Este 22 de septiembre se celebran 40 años del lanzamiento de Piano bar. No hay mejor adjetivo para definir lo que significa la aparición de una de las obras cumbres no sólo de Charly García, sino también de la historia del rock y de la música popular contemporánea en general. Al igual que otros trabajos excepcionales publicados en 1984 (Purple Rain, de Prince; Born in the U.S.A., de Bruce Springsteen; The Works, de Queen; Synchronicity, de The Police; The Unforgettable Fire, de U2; 1984, de Van Halen; o el homónimo debut de The Smiths), el tercer disco solista de Charly García aún disfruta de su contemporaneidad y sigue emocionando a nuevas generaciones de escuchas. Y es que “el tiempo genera más adeptos que la razón”, apelando a la matusalénica sentencia del filósofo inglés Thomas Paine.

Aprovechando esta instancia proverbial, George Orwell escribió: “Quien controla el pasado, controla el futuro: quien controla el presente controla el pasado”. Sucede que este aniversario irrumpe en medio de un alborotado segundo semestre de revisiones, reivindicaciones, actualizaciones y novedades de la producción artística del músico argentino. El fenómeno arrancó en julio con la celebración de los 30 años de La hija de la lágrima, lo que sirvió de antesala para el anuncio de la salida del primer disco de estudio de García en siete años: La lógica del escorpión, puesto en circulación el 11 de septiembre. Por si fuera poco, el 16 de diciembre se cumplirán cinco décadas de Pequeñas anécdotas sobre las instituciones, tercer álbum de Sui Generis.

En esta suerte de rompecabezas, Piano bar se comporta como la pieza del engranaje porque en esta época se conecta con todas las etapas del legendario artista. Incluso con su presente. Si La lógica del escorpión incluye ese back to back con Luis Alberto Spinetta en “La pelícana y el androide”, es porque previamente ambos ensayaron el ejercicio compositivo a cuatro manos en “Total interferencia”. Y vaya que les salió increíblemente bien letra y estructura de la canción, ataviadas por ese encuentro imposible entre la melancolía tanguera y el groove propio del R&B. Como si Prince (Santidad musical que los atravesó a los dos) fuera rioplatense. Por otro lado, de las sesiones de ese disco resultó una nueva versión de “Canción para mi muerte”, primer hit de Sui Generis, que al final fue descartada.

Charly venía de hacer, tan sólo 10 meses antes, el punto de inflexión de su carrera: Clics modernos. Pero al mismo tiempo estaba cocinando la idea de Piano bar: su segundo disco inicialmente se iba a titular así. Hasta que apareció ese bendito grafiti donde hoy se erige la Charly García Corner, en Nueva York. Sin embargo, al menos estéticamente, lo único que conecta a ambos repertorios es el sentimiento citadino. Porque en la práctica no tienen otra cosa en común. En su cobertura del show de presentación del disco, para la revista Pelo, el periodista Raúl García hace una justa definición del momento: “Piano bar es un disco donde la emoción y la necesidad de inmediatez superó la sofisticación sonora. García necesitaba comunicar antes que deslumbrar, conmover antes que extasiar”.

Si Clics modernos es un disco hi-fi, Piano bar es lo-fi. Antes de que ese método de grabación (tiene en el disco Smiley Smile, de los Beach Boys, uno de sus antecedentes) se popularizara en los 90, de la mano de la música indie, Charly apostó por una impronta en la que valía todo, inclusive los errores. Lo que está patente en “Cerca de la revolución”, y justo esos detalles lo hicieron posiblemente el tema más rockero y crudo de su cancionero. Sin embargo, previo a que todo esto sucediera, el título del álbum disparó el concepto y se transformó en una especie de cotejo de su antecesor. En su afán por experimentar. El músico no intentó coartar esa bocanada de modernidad que lo estremeció durante los meses en los que vivió en Nueva York. Lo que esta vez intentó fue aporteñarla.

“La idea salió imaginándome ‘Grandes valores del tango’, pero en el futuro: con todos nosotros ahí”, le explicó Charly al periodista Sergio Marchi para su libro No digas nada. “Todo el ambiente con pelucas, y tomando tragos exóticos de colores verdes y rojos. Eso sería en la Confitería Ideal: tendría que ser ahí. Todo lleno de mármol. Y cada vez que se muera uno, poner un busto. Por ejemplo, hacer transfusiones de sangre para los que están muy reventados, mano clínica, y poner un pasillo largo que dé a un jardín. Entonces, cuando uno ya no tiene ganas de vivir, va por ese camino y del otro lado hay una máquina que te aplasta”. Una Buenos Aires gótica. O como apunta uno de los pasajes del tema que dio título al disco: “Los chicos tienen un lugar donde viven esas cosas que asombran”.

Luego de la notoriedad que abrazó con Clics modernos, Charly y su novia Zoca viajaron a Belo Horizonte para vacacionar. Allá terminó de darle forma a las canciones del nuevo disco. Una vez que las esbozó, le pidió a su manager Daniel Grinbank que se encargara de la logística. Para la mezcla, se pensó nuevamente en los estudios Electric Lady de Nueva York, con Joe Blaney como ingeniero. Pero las sesiones de grabación tuvieron de escenario los estudios ION de Buenos Aires, con los técnicos Roberto Fernández y José “Portugués” Da Silva. “A partir de ese entonces, cuando Blaney tenía que mezclar un disco de un artista argentino, pedía que lo grabara el Portugués”, explicó Osvaldo Acedo.

El dueño de los míticos estudios del barrio porteño de Balvanera fue parte del capítulo del ciclo Grabado en Buenos Aires dedicado en agosto al “Portugués” Da Silva. Ahí el técnico de grabación, que también trabajó con Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, Mercedes Sosa y el Polaco Goyeneche, recordó lo vivido en esos días. “Por la potencia del disco, hay que tomar en cuenta que Charly grabó con estos tres monstruos, con el añadido de Fito”, dijo en el evento realizado en el CCK, en colaboración con la Asociación Argentina de Técnicos e Ingenieros en Audio (AATIA), ARS y Electro Voice. “Fuimos a las 9 o 10 de la mañana a armar, porque, como ION tiene piso flotante, el sonido es distinto. Poderosísimo. Estaba programado para que ellos vinieran a las 2 de la tarde”.

Una vez que el músico, cantante y compositor regresó a Buenos Aires, convocó a sus músicos. Uno de ellos era Willy Iturri, que colaboraba con Charly desde su primer disco solista. “Hace mucho tiempo, tocando en el festival de La Falda, Charly con Serú y yo con Porchetto, nos invitaron a él y a mí a quedarnos una semana”, rememora el baterista y cantante a Página/12. “Caminando por las montañas, me dijo: ‘Vos y yo tenemos que hacer un disco juntos’. Un día, en Buenos Aires, me llama y me dice: ‘Nos vemos a las 7 en Panda’. Quebracho, que era su asistente, pasa a buscar mi batería y la lleva al estudio. Le pregunté por los otros músicos, y me contó que íbamos a hacer Yendo de la cama al living él y yo solos. Yo estuve con la parte rítmica y él con la parte armónica”.

Amén de Iturri, Alfredo Toth (bajo), Fito Páez (teclados y coros) y Pablo Guyot (guitarra) completaron la formación que participó en Piano bar. “Primero habíamos ensayado en los estudios El Jardín tres temas: ‘Demoliendo hoteles’, ‘Cerca de la revolución’ y creo que ‘Promesas sobre el bidet’”, evoca el violero. “Esos temas nos los sabíamos, y ya los tocábamos en vivo. Los demás nos los mostró en el momento. Y pensé: ‘Cierro los ojos, y cuando me suene algo en la cabeza, toco’. Así fue todo. Cuando sabés que tenés que tocar, tocás. Y escuchás a los demás. Aparte, ya veníamos tocando un año y medio juntos. Y antes, Alfredo, Willy y yo estuvimos tocando con Raúl Porchetto. Así que estábamos recontra afilados. Ensayábamos mucho”.

El baterista ahonda en el proceso de construcción en ION: “Charly nos juntaba alrededor del piano, nos mostraba los temas y cada uno iba a su instrumento”, ilustra quien asimismo intervino en los demos Clics modernos. “Piano bar lo grabamos entero en la primera toma. No sólo fue eso: la locura fue que cuando entré a la sala, vi una cantidad de cámaras y de cables tirados por todo el piso. Entre todos los que estaban ahí, se encontraba Dany García Moreno, su hermano, porque iba a filmar la grabación del disco. Pero nosotros teníamos que tocar. Me tenía que olvidar de que me estaban filmando. Cerraba los ojos y tocaba, porque si no me distraía. Por suerte, salió todo bien. Terminamos haciendo un discazo”.

Piano bar salió a la venta primero en vinilo y casete, y más tarde en CD. Y años después apareció en DVD, con el registro audiovisual. “Me llamó Charly porque desde siempre trabajamos juntos”, le aclara Dany García Moreno a este diario. “Grabé los primeros conciertos de Serú Girán con cámaras portátiles. Pude unir mi profesión, que era lo audiovisual, con la música a través de él y de sus compañeros del movimiento de rock. En el 83 hicimos Clics modernos en el Luna Park. Pero lo de Piano bar fue medio de la noche a la mañana, como suele pasar en estas cosas. Y ése era un momento agitado. Me dijo: ‘Quiero grabar el disco. Hacer como clips, pero de todo el disco’. Entonces tratamos de hacer una puesta para cada tema. Un poco lo dirigía yo, y un poco él. En el video se puede ver cuando dice: ‘Dany, decí ‘acción’”.

Si bien el estudio fue alquilado por dos semanas, en tres días terminaron de grabar el disco. “Las sesiones eran de 8 de la noche a 5 de la mañana, cosa que nos encantaba.”, revela Guyot. “Por lo menos la mitad de lo que hicimos fue improvisado. Entonces fuimos los siguientes días a escuchar. También grabamos el video en el que Charly estaba vestido de enfermero y se echa encima kétchup”. El “Portugués” Da Silva suma una anécdota del cuarto día. “Willy me dice que quería poner unos tones en playback. Cuando se mezcla afuera, no tenés que tocar la consola para nada. Ni ecualización, ni compresión. Todo deber ser lo más puro posible. De pronto, Charly se acercó y vio que las luces de la consola estaban encendidas, y me empezó a perseguir por toda la sala. Y como Dany estaba filmando, tropezó con el cable de una de las lámparas. Fue espectacular”.

Charly le confesó a Marchi lo que tuvo en mente: “Yo les daba una brevísima guía de cómo era el tema, sin muchos datos. Me preguntaban en qué tono, y yo les decía que tocaran lo que quisieran. Ésa es, un poco, la forma de trabajar de Bob Dylan y de Elton John. No todo quedó grabado en toma uno, pero las bases estuvieron en tres días. ‘Cerca de la revolución’ está todo tocado en vivo. Yo me ponía una vincha para que no se me cayeran los auriculares, y me movía para todos lados arengándolo a Iturri o cabeceándole a Guyot para avisarle que venía el solo”. El mismo libro da luces sobre la participación del Fito: “Una semana más tarde llegó a la grabación, justo para tocar sus partes de teclados y ayudar a Charly con los coros. Se encontró con la grabación muy adelantada”.

El primer nombre que se tanteó para ocupar el rol de tecladista y corista no fue el del rosarino, sino el de Andrés Calamaro: “Charly estaba tocando con Los Abuelos de la Nada, pero luego nos llamó a nosotros porque quería seguir sin ellos. Y nosotros recién estábamos armando GIT. Fue un regalo increíble. No lo podíamos creer”, suelta el guitarrista. “Iba a tocar Andrés, pero al final no vino. Los Abuelos le dijeron ‘Si te vas a tocar con Charly, te vas de la banda’. A pesar de que era un niño, a Fito nadie le tuvo que decir qué tenía que tocar (la entonces joven promesa le reclamó a su ídolo que tomara prestado el riff de la canción ‘Venus’, del grupo holandés Shocking Blue, para ‘Cerca de la revolución’). Esa banda estaba tan buena que no la podíamos soltar, por más que ya estábamos con el segundo disco de GIT."

Si la letra de “Piano bar” se refiere a “un piano bar moderno en el que pasa de todo”, tal como le explicó en 1984 a Lalo Mir; “No se va llamar mi amor” recrea la negativa de Sadaic a que registrara un tema al que pensó ponerle “Mi amor”, porque existía otro titulado así. En tanto que “Promesas sobre el bidet” (Iturri aportó el arreglo rítmico de la canción) está inspirada en el desenlace de la tapa de la revista Libre en la que Charly aparece desnudo sentado en un inodoro. En 1983, el músico se bajó los pantalones en Córdoba, lo que devino en una causa penal. Roberto Pettinato lo entrevistó, a propósito del caso, y en la sesión de fotos surgió el retrato en cuestión. Lo que nunca imaginó es lo que más tarde sucedió con la imagen. Al enterarse y ver que ya no podía hacer nada, le echó en cara al periodista: “Vos me lo prometiste en el baño”.

Como antípoda de “Los dinosaurios”, “Demoliendo hoteles” arremete con furia: “Yo que crecí con Videla, yo que nací sin poder, yo que luché por la libertad, pero nunca la pude tener”. En 1983, Charly se presentó en Mendoza, y en el mismo hotel desde donde se lanzaría al vacío 17 años más tarde tuvo un ataque de pánico que lo llevó destrozar la habitación. En esa línea burlesca y de protesta, el músico, de forma azarosa, creó “Raros peinados nuevos”, a partir de los cortes de pelo de la tribu dark. El pasaje de “los enfermeros” (reforzado por el video de su hermano) generó el papel que protagonizó en el film Lo que vendrá (1988), para el que además hizo la banda de sonido. También en 1984 el icónico cantautor publicó Terapia intensiva, fabulosa banda de sonido de la obra de teatro de Antonio Gasalla.

Su cualidad de cronista de su tiempo le permitió al artista poder captar la explosión del rap en Nueva York, mientras hacía Clics modernos, lo que luego plasmó en Piano bar en el “Rap del exilio”. Ese funk recitado es la única canción firmada colectivamente, y cuenta con las participaciones estelares de Fabiana Cantilo en coros y Daniel Melingo en saxo. El cofundador de Los Twist de igual manera puso su instrumento al servicio de la versión R&B que lograron de “Canción para mi muerte” (fue reemplazada a último momento por “Rap del exilio” y tras boyar por compilados recaló en la reedición de 2004 de Piano bar). “Hicimos un arreglo bárbaro. Era pesado”, expedita Iturri. “Y el ‘flaco’ puso unos acordes parecidos a los de ‘Purple Rain’”.

El video, de 50 minutos de duración, se instaló en la cultura pop de tal forma que en El amor después del amor, la serie sobre Fito de Netflix, se puede apreciar la escena en la que el tecladista de la banda entra al estudio con un sánguche en la mano. “Eso fue idea de Charly”, asegura Dany García Moreno. “Hay una toma que no salió, hecha en la puerta de ION, donde se lo ve a Fito caminando con ese sánguche. Eso se perdió. Ese video incluso tiene la barra de colores. Es muy en bruto, jamás fue editado. Fue un registro hermoso. Las canciones no son iguales a la del disco porque había bases que ya estaban grabadas y se tocaba encima de ellas. Las voces están grabadas encima, los coros también. Las versiones no eran las definitivas porque todavía no estaba mezclado”.

El tercer disco solista de Charly fue a su vez el último de Grinbank como manager. Según cuenta el empresario en su autobiografía, aparte del desgaste que experimentaba, lo que le llevó a vender el catálogo de su sello DG y desarmar la agencia de representación fue la devaluación del peso argentino que ocasionó el acuerdo de Raúl Alfonsín con el FMI. En ese contexto, el cantautor viajó a Nueva York para mezclar en Electric Lady, con Joe Blaney. Como al ingeniero de sonido estadounidense le parecieron defectuosas algunas cosas del sonido, sugirió rehacerlas. Entonces Charly tuvo que poner dinero de su bolsillo para mezclar de vuelta Piano bar y grabar nuevamente las voces.

Mientras eso sucedía en Norteamérica, en la Argentina se ultimaban otros detalles, entre ellas el arte de tapa. La edición en vinilo y casete de 1984 se caracterizó por las letras de las canciones del repertorio divididas por colores. Muchos años más tarde, comenzó a contrastarse esa propuesta con una versión alternativa del arte de tapa del álbum Ramshackled, de Alan White (baterista de Yes), publicado en 1976. Sin embargo, la versión en CD de Piano bar tiene una foto de Charly en la tapa. “Ésa la hizo José Luis Perotta, quien estuvo haciendo las luces para los clips del disco y fotos de la grabación”, dilucida Dany García Moreno. “Está tomada de nuestros monitores. Por eso tienen esa textura de televisión, como de rayos catódicos”.

Piano bar fue presentado en el Luna Park el 25 de mayo de 1985. “Charly no quería ponerse gomina. Fue una batalla campal, pero al final le gustó”, revivió Renata Schussheim para el libro Charly Queer, de Facu Soto. “La gente del Grupo Caviar o de Peinados Yoli hizo ese espectáculo fuera mi mundo”. Al final, no fue el hermano de Charly, sino Canal 13 el encargado del registro audiovisual del recital. Nunca se emitió (está colgado en YouTube). Al mismo tiempo que salía a defenderlo, el músico definía su creación: “Estoy muy contento con este disco, porque lo grabé con esta banda. Casi en vivo, con poco maquillaje”, llegó a decir. “Me parece un longplay lindo porque lo siento como rock y también como argentino. Cerca del tango. Tiene un clima de un pasado y un futuro. Rompe con muchas cosas”.