LOS TONOS MAYORES 7 puntos

(Argentina, 2023)

Dirección y guion: Ingrid Pokropek.

Duración: 101 minutos.

Intérpretes: Sofía Clausen, Pablo Seijo, Lina Ziccarello, Santiago Ferreira, Mercedes Halfon, Walter Jakob.

Estreno en Cine Arte Cacodelphia (sábados a las 19) y espacios INCAA.

Infancia, divino tesoro que el tiempo sepulta y envuelve en brumas, pero que, dicen, nunca se extingue por completo. Los tonos mayores, ópera prima de Ingrid Pokropek, experimentada productora surgida de la usina del colectivo cinematográfico El Pampero, construye una suerte de fábula realista (aunque por momentos un poquito menos) protagonizada por una chica de catorce años que, a todas luces, está dando los últimos pasos como niña. Por caso, la mejor amiga de Ana ya ha comenzado a coquetear y algo más con chicos de su edad, algo que a ella no parece importarle, todavía, demasiado. Es que está muy ocupada sintiendo e intentando desentrañar el sentido de unas extrañas vibraciones que recibe su brazo izquierdo, receptáculo de una prótesis metálica, el corolario médico de un accidente del pasado. Ana (la debutante Sofía Clausen) le pasa a su amiga por WhatsApp la duración y tono de las señales y esta, que sabe música y toca el piano, las transforma en una partitura.

¿Acaso se trata de señales extraterrestres? Una escena muestra a la protagonista y a su padre (Pablo Seijo), un artista plástico con cierto reconocimiento en el ambiente, mirando en la tele algo que se parece a Encuentros cercanos del tercer tipo, reconstruido con gracia a partir de un supuesto “doblaje” que no es otra cosa que una remake sonora creada especialmente para la ocasión. Lo fantástico aparece así de golpe, aunque sin la fuerza de la certeza, y la pesquisa de Ana va dibujando la silueta de la obsesión melancólica. La ciudad, que Ana comienza a recorrer sola, sin la compañía de adultos, a veces sin carga suficiente en la SUBE, es no sólo paisaje sino personaje, otra marca de estilo que Pokropek parece haber mamado de los “pamperos” y, por vía indirecta, de ciertos films de Rivette y otros cineastas y escritores de aquí y allá. El encuentro casual con un joven cadete que conoce las reglas del Morse muta sonoridades en letras y palabras, y la aventura de Ana toma aún más forma y se nutre de una nueva energía.

Hay que apurarse, ya que el reemplazo de la placa de metal por otra más acorde al tamaño de los huesos ya adolescentes amenaza con abortar la misión y, sí, también romper el hechizo. Los tonos mayores entrelaza con inteligencia y ternura esa búsqueda, que está signada por un anhelo y una tristeza, con el tránsito de Ana por los últimos peldaños de la escalera que lleva a la juventud, trazando en paralelo un pequeño recorrido por los vaivenes de la vida del padre, cuyo reencuentro con una ex (la escritora Mercedes Halfon, practicando con creciente confianza el berretín de la actuación) parece abrir puertas que permanecían cerradas. Pero todo vuelve a Ana, que asiste al planetario y piensa en estrellas y constelaciones, pero también en monumentos y lugares icónicos de Buenos Aires, intentando desentrañar el enigma, en busca de algo intangible que la desvela. Un fantasma, quizás.