Si suena "Disco, Ibiza…", automáticamente tus recuerdos agregarán la palabra Locomía. En 1989, esta pieza musical con una letra simple y una melodía pegadiza se adueñó de la escena musical española, exportándola con orgullo al resto del planeta. Treinta años después, la película Disco, Ibiza, Locomía revive la historia detrás de los abanicos y los trajes de colores con hombreras que, junto a un puñado de pegadizas canciones, conquistaron a toda una generación de jóvenes.

“Nuestro trabajo no solo fue mover abanicos. Muchos jóvenes salieron del armario gracias a nuestra imagen, que los motivó a que se presentaran al mundo tal cual eran”, cuenta a Página|12 Juan Antonio Fuentes, uno de los miembros originales del grupo nacido en Ibiza. Y confiesa: "Seremos siempre Locomia. Nunca más te quitas el sambenito de encima”.

Xavier Font, Manuel Arjona, Carlos Armas y Juan Antonio Fuentes, la formación original de Locomia del principio de los años 90

Ibiza: meca del libertinaje

En 1985, Fuentes llegó a Ibiza animado por la vida nocturna de la ciudad. En un país marcado por el conservadurismo, la isla era un portal a la locura, el desenfado y la desvergüenza. Durante una noche en Ku, la discoteca más grande de la zona, quedó maravillado con un grupo de jóvenes que se robaban todas las miradas por sus bailes con abanicos, sus trajes de colores con hombreras y sus zapatos en punta: “La gente se quedaba sin palabras porque no entendían si eran hombres o mujeres. Fascinaban a todos por la soltura con la que bailaban y movían los abanicos”, recuerda Juan Antonio.

Este grupo de bailarines tenían entre 18 y 20 años y se hacían llamar Locomía. Su líder, Xavier Font, vivía junto a otros compañeros en un molino abandonado y era el encargado de adaptar las túnicas de sacerdotes con las que bailaban y transmitían un mensaje de libertad. Durante el día, se ganaban la vida vendiendo esa misma ropa en puestos precarios de feria. “Locomia era un ‘vive y deja vivir’, dice Fuentes, quien tiempo más tarde se uniría al fenómeno ibicenco. “Nos identificaba promover que cada uno sea como quería ser y no cómo el otro quería que seas”, agrega.

Así, y lejos de encajar con las corrientes New Wave y New Romantic de la época con Sting o David Bowie como faro estético–, se convirtieron en líderes de una contracultura española que tenía cada vez más adeptos.

“Por siempre seremos Locomía”, confiesa Juan Antonio Fuentes treinta años después.

Del fenómeno en Ibiza al reconocimiento mundial

Durante una noche de fiesta en Ku, donde ya cobraban por sus presencias, el manager y productor musical José Luis Gil vio todo el potencial que Locomía aún no había explotado: a sus bailes le faltaban canciones producidas por ellos.

Fiel a su instinto comercial, le propuso a Xavier Font que el concepto del grupo —que no dejaba de ser una anécdota de Ibiza—, mutara a una boy band que sirva de trampolín al reconocimiento mundial.

Así, la esencia underground emergió al mainstream y el espíritu del grupo se hizo famoso en todo el mundo. Tras apariciones en discotecas y canales de TV, lanzaron en 1989 Locomia, su primer gran hit musical. En el videoclip, cada miembro de la banda fijó su personaje al mejor estilo Parchís: Juan Antonio Fuentes, de pelo rubio y con tan solo 19 años, iba vestido de azul. “Bailábamos en las discotecas y de repente nos encontramos grabando un disco. Fue un golpe durísimo: 'toma el éxito y asimilalo", reflexiona.

A esta altura del grupo, Font ya no era quien tomaba las decisiones. Con el productor Gil al mando del proyecto, Xavier quedaba en jaque frente a exigencias de profesionalidad. “Creyó en poco tiempo que el grupo era suyo y que el productor se lo quería robar. Los celos se sumaban a que nosotros éramos chicos sin disciplina y fanáticos del descontrol”, describe Fuentes.

El desembarco en Argentina

En nuestro país, los noventa fueron sinónimo de glamour. A diferencia de la década de los ochenta, donde la no moda era la moda, comenzó una época de estilos muy marcados. Había una imposición —desde las revistas de espectáculos, el cine y los medios— que marcaba el camino para no quedarte afuera de los boliches New York City y Soul Train.

En un panorama abierto al consumo, en 1990 Locomía llegó a Argentina con sueños de éxito y recaudación. Una multitud los esperó en el aeropuerto para darles una recibida al mejor estilo argentino: “Cuando aterrizamos pregunté qué famoso iba en el avión para que hubiera tanta gente esperando. Y nos dijeron que era por nosotros”, recuerda emocionado Fuentes.

Gritos, persecuciones y hasta situaciones de acoso por parte de las fanáticas hicieron más concreto el reconocimiento fuera de la península ibérica. En cuestión de tiempo, se adueñaron de la noche porteña y del prime time televisivo. En su primer arribo a nuestro país, estuvieron dos veces en el programa de Susana Giménez, mientras que en una visita posterior bailaron en Ritmo de la Noche, conducido por Marcelo Tinelli.

Con el posterior álbum Loco Vox, el grupo siguió recorriendo con éxito cada rincón de nuestro continente. Pero, en el momento de mayor reconocimiento, lo peor estaba por venir: las peleas internas crecían y el descontento de Font comenzaba a generar rencores en la banda. “A mis compañeros se les apagaron las luces de a poco y la pasaron realmente feo”, dice Fuentes, quien ya había tomado la decisión de abandonar el grupo.

El caos se apodera de Locomía

En medio de un malestar provocado por el intento fallido de ingresar al comercio musical de los Estados Unidos, Xavier Font intentó recuperar el imperio que poco a poco comenzaba a desmoronarse. Cláusulas ocultas y manejos irregulares en el dinero de los contratos hicieron que la banda española decida tomar distancia de la compañía discográfica para comenzar una nueva etapa.

Al grupo lo destruyó el mismo que lo creó. Xavier quiso seguir con el grupo sin José Luis Gil y no le salió la jugada. El grupo terminó desapareciendo”, cuenta a Página|12 Fuentes. El productor, aún con poder contractual sobre la marca comercial, intentó sobrepasar los problemas con una nueva agrupación que dividió al reino Locomía en dos: uno comandado por Gil y otro integrado por los demás miembros, que en pocos años se habían convertido en fugaces estrellas de la música.

Los años posteriores representaron una pausa en la agrupación original, que mantenía encuentros ocasionales para no dejar morir todo lo que habían armado. Desde ese entonces, sus abanicos permanecieron celosamente custodiados.

Mientras Xavier Font intenta –hasta la actualidad– revivir el fenómeno con nuevas formaciones de Locomías, Fuentes se dedicó al mundo de la hostelería y gastronomía, donde dirigió salones en distintos países, llegando a trabajar como director para Lionel Messi en su restaurante Bellavista del jardín del Norte.

La película en Netflix y el proyecto del reencuentro

A comienzos de septiembre, Netflix lanzó Disco, Ibiza, Locomía. Dirigida por Kike Maíllo y protagonizada por Jaime Lorente, Alberto Ammann, Alejandro Speitzer, Iván Pellicer y Pol Granch, relata con detalles la historia de ascenso y caída del grupo de rostros serios y sensuales. “La excéntrica banda musical salta a la fama, y se ponen a prueba las relaciones, las identidades y las carreras de sus integrantes”, detalla la sinopsis en la plataforma de streaming.

Según cuenta Juan Antonio Fuentes, la película despertó viejas traiciones y mentiras: “Xavier cobró un dineral y el resto del grupo no vimos un Euro. Es la misma historia de Ibiza de los 80… Para mi gusto –continúa– han sido tantos engaños que no hay necesidad de compartir nada con alguien que vuelve a hacer lo mismo todo el tiempo”.

A pesar de su malestar por la producción de la película, Fuentes asegura a Página|12 que “la elección de los actores fue acertada”: “Mi personaje hizo un trabajo genial y tiene muchas cosas de mi esencia, aunque me hicieron más torpe de lo que era, je”.

Tras el éxito de la película, la formación original sigue reuniéndose para recordar viejas anécdotas ibicencas: “Con Manuel Arjona y Carlos Armas seguimos la amistad –los otros integrantes–. Bailamos con abanicos y nos reímos porque se nos caen al suelo. Estamos más torpes”, bromea. Y confiesa: “Hay ideas para un reencuentro, pero hay que ver cuál es la necesidad de Locomia en la calle. Nunca hubo ni lo habrá como nosotros, somos reemplazables pero irrepetibles”.