, que hacen que para esa chica cuidar a unx hijx no resultaría tan diferente de lo que viene haciendo. En muchas ocasiones no hay familia, o hay con un componente de violencias intrafamiliares y la adolescente necesita salir de ese lugar. Aparece una pareja más grande que le da esa posibilidad, pero es una encerrona, porque tampoco le permite retomar su vida, ir a la escuela, encontrarse con amigxs. Queda atrapada en una nueva casa para criar a un bebé, limpiar y cocinar.

Es una encerrona permanente, un no futuro.

--Maternar sola, los siete días de la semana, las 24 horas, es difícil para cualquiera. Toda madre, no importa la edad, necesita una red que apoye y acompañe sus trayectorias de vida para salir adelante. La prevención del embarazo no intencional en la adolescencia es clave, pero también lo es el acompañamiento a quienes ya son madres, porque hay una parte donde llegamos tarde con la prevención. Lo vemos en nuestra organización, y también en todas las organizaciones de América Latina que trabajan la problemática. Pero no damos abasto. Necesitamos políticas públicas de asistencia y acompañamiento.

¿Adónde o a quiénes recurre hoy una adolescente embarazada o que materna?

--En principio, estos temas no tendrían que descansar en organizaciones sociales, debería haber un Estado presente en todos los ámbitos. Lamentablemente en la Argentina no hay un único lugar adonde llamar, y cada provincia tiene contextos disímiles. Nuestro proyecto se desarrolla en Ciudad de Buenos Aires y en Córdoba, en Traslasierra, dos realidades completamente diferentes, e incluso aplicamos programas diferentes. En Ciudad de Buenos Aires los recursos están mucho más a la mano, mientras que en Traslasierra las distancias complejizan la situación. Hay poco transporte público y encima es carísimo; movilizarte es un problema. Hay programas, pero el acceso no es sencillo. Se necesita un Estado más presente para pensar cómo ayudar a estxs adolescentes, mujeres y varones, a que terminen la escuela y accedan a trabajos dignos y bien remunerados. Debería haber una política, una posibilidad y un derecho a que se les faciliten las oportunidades.

La ESI debería ser otro eje central de política pública.

--Tendría que haber mucha más educación sexual integral en las escuelas para poder entender cómo cuidarse unx y cuidar al otrx, cómo identificar situaciones que tienen que ver con microviolencias que se podrían identificar a tiempo, y para trabajar sobre nuevas masculinidades, cuál es la situación de los varones, qué es lo que tienen que hacer, si ellos tienen o no acceso a salud física y a salud mental.

Con el desmantelamiento del Plan ENIA y la clausura la ESI en los ámbitos educativos, sin dejar de mencionar la demonización de la perspectiva de género, el Gobierno va fundando vacíos donde no se vislumbra ningún tipo de prevención ni acompañamiento de los embarazos en las adolescencias.

--Lo veo, por eso la única esperanza que tengo es demostrar y hacer visible que el costo de no ocuparse es muchísimo más alto que el costo de ocuparse. Tenemos la realidad de un país complicado en términos económicos, pero si entendemos que el costo del Plan ENIA es mucho menor que el costo de lo que implican los embarazos en términos de salud y de productividad de las mujeres, tal vez ahí haya alguna esperanza para que volvamos a instalar estos programas, que han sido muy efectivos a lo largo de tres gobiernos de diferente signo político.

¿Se reunieron con funcionarias o funcionarios del Gobierno para discutirlo?

--Nosotrxs fuimos parte del consejo consultivo del Plan ENIA, y nos reunimos con diputadxs y senadorxs que presentaron un proyecto para que el plan se convierta en ley. También tuvimos reuniones con autoridades del Ministerio de Capital Humano, y nos dijeron que el Plan ENIA no está desmantelado, pero que cada provincia debe hacerse cargo del personal. Sabemos que eso, y desmantelarlo y dejarlo morir, es lo mismo. Desde el Gobierno insisten con que el programa no está desmantelado, pero en los hechos lo está.

El documento de Herramientas Normativas de Red Mapa Global plantea las dificultades estructurales en las escuelas para acompañar estos procesos, y la hostilidad de docentes y compañerxs, que generan contextos de discriminación y estereotipos sobre la sexualidad de las adolescentes.

--En Ciudad de Buenos Aires hicimos un estudio sobre las trayectorias educativas de las adolescentes madres, y es recurrente que abandonen la escuela no solo porque en muchos casos empiezan a sentirse mal físicamente, sino porque en la mayoría de los casos sufren destrato y maltrato por parte de los pares, desde prejuicios hasta bulliyng. Ellas nos referían que decidían no volver a la escuela porque se volvía un calvario convivir con sus pares. Es una alerta que debe trabajarse, porque hay algo que está fallando en la escuela, que no logra contener esas situaciones, y se termina yendo la persona más vulnerable, en este caso la adolescente embarazada. Por otro lado, la escuela como institución tampoco logra ofrecer una alternativa superadora para que pueda continuar sus estudios. La voluntad de lxs docentes existe, pero no siempre tienen las herramientas y el espacio para poder ayudar de la mejor manera, y ellxs también están bastante solxs en la tarea de acompañar. Sin embargo, en nuestra experiencia no hay ninguna adolescente que no tenga como anhelo poder terminar la escuela. Es algo que queda como una deuda pendiente siempre deseada. Por ellas, y porque entienden que es la forma de poder darles un mejor futuro a sus hijxs.