La bolsa porteña acumula una ganancia de más del 50 por ciento medida en dólares en lo que va del año y una parte importante de esta suba se explica por el rendimiento de septiembre. Los dólares financieros coquetean con volver a niveles de 1100 pesos en las próximas semanas. El retorno del carry trade de los últimos dos meses supera el 20 por ciento en moneda dura. Los bonos soberanos volvieron a picos de precio desde el último canje y algunos títulos ya cotizan cerca del 65 por ciento de paridad.

Los funcionarios del equipo económico buscan aprovechar el momento para convencer al mercado de que vendrán tiempos de prosperidad para la Argentina. Se pide a los empresarios que saquen “dólares del colchón”, inviertan y tengan la seguridad que serán recompensados con baja de impuestos.

Las declaraciones del gobierno sorprenden una y otra vez por el entusiasmo y la falta de cautela. Dicen por ejemplo que “no hay ningún país en el mundo que en los próximos 30 años tendrá más éxito que Argentina”. El deseo, los anhelos y la crueldad se mezclan de forma impactante.

La Argentina tiene más de 5 millones de jubilados que cobran el haber mínimo. El gobierno aplica un veto al aumento de estas jubilaciones, le asegura a la sociedad que es por su bien y decide celebrar la hazaña en un asado. La lógica da indicios de que hay algo que no está girando en su eje.

¿Cómo puede festejarse el recorte del ingreso de los jubilados y al mismo tiempo declarar a los bonistas extranjeros que sus pagos están garantizados? La situación recuerda a Shylock del Mercader de Venecia, cuando puso la condición de recuperar sus deudas en libras de carne humana.

El sacrificio que está haciendo la sociedad en los últimos meses está oculto en los debates económicos. Los consultores hacen oídos sordos sobre la tensión social y se concentran en analizar las variables de siempre: el tipo de cambio, el déficit fiscal y la emisión monetaria. Parafraseando a Julio Olivera, toda gira en una discusión de monetaristas vs estructuralistas.

En los últimos días uno de los consultores con más llegada al mercado y mucha cercanía con el gobierno escribió una columna sobre las verdades y los mitos de la balanza de pagos. En un intento de defender el ajuste del gasto público y la política monetaria de emisión cero, aseguró sin miedo a equivocarse que “si la confianza fortalece el crecimiento de la demanda de base monetaria y el Gobierno logra mantener el equilibrio fiscal, no debería haber ningún problema para cumplir con nuestras obligaciones externas”.

El argumento detrás de este punto es que las presiones del mercado cambiario no están relacionadas con variables de la economía real como el flujo de exportaciones e importaciones sino que son una contrapartida del mercado monetario. La conclusión del artículo es que “si se emite más dinero que el que se demanda, la Argentina pierde reservas”.

Los inversores, los empresarios y el mercado pueden escuchar con atención estas palabras, creer que el gobierno realmente dejará de emitir y que el rumbo de la Argentina finamente se encauzará de manera permanente. Sin embargo, el relato monetarista dura poco (y se termina licuando).

La política monetaria ultra contractiva del gobierno no impide que las reservas sigan bajando y que para fin de este año (o inicio del año que viene) terminen en niveles negativos por más de 10 mil millones de dólares.

El equipo económico se encuentra en una situación binaria. Está jugando todas sus cartas a recuperar la confianza para poder volver a los mercados de deuda. Por eso promete que habrá un acuerdo próximamente con el Fondo Monetario Internacional para fortalecer el balance del Banco Central. O deja circular que el riesgo país va rumbo a perforar los 1000 puntos básicos.

En el caso que no consiga recuperar el acceso al crédito externo, las políticas de emisión cero tendrán poco para aportarle. El problema es que no tendrá de dónde sacar las divisas para responder a los desembolsos de títulos en dólares y se las verá de frente con la furia del mercado pero también de buena parte de la población, que hasta ahora viene mostrando paciencia inaudita ante la promesa del gobierno que erradicará la inflación.