El Club de Trapecistas, espacio referente en la enseñanza y práctica del circo contemporáneo en la Argentina, celebra 20 años de actividad. Y en este marco, su compañía Circo Negro estrenó Ceremonia, Circo Negro, una obra sobre el universo femenino y protagonizada por mujeres. En escena, el tiempo, la vida y la muerte son algunos de los conceptos centrales que se combinan en una puesta de gran potencia simbólica y metafórica. Las funciones se realizan los sábados a las 21 y domingos a las 20, en el Club de Trapecistas (Ferrari 252). Y las entradas se adquieren en https://www.alternativateatral.com/obra87124-ceremonia-circo-negro

Con dirección de Mariana Sánchez, el elenco de acróbatas está integrado por Chiara Zarfati, Mariana Makrucz, Gota Converso, Analía Sciarra, Luciana Losada y Mariel Verna. Y la propuesta se completa con una exposición de fotografías en las que se recupera la historia del Club que cumple dos décadas como espacio de experimentación, formación y entrenamiento en técnicas de acrobacia aérea, y que fusiona distintos lenguajes expresivos y técnicos.

Ceremonia es un homenaje y un tributo a María Teresa Ciarla, cantante lírica e integrante de Circo Negro desde su inicio”, comenta Mariana Sánchez, quien conduce el club y además dirige la compañía. “Me genera mucho orgullo y admiración todo lo hecho durante estos 20 años”, comenta la acróbata que dirigió otros espectáculos como Mamushka (2005), Mandalah (2008), Grandes éxitos (2010), Brumadhia (2011), Treptikon (2013) y Aniversario (2014-2016).

- En Ceremonia, Circo Negro se enlazan diversos cuadros. ¿Qué conceptos guiaron la puesta?

- En general, las puestas que hago tienen una gran dificultad técnica. Es esto lo que determina el orden, el armado y desarmado de los elementos, quién está en cada cuadro y cómo llega al siguiente. Por ejemplo, hay un cuadro de cinco acróbatas en los elásticos, y para que sea posible hay antes un cuadro de un sexto acróbata que sostiene la escena mientras las otras cinco intérpretes se preparan con sus arneses subiendo al techo. Muchos cuadros comienzan con seres que descienden, como una metáfora de lo que llega desde el cielo hacia la tierra, y para esto las acróbatas tienen que subir al tinglado, en oscuridad o con poca luz, y ese tiempo de lo invisible, de lo que no se ve, de lo que está detrás de escena, es lo que organiza lo que sale a la luz.

Imagen: gentileza @ocasime


- El Club de Trapecistas celebra 20 años de actividad. ¿Qué balance hacen de estos años?

- Sobrevivimos a muchas políticas culturales diferentes y siempre mantuvimos las puertas abiertas. Incluso en la pandemia dimos clases online, y fue súper importante acompañar ese momento compartiendo entrenamientos y charlas. Las clases eran un espacio donde encontrarse. Ese espíritu de club, de trabajo en equipo y de pertenencia, tanto de alumnes como del público que viene una y otra vez, es lo que nos permitió sobrevivir a todo. En este tiempo, vimos cerrar demasiados centros culturales, teatros y escuelas. De algún modo, hay una sinergia entre la sala, la escuela y el hecho de que yo monte aquí mis obras, porque todos esos elementos se alimentan entre sí. El público vuelve a hacer una clase, los alumnos van a ver las obras y, a su vez, los intérpretes de las obras lxs formamos en la escuela. Es un tejido con mucha cohesión interna.

- ¿Qué desarrollo tiene actualmente la actividad del circo contemporáneo en el país?

- Sostener una actividad artística por fuera del circuito comercial es muy difícil. Siempre es resultado de un trabajo muy artesanal, hecho a mano cada día con amor y cuidado. Así y todo, es muy fuerte el crecimiento que vemos estos años y la calidad de intérpretes, maestras y compañías de circo que se crean en la Argentina. Tenemos un nivel que se iguala al de muchos países importantes, y lo que quizá nos falta en dinero lo compensamos con creatividad. Incluso creo que la falta de recursos muchas veces nos estimula muchísimo.

- ¿Por qué te interesó entrar en el mundo del circo?

- Nací trapecista. No por ser de familia de circo sino por puro deseo de hacer proezas. Me pasé la vida trepada a todo lo que fuera más alto que yo. Siempre bailé, salté y exploré mis límites. No siento miedo a los desafíos. Cuando llegué al circo, a mis 21 años, pude darle forma a mi movimiento y entendí que podía trabajar profesionalmente de eso que siempre amé, que es volar. O sea, siempre hice circo de manera intuitiva, pero un día pude nombrar y organizar ese hacer.

- Dado que son un espacio independiente, ¿cómo evalúan la situación de la cultura en este contexto en el cual hay un evidente ataque a las políticas culturales?

- Es gravísimo lo que está pasando en todos los ámbitos. No podemos pensar la cultura sin pensar en la educación y la salud. Porque cuando las necesidades básicas no están cubiertas, la cultura empieza a tener un papel mucho más importante en el entramado de la resistencia que se necesita crear para sobrevivir a la época. Se cierran espacios, bajan obras de cartel y es mucho más complicado sostener lo que hacemos. La cultura está en peligro porque la vida está en peligro. Yo tengo la sensación de estar en una trinchera. Pero, mientras estamos en este paréntesis, hay algo que se sigue cocinando. Y todo lo que quiera decirse y no encuentre el modo de hacerlo, irá apareciendo en las nuevas creaciones.