Pasados nueve meses de gobierno, atravesamos un ajuste feroz y la profundización de un estancamiento de la economía que lleva muchos años. La administración Milei se escuda en la mentada disminución de la inflación, aunque sea una vuelta a niveles cercanos al invierno pasado, luego del fogonazo del primer trimestre de este año. Este “éxito” se asienta en la recesión y en la severa caída de ingresos: el salario promedio de los trabajadores registrados durante el primer semestre de 2024, en términos reales, cayó un 22,5 por ciento en términos interanuales.

Por ahora la macro, con gastos corrientes pisados por el “plan motosierra” e ingresos específicos (blanqueo y exportaciones primarias), da un momentáneo aire al gobierno. Pero la economía real no repunta. Una de las actividades que más se retrajo es la industria manufacturera. Es la actividad que más contribuye a la generación de riqueza. Durante este siglo, aportó al PBI 17,5 puntos, casi cinco más que el comercio minorista. En comparación, el sector primario genera solamente un 7,1 por ciento.

En términos de exportaciones, los productos manufacturados representan dos terceras partes del valor total exportado por el país. La industria representa casi un 19 por ciento del empleo privado registrado. No es, en consecuencia, una actividad despreciable en la estructura económica argentina.

Barranca abajo

El ajuste golpeó con fuerza al sector fabril: en el primer trimestre, su producto bruto cayó un 13,7 por ciento interanual, caída solo superada por la construcción (19,7 por ciento). Si bien algunos rubros tuvieron una performance superior en términos interanuales (segmentos de la química, como jabones y detergentes, y otros) a nivel físico la producción cayó sensiblemente. Tal es el caso de rubros tan disímiles como automóviles y utilitarios, asfalto, naftas, lácteos, electrónica del hogar, siderurgia y pinturas. La capacidad utilizada durante el primer semestre de 2024 promedió apenas un 55,6 por ciento, el peor desempeño desde los valores de comienzos de 2002, en plena crisis de colapso de la Convertibilidad.

Es claro que la política recesiva del gobierno, con reducción del ingreso, sumado al atraso cambiario, mayores costos internos, quita de ciertos subsidios y dificultades para exportar, junto a la merma de importaciones de materiales encarecidos, afectó a la industria. La desregulación de medidas de “compre nacional” y las facilidades del RIGI para importar en detrimento de proveedores locales, plantean aún mayores preocupaciones a futuro. Pero sus dificultades no empezaron con la llegada de los libertarios. En todo caso, lo que se observa es la actualización de sus límites históricos.

Larga data

Luego de alcanzar un pico en 2011-2013, la industria entró en recesión, con una caída en sus indicadores. Coincide con la disminución en los ingresos de divisas provocada por el fin del ciclo de alza de los precios de los commodities. Es que la industria argentina, en prácticamente todos sus rubros, es demandante neta de divisas.

Cuando escasean las divisas, los problemas se actualizan, dado el carácter centralmente mercado-internista de la industria nacional. Déficit agravado en los últimos años debido a que lo que se logra canalizar al mercado exterior, desde 2013 se achica por la crisis de clientes relevantes (Venezuela) o por el avance de otros competidores (China) en la región, destino mayoritario de lo que se puede exportar. En definitiva, carece de competitividad internacional.

La salida libertaria es sencilla: que se fundan los que no puedan competir. Esa “solución” no solo destruye capacidades productivas, sino que deja un tendal de desocupados que viven de esas actividades, con toda la problemática social que eso conlleva.

Pero la solución de la hoy oposición tampoco es viable: regalar riqueza a empresarios ineficientes que producen caro y son incapaces de ganar mercados externos en base a mejoras de productividad. Es necesario pensar en otra organización productiva y social, donde un Estado productivo organice la economía y el desarrollo científico de forma racional, que impulse el incremento de escalas y productividad. Es necesario, entonces, volver a discutir sobre socialismo y desarrollo.

*Investigador y Docente. Autor del libro Mala Cosecha y del podcast La riqueza de las naciones.