Los fuertes cuestionamientos de Francisco a las políticas de ajuste y represión causaron malestar en el Gobierno. La reacción de la Casa Rosada fue por partida doble: en los medios de comunicación, envió un mensaje de paz y dijo que "respetan" su opinión más allá de las diferencias; en los pasillos, sin embargo, admitieron que no "cayeron bien" las declaraciones del Papa y lo acusaron --justamente-- de tener un "doble discurso".
Lejos de las épocas en las que tildaba abiertamente al Sumo Pontífice de "comunista" o calificaba como "el representante del maligno en la tierra", el Presidente ahora prefiere evitar los conflictos con el Vaticano. "Tuve que reconsiderar algunas posiciones. El Papa es la persona argentina más importante, el líder de los católicos", aclaró Milei en febrero pasado, para explicar que no tenía intención de seguir ubicándolo en el lugar del enemigo. Más allá del fastidio, la postura hoy continúa siendo la misma.
Ante las críticas de Francisco contra el programa económico y la represión a las protestas sociales, el vocero Manuel Adorni sostuvo que las respetan, pero no comparten. "Es la opinión del Papa, la cual respetamos, escuchamos y hasta reflexionamos sobre lo que dice, pero no tenemos por qué compartir la visión que tiene sobre algunas cuestiones", indicó y aseguró que las idas y vueltas de Milei con el Papa --a raíz de los insultos que le había propiciado en campaña electoral-- se trataba de "una discusión zanjada".
Apagados los micrófonos, los funcionarios del Gobierno dejaron trascender su enojo con Francisco. Le recriminan haber tenido un diálogo cordial hace una semana con la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, --incluso hablan de elogios a su gestión-- y que ahora plantea lo contrario. "No cayó bien. Dice una cosa en público y otra en privado", se quejaron, aunque aclararon que la decisión de Milei es no salir a "confrontarlo".
De ahí que Adorni haya exagerado en su descargo: "La relación es fantástica. Empecemos a aceptar que no opinamos igual en todos los temas, y bienvenido sea con él o con cualquier otro líder mundial", afirmó el vocero presidencial. Consultado sobre la posibilidad de investigar potenciales pedidos de coimas de funcionarios libertarios, tal y como expuso Francisco, el vocero planteó que "si la Justicia así lo considera, así lo hará", pero que no sabe "de dónde viene el comentario" del Papa.
En la Ciudad
Aludido por el accionar represivo de los agentes porteños, Jorge Macri, fue menos diplomático que la Casa Rosada. El jefe de Gobierno rechazó las críticas de Francisco, al sostener que "en estos temas es bueno escuchar todas las campanas y no hacer reduccionismos".
"Soy alguien de fe, pero para opinar de estas cosas uno tiene que estar acá, entender lo que está pasando, tener en cuenta todas las variables en juego. No hacer un reduccionismo de un hecho en particular ni escuchar solo una campana", señaló y justificó los violentos operativos de las fuerzas de seguridad. "Nos habíamos acostumbrado a vivir en el caos. Si no se respetan las normas se hacen cumplir. Hay un contrato social básico que es vivir en el marco de la ley y respetar a los demás", dijo.
Como cierre, Macri intentó bajarle el tono, aunque los dardos ya habían sido lanzados: "Al final lo que necesitamos es salir para adelante y con el orgullo de tener un papa argentino y eso debería más que dividirnos, ayudarnos más".
El que saltó a la discusión sin que nadie lo convocara fue Miguel Pichetto. El jefe del bloque de diputados de Encuentro Federal acusó a Francisco de "influir en política interna" de la mano de Juan Grabois. A través de una serie de posteos en redes sociales, dijo que "se sigue equivocando" por estar al lado del referente del Frente Patria Grande. También cuestionó los dichos del Papa sobre Julio Argentino Roca por el exterminio de indígenas en las Campañas del Desierto. "Es otro hombre que no sabe de historia", publicó.