La nube de humo, consecuencia directa de varios meses de incendios forestales en Paraguay, Brasil, Bolivia y Perú, regresó al norte argentino ayer jueves.
El último boletín por alerta de riesgo por propagación de incendios forestales que publicó el Viceministerio de Defensa Civil del Estado Plurinacional de Bolivia, declaró en alto riesgo a tres municipios de la jurisdicción de Tarija, entre ellos Yacuiba y Villamontes, comunas vecinas de Argentina y la provincia de Salta. Se sumaban 27 municipios del departamento Santa Cruz, 9 del departamento del Beni, y una comuna del departamento La Paz.
Hasta ayer, la nube se extendía desde el norte de Perú hasta el noreste de Argentina, con concentraciones variables de monóxido de carbono producto de cuatro meses de incendios en el corazón del continente suramericano.
“El humo de los incendios no solo cubre el cielo de Bolivia, sino que ha comenzado a afectar a provincias argentinas, un recordatorio de que esta crisis no conoce fronteras”, subrayó en un comunicado la organización civil Redes Chaco. Recordó que “desde 2019 Bolivia sufre consecuencias devastadoras, no solo por la destrucción de bosques, sino también por el impacto en el hábitat de más de 40 pueblos indígenas”. En ese sentido, la ong señaló que los incendios representan sobre todo una crisis humanitaria, porque las comunidades locales "sufren ante la pérdida de sus medios de vida y sus territorios”. Además, manifestó su preocupación por el impacto a largo plazo de los incendios en el cambio climático, porque liberan cantidades masivas de carbono a la atmósfera.
En diálogo con Salta/12, Oswaldo Maillard, biólogo con lugar de trabajo en el observatorio de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano en Santa Cruz de la Sierra, recordó que los incendios forestales comenzaron en esa región del Estado boliviano en junio pasado. Agregó que los organismos nacionales indican que el fuego ya superó los 4 millones de hectáreas de bosques consumidos por las llamas, muchos situados en áreas protegidas, parques nacionales y reservas privadas. "Creemos que esa cifra será mucho mayor", anticipó. El 7 de septiembre, el departamento Santa Cruz se declaró en emergencia, y el departamento del Beni, en zona de desastre. Son dos jurisdicciones con más incendios forestales.
Maillard explicó que, aislados primero, los focos ígneos comenzaron en zonas ubicadas entre las frontera de su país con Paraguay y Brasil, y que por el mal manejo del fuego de productores ganaderos y campesinos, rápidamente se salieron de control debido a la sequía predominante y los vientos. "Estimamos que esas quemas de cordones (la quema de pastizales) comenzaron a generar frentes entre el 6 y 11 de agosto", indicó. El biólogo aseguró que todavía permanecen activos varios frentes de fuego y que superan, en algunos casos, los 50 kilómetros de largo.
"Tan solo en el Área Natural de San Matías", una reserva de manejo integrado en el departamento Santa Cruz, "el fuego quemó el 70 por ciento de su superficie boscosa y continúa avanzando", sostuvo. Como tiene una extensión de 2.930.000 hectáreas, Maillard estimó que el fuego ya degradó más de millón y medio de hectáreas. Detalló que hay incendios activos en áreas protegidas del norte del departamento, como el Parque Nacional Noel Kempff Mercado, el Parque Nacional Otuquis y la Reserva Municipal Copaibo, entre otras áreas boscosas.
El humo y el ecocidio
"La gente recién tomó conciencia del desastre ambiental cuando el humo llegó a sus casas", reflexionó el investigador boliviano. "Eso ocurrió en Santa Cruz entre finales de agosto y principios de setiembre", precisó. Durante esas semanas la nube de humo también se posó sobre territorio salteño, aunque con mayor densidad que la que reingresó ayer el jueves.
"Las personas pierden calidad de vida y biodiversidad por los incendios. Se ha naturalizado la quema de bosques y es lo realmente preocupante", continuó. Maillard analizó que si bien la sequía persiste hace algunos años, ese fenómeno se complejiza bajo "la cultura del rebrote", porque implica un manejo del fuego orientado a acelerar el crecimiento de algunas pasturas para consumo animal.
"El fuego se utiliza ahora para abrir territorio al agronegocio, para pasturas o cultivo", analizó por su parte el ambientalista salteño Martín Herrán. "Se trata de un fenómeno que también se observa en Salta, porque permanentemente se incendian espacios de los departamentos San Martín y Orán", argumentó, aludiendo a las jurisdicciones provinciales con mayor área de bosques o reservas forestales. El último gran incendio de 2022 consumió casi 200 mil hectáreas de la Reserva de Biósfera de Yungas. "Hace décadas que no se registran grandes incendios en Rivadavia Banda Sur y Norte, tampoco sobre el departamento Anta", recordó. "La lógica de los productores pasa por ganar tierra conquistando bosque degradado, algo que ya hicieron antes del primer Ordenamiento Territorial del Bosques Nativo" de 2008, sostuvo.
En la misma línea, el abogado ambientalista Enrique Viale también relacionó los incendios con el modelo de agronegocios que se instaló en el Cono Sur en la década del 90. “Es transgénico y provocó el desastre de la deforestación para extender la frontera agropecuaria, principalmente para el cultivo de soja", analizó. "Ahora ese panorama se agrava por el cambio climático global", opinó. Para el activista, los eventos ígneos, recurrentes sobre distintas áreas de Argentina y Sudamérica, "son imágenes de un colapso parcializado”. “Lo peor es que nos vamos acostumbrando mientras transitamos la Era del Piroceno donde el fuego nos resulta incontrolable", cerró en referencia al concepto del historiador ambiental norteamericano Stephen Pyne.