Error. A la hora de analizar una canción, no conviene desmontar letra de música. Además de ser uno de los mejores temas de los ochenta, “Dicha feliz” es un ejemplo perfecto: Federico Moura canta “me estoy sintiendo bien/ de cuerpo y alma”, pero el contraste con la melodía señala la ironía de todo el asunto. Las propagandas de la tele, el chocolate, el jabón de lavar. Los Excelentes Nadadores lo cazaron al vuelo. Editada recientemente como simple, su versión onda Twin Peaks no sólo recupera el puente entre Montevideo y La Plata sino que mete el dedo en el feed de todas las redes sociales. El algoritmo tirando magia, los pasajes aéreos, la estadía. “Dicha feliz” es como esas sonrisas que la gente pone en las fotos cuando está todo mal y no termina de entender qué diablos le está pasando. ¡Whisky!

El sábado 5 de octubre, en un pequeño local de Villa Ortúzar, uno de los grandes secretos del pop-rock uruguayo tocará por primera vez en Buenos Aires. Ojalá no los paren en migraciones. Con dos discos y un puñado de simples, los Excelentes Nadadores cruzan el charco para ofrecer una cepa nueva. Sus canciones ponen a dialogar eventos muy precisos de la historia (las pintadas ultra-derechistas de la Brigada Palo y Palo, por ejemplo) y la iconografía de Montevideo (los locales de Sisi, por ejemplo) con una música habitualmente vinculada al dream pop norteamericano. Es decir, ajena. El resultado induce un clima de ensueño. Político, allí donde nadie lo espera. “Nuestras voces juntas”, dice Karen Halty, tecladista. “Es un diferencial. Nos identifica de una manera muy concreta”.

El gentilicio para los nativos de Canelones es canario. Sin embargo, en el argot uruguayo, canario se atribuye –por extensión y peyorativamente– a todos los nativos del interior que se acercan a Montevideo en busca de trabajo o lo que fuere. Agrestes, rústicos. Ensimismados en su árida pelea. Técnicamente, Leandro Dansilio aplica en los márgenes del estereotipo. Nació y creció en Sauce, una ciudad muy pequeña de aquel departamento oriental, ubicada a orillas de un arroyo. “Los ritmos, el contacto con la naturaleza, la libertad de andar por donde quieras y sin temores”, dice Dansilio. “Cuando tuviste una niñez así y se produce la transición hacia la adultez, todo empieza a tomar un aura de desidia, de soledad y de abandono. De sentirse afuera de todo. Eso forja algo en el espíritu que tiene que ver con el escepticismo”.

Dansilio no se instaló en Montevideo de un día para el otro. Durante los años del Liceo, viajó esos 35 kilómetros todos los santos días y después lo siguió haciendo con sus amigos. Para ver bandas ajenas o tocar con las suyas. Poco a poco, a medida que cursaba sus estudios de antropología y las cátedras abiertas del songwriting universal, se hizo evidente que debía tirar el ancla en la Ciudad Vieja.“No tenía la vocación poética de Leonard Cohen ni toda esa información por segundo que maneja Dylan”, dice. “Entonces, cuando tomé la decisión de hacer mis canciones, arrancó un proceso muy deliberado: tenía que encontrar una forma de transmitir las ideas y de vestir las melodías con palabras cercanas y que pudiera defender con cierto grado de originalidad. Es un poco lo que hace la antropología: para entender el mundo estudian a los rusos que viven en San Javier. La única chance de comprender el todo es a través de los casos particulares”.

Guiado por el faro de Darnauchans, Dansilio grabó su primer disco solista en algún punto de 2014. Después, casi de inmediato, salió a buscar reclutas para tocar esas canciones que hablaban sobre el Chuy o de “techos espuma-plast” con arpegios onda Nick Drake. El tiro le salió por la culata: no encontró sesionistas sino una banda. Por un lado, consiguió la base que armaron Francisco Izuibejeres y Gonzalo Denis (no, no es el hombre detrás de Franny Glass). Por el otro, una socia: Karen Halty. “Durante muchos años fuimos grandes amigos, después fuimos pareja y ahora somos grandes amigos de vuelta”, dice Dansilio. “Ya desde el pique, le pusimos juntos el nombre a la banda. Excelentes Nadadores es nuestro hijo de padres separados”.

La tenencia fue compartida. El primer disco se publicó en junio de 2017 y la banda salió a los toros, decidida a terminar de armarse delante de un público imposible. Poco a poco, comenzó a acercarse al campo gravitacional del sello Feel de Agua: todas esas chicas y muchachos que andan en bicicleta en los videos de Mux, tocando teclados imaginarios en la rambla o buscando vinilos de Sylvia Meyer en la feria de Tristán Narvaja. Finalmente, como si accedieran al llamado de una nave nodriza, se dejaron absorber dulcemente por el sello. “Yo vengo del teatro”, dice Halty. “Siempre trabajé mucho en colectivo y me parece súper importante estar contenidos. Es una forma de trabajar que es necesario cultivar y que requiere mucho trabajo, pero me hace sentido. Nos ofrece contexto. Cierta pertenencia a algo más allá de las bandas o de los proyectos”.

La compañía puso la ansiedad en remojo. En lugar de apretar el acelerador, los Excelentes Nadadores otearon el horizonte y abrieron un paracaídas. Como el protagonista de Take Shelter, la película de Jeff Nichols, se pusieron a construir un refugio nuclear adentro de su propia música. Consiguieron teclados de los ochenta (un Casio HT 3000), una valija de remeras Henry, discos de Timber Timbre y un VHS con imágenes televisivas del regreso de Zitarrosa. Artículos de primera necesidad y alimentos no perecederos. Cosas así. “Se venía una fea y era medio unánime”, dice Dansilio. “Nuestro mundo se deterioraba. Las canciones que hacíamos estaban imbuidas en esa sensación. Y fue una especie de presagio. Había un brote reaccionario y las derechas avanzaban en la región. Todo eso se veía venir, pero jamás podríamos haber imaginado una pandemia. Fue raro: un disco oportuno pero también muy inoportuno. Terminamos hablando de cómo se estaba yendo todo al carajo cuando todo ya se había ido al carajo”.

El disco debut era muy bueno, pero nadie se esperaba semejante salto. Los Excelentes Nadadores expandieron todo (su tímbrica, su audio, su abanico lírico) y, paradójicamente, concentraron todo. El mundo podía colapsar como las Torres Gemelas, pero Dansilio y Halty cantaban en el grado cero del énfasis: “Un aura cubrió/ la rambla en verano/ bajaron del sol/ quinientos romanos/ pensando en el dólar/ que/ no llegue al espacio”. El título del disco, en ese sentido, echaba un manto de piedad: Nx estxn preocupadxs. “La tapa tiene una referencia a Melancholia”, apunta Dansilio. “El cielo lleno de nubes, un planeta que se acerca. Lars Von Trier dice que los depresivos están mejor preparados para una catástrofe”.

Suena duro pero, a su manera, es una liberación. Si estás condenado, ¿para qué hacerte mala sangre?

Excelentes Nadadores se presenta el sábado 5 de octubre en Lalalá, Álvarez Thomas 1541.