Portada del libro editado por Vademécum




La disquería Siete Vueltas, en San Isidro, ¿fue el origen de Todos Tus Muertos?

–Sí. Yo tenía información sobre el punk porque la mía era una disquería que vendía solo discos importados, que era algo especial. Como El Agujerito en Capital. Yo la manejaba bastante según lo que me gustaba a mí. Tenía cosas que no me gustaban, pero tenía una dirección, sabía de música, lo que me gustaba vender. Tenía bastantes discos de punk y de new wave, que en esa época eran una cosa rara.

¿Y dónde estaba?

–Justo en diagonal al Nacional de San Isidro. Yo ponía el doble en vivo de los Ramones y no lo conocía nadie. Y por eso entró Bocha, que no entendía nada de que se escuchara una cosa así.

¿Ponías los discos a la salida de la escuela?

–Y sí. Yo había trabajado en una disquería en Esmeralda y Lavalle, en el centro, así que ya conocía algunos trucos. Por ejemplo, cuando la gente salía del cine, ponías el tema de la banda sonora de la película que habían visto. Obvio: ¡sos disquero! [risas] Está de moda este tema, ponés este tema. En esa época estaba de moda ABBA. A mí me encantaba. Así que ponía “Voulez-Vous” todos los días. Y los conocí ahí. Conocí mucha música.

¿Cómo llegaste a esa disquería de Esmeralda y Lavalle?

–A través de un pibe que yo conocía y que estaba laburando ahí hacía poquito. La disquería se llamaba La Púa. Este amigo renunció para ir a trabajar a El Agujerito, me recomendó y quedé. Se laburaba mucho en esa época. Era el año ’80, más o menos. Yo terminé en el ’78 la secundaria. Son los años siguientes.

¿Y grababan en casete también?

–Sí, también. O te pedían compilados. Eran unos mangos extra que te hacías. El laburo de disquería me gustaba porque escuchaba mucha música. Tenés todas las bateas, está buenísimo. Laburar en una librería me encantaría también. Y en mi disquería yo ponía en la vidriera lo más raro, no lo más vendedor. Así que Bocha, Gamexane y Félix pasaron, vieron la vidriera, entraron, escucharon que tenía puesto los Ramones, y ahí los conocí.

No vendías discos de otros géneros.

–No, solo de rock, e importados. Inclusive hubo una época en que salían más baratos los discos importados que los nacionales, y los nacionales eran de una calidad mucho peor en todo: en el vinilo, en la tapa... Es más: eran distintos. The Wall, por ejemplo, que salió en la dictadura, la edición nacional no traía la canción “Another Brick in The Wall”. ¡Increíble! Obvio que nadie compraba la edición nacional porque le habían censurado la canción.

¿Con esta disquería propia te fue bien?

–No, porque la verdad no tenía un espíritu muy comerciante. No le decía “traeme 20 discos” de lo que se vendía, sino que le daba más bola a lo que me gustaba a mí, y eso no resultaba muy buen negocio. No tenía astucia ni nada. Habré estado un año y dije “Bueno, lo cierro”, y le devolví la plata a mi viejo. No me acuerdo si le devolví lo mismo o parecido. Liquidé la disquería y le devolví lo que quedó, y a laburar de otras cosas.

El niño Jorge


Nos fuimos por las bateas. Estábamos en que gracias a la disquería de San Isidro conociste a quienes después fueron tus compañeros en Todos Tus Muertos...

–Sí. Eran Los Laxantes en esa época. Los vi en el Boogie, creo, un lugar como el Einstein, de los pocos en los que tocaban los punks. Generalmente trataban de conseguir lugares para tocar, y muchas veces antes de que tocaran caía la policía y les cagaba todo porque era muy llamativo. Todavía era el Proceso.

Vos no tocabas todavía.

–No, me hice amigo de ellos por la disquería y los empecé a seguir.

¿Y cómo se transformó eso en Todos Tus Muertos?

–Después de Los Laxantes, que no me acuerdo por qué se separaron, yo estaba viviendo solo en La Lucila, porque me había separado de mi primera mujer, y Félix vino a vivir conmigo en esa casa. Y yo tenía algunas canciones: “Gente que no”, “El espejo”, temas que había hecho para mí. “Pastas y vino” creo que es mi primera canción, de un palo tipo Ramones. Entonces Félix vino a vivir conmigo y como yo tenía esas canciones, me dijo “Che, podemos tocarlas” y se armó medio ahí. Pero siempre más por empuje de los demás, no propio, porque al ser medio tímido...

¿Las canciones nos las hacías para tocarlas en público?

No... Eran para mi novia, mis amigos, no sé... Para tocar porque tenía ganas. Así como dibujaba porque tenía ganas. Dibujaba boludeces o escribía una poesía porque tenía ganas, no para ser poeta.

¿De qué vivías en ese momento, después de haber cerrado la disquería?

–Vendía panchos en el hipódromo de San Isidro. Primero estaba en la confitería, después me dieron el puestito, y estaba al lado del disco de largada, una especie de guardería donde iban las mujeres con los chicos, porque como eran menores no podían estar donde estaban las apuestas. Era como un jardincito y yo vendía panchos.

¿Qué otros trabajos tuviste después?

–Después trabajé en una fábrica... También fui chocolatero, alfombrador... La fábrica era de un encolante, decían; una cola, un apresto de venta industrial, una cosa granulada en una bolsa de 50 kilos. Fue un trabajo pesadísimo pero fue mi conscripción. Trabajé tres años ahí. Re-pesado, pero ganaba muy bien. Cargábamos y descargábamos camiones con acoplado entre cuatro personas. Y luego estibábamos las bolsas. Subir escaleras con cosas al hombro. Laburo heavy-heavy. De estibador. Venía el camión, lo tenías que cargar. Venía otro, tenías que descargarlo. Fue muy bueno y yo ganaba muy bien, porque teníamos un porcentaje por cada kilo vendido. Era un trabajo hiper de obrero. Pero me gustó porque fue una cosa de trabajar en fábrica, en serio. El primer año trabajamos doce horas de lunes a sábado. ¡Doce horas! ¿Sabés cómo llegaba a mi casa? Moría. Nunca tuve un trabajo del que volviera con dolor en el cuerpo. No cansado, dolor. Y dormía como una bestia.

Y mientras tanto hacías las canciones.

–Sí. Cantaba a los gritos en el galpón. Ahí me acostumbré a cantar con mi voz de diarero, a los gritos. Esa onda “Yo no séeeeee”, ese grito de galpón. “Booooocha, la espáaaaaatula”. Cantaba ahí con todo el eco del galpón mientras trabajaba.

Con los Auténticos Decadentes

¿Y por qué te fuiste de ahí?

–Me fui porque no era un laburo de toda la vida. Era un laburo que te cobraba el cuerpo. Son laburos muy difíciles. Fui juntando plata, como ganaba bien, y me fui a Estados Unidos, solo, un año y medio a laburar allá.

¿Era tu primer viaje solo?

–No, cuando laburaba en la disquería La Púa junté plata y me fui a Europa y Estados Unidos, cuatro meses. Cuando volví, mi viejo puso la disquería, me casé, la disquería no anduvo y terminé vendiendo panchos en el Hipódromo. Después vino lo de la fábrica.

O sea que el primer viaje fue a pasear, de placer.

–El primero fue de placer, sí. Fui a Finlandia, Dinamarca y Suecia. Es rarísimo. Fui con un amigo que estaba en Washington y tenía una novia en Finlandia, entonces lo acompañé. Hice Finlandia, Suecia, Dinamarca, más o menos un mes en cada uno de esos lugares. Y después me volví.

Y el viaje a los Estados Unidos para trabajar fue cuando ya existían los Decadentes.

–Claro. Fui con Dani [Zimbello]. Dani fue a hacer un curso de música, y yo me quedé ahí. Yo iba más bien a decir “ya está, no puedo seguir trabajando de obrero acá, no tengo oficio, qué carajo hago, soy norteamericano, tengo pasaporte norteamericano, voy a probar suerte allá”. Año ‘89. Y claro, los Decadentes ya habían arrancado.

Papá punk


Esperá. Volvamos un poquito hacia atrás. En la casa de La Lucila tocabas tus canciones con Félix. ¿Él tenía banda?

–Se habían separado Los Laxantes. Estaban él, un batero que no me acuerdo quién era, y alguno más... Los Violadores y Los Laxantes fueron de los primeros. Los Laxantes salieron un poquito después, pero estaban en esa época, eran como los sobrinitos. Pero se habían separado y Félix se había quedado con ganas de armar otra banda. Fidel [Nadal] estaba entre esos amigos de ellos.

Vos no eras parte del grupo.

–No, pero se armó medio ahí, en mi casa. No es que se armó la banda y después me invitaron. Yo tuve que ver con el nombre también, estábamos ahí. Lo que pasa es que yo empecé como ensayando, tocando los temas porque me divertía tocar en la casa, pero no pensando en salir a tocar. Y ellos sí, tenían esa idea.

¿Cómo fue lo del nombre?

–Se estaban tirando los nombres, y yo decía “Todos Muertos”. Horacio dijo “Todos Tus Muertos” por “Totus tuus” de la Encíclica Papal. Yo decía “Todos Muertos” porque estaba en esa onda, dibujaba calaveras.

¿Eran dark?

–A mí me gustaba la onda dark más que la onda GBH o Exploited, el hardcore rápido. Me gustaba más Joy Division o Bauhaus. The Cure también. El pop nunca me dejó de gustar. Ellos me gastaban, como que era un hippie viejo, pero a mí me chupaba un huevo.

¿Ese momento de TTM es tan oscuro como uno lo imaginaba escuchándolos?

–Yo me sentía así, pienso que en general nos sentíamos así. Uno también se alimenta de lo que está buscando y le gusta, y te armás un poco de eso. Si escuchás música depresiva por ahí terminás teniendo una temática de ese tipo. O viendo las cosas de una manera.

¿Te sentías punk?

–Sí, un poco sí. Nunca del todo, como etiquetado, pero sí me gustaba la música y algunas cosas de esa visión.

¿Y el look?

–No mucho, capaz alguna boludez como una campera.

¿Cresta, tachas?

–Cresta ya no se usaba en esa época. Y tachas... no se conseguían esas cosas. Las tachas se las hacían poner a camperas que conseguían... no sé, en estaciones de servicio [risas]. No existía la ropa negra. La ropa negra era de velorio. En esa época no conseguías una remera negra, un pantalón negro. Nada era negro. Era azul, era gris, pero no negro. Se teñían los jeans para tenerlos negros [risas]. Me acuerdo cuando salió el primer jean negro, como diciendo “uh, algo negro”. Pero no existía. Tampoco había tatuajes en esa época, tatuadores ni nada. Estaba el tatuaje tumbero o el de alguno que hubiera viajado.



¿Participaste en la grabación del disco de TTM?

–No, yo no grabé. Toqué dos veces nada más, las dos primeras veces. Tiene que ver con esto de que yo tocaba en el cuarto con mis amigos, pero me daba mucha paranoia tocar frente a gente. Toqué una vez en lo que se llamaba Centro de Atención al Detenido, que era un local de viejos anarquistas que dejaban tocar a los punks porque como eran anarquistas, no podían decirles que no, pero después estaban hinchados las pelotas. Decían “Estos pendejos vienen a hacer quilombo, nosotros estábamos hablando de Trotski” [risas]. Se lo tuvieron que fumar... Era una casa chorizo con todos apretados en el mismo cuarto. Y la segunda vez fue en el cumpleaños de una amiga, 20 personas habría, en una casa. Después no toqué más porque no me gustaba, lo vivía con mucho estrés. Se ve que el tercero sería en un lugar con más público y dije “no, no es para mí” y no toqué más.

Dejaste las canciones.

–Claro. No hubo conflicto, no me peleé, pero no quería tocar. Al tiempo, no mucho después, aparecieron los Decadentes, con Nito, mi primo, y con ellos de nuevo: yo tenía mis canciones, “Che, qué buenas canciones; ¿podemos tocar esta?, ¿podemos tocar la otra?, ¿querés tocar?”. Las cosas siempre me buscaron a mí, yo nunca empujé. Me vino a buscar mi primo y se armó eso.

Entonces tenías más canciones que las de Todos Tus Muertos.

–Claro. Ya tenía “Loco (tu forma de ser)”, pero no la íbamos a tocar. “Escabio” también. “Pastas y vino” creo que la tocamos con Los Muertos alguna vez.

¿Siempre pensaron que Fidel sería el cantante de TTM?

—La idea era que cantase Fidel, pero me parece que en uno de los dos shows en los que toqué, no estuvo. Creo que porque él estaba en otro grupo. Pero sí, era el cantante y estaba ahí. Con Fidel también tuvimos una proto-banda, que duró un ensayo nada más: Fidel y Los Eunucos. Yo tocaba el bajo, la idea era esa. Fuimos a un ensayo, nos pusimos a fumar porro adentro de la sala y nos echaron a la mierda. ¡No duró ni el primer ensayo!