Antes de que su obra tuviera reconocimiento a nivel internacional -antes de su primera exposición e, incluso, de que se autopercibiera como artista-, Gustavo López Armentía realizó una serie de dibujos y pinturas que plasmó una época. Venía de la militancia peronista y daba, impregnado de ideas políticas y de manera autodidacta, sus primeros pasos en una pasión. En aquel momento, por supuesto, no tomaba conciencia del valor que esas piezas cobrarían con el tiempo. En todos estos días es una ventana a su obra más temprana, un testimonio urgente del terror de la última dictadura cívico militar a través de los ojos de un artista que recién se iniciaba. La exposición será inaugurada este lunes a las 18 en el Instituto Patria (Rodríguez Peña 80).
Organizada por la Comisión de Cultura del Patria, la que se verá en los próximos días es una versión reducida -por las características del espacio- de una muestra que López Armentía presentó hace dos años en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes. Está compuesta por hallazgos de los tiempos de pandemia, cuando decidió poner orden al espectacular taller que tiene en Flores -la trinchera desde la que defiende la descentralización del arte- y encontró, en cajones y carpetas, bocetos, dibujos y pinturas suyos de fines de los '70 y comienzos de los '80. Todas obras que habían nacido en plena dictadura y que la contaban en el mismo momento en que sucedía; por eso son relatos "contaminados" por la crudeza de la persecución.
Aunque hay una evolución técnica innegable en el camino hasta llegar al presente -más teniendo en cuenta sus múltiples y refinadas exploraciones con materiales y texturas-, ya se veía en esas imágenes cierta inclinación del artista a contar su tiempo, a meterse en la política desde un costado sensible y sin evasivas; así como también se notaban sus ganas de ir al encuentro de la conmoción del espectador, de despabilarlo. No obstante, estos materiales no fueron concebidos para un público en particular: recién vieron la luz en 2022, en aquella exposición del FNA.
"En aquel momento ni siquiera tomaba esto como profesión. No tenía idea de lo que estaba haciendo", confiesa López Armentía. No se veía como artista, sino como "alguien que pintaba". Recién en el '83, con la vuelta de la democracia, comenzó a participar de exposiciones. A partir de allí desarrolló una carrera que incluye hitos como las bienales de Venecia y Valparaíso, retrospectivas en los museos de Bellas Artes, Sívori y Caraffa, y una fuerte participación en galerías de Nueva York.
La muestra en la Casa de Cultura del FNA inauguró justo después del intento de asesinato a Cristina Fernández de Kirchner. "La violencia de hoy nos retrotrae a la que vivimos en los setenta", decía entonces López Armentía. Ahora que los discursos del Gobierno son incluso peores que la teoría de los dos demonios se refuerza aún más la "vigencia" de la muestra. Pareciera que, desde el arte, hay que salir a contarlo todo de nuevo.
Los setenta y los choques políticos
Aparte de mostrar escenas de persecución y detención, como en las escalofriantes "Paso otra vez" (pintura sobre cartón) y "Lugar" (acuarela) -con sus cuerpos desnudos e indefensos en lugares cerrados y sombríos-, otra de sus pulsiones era componer personajes casi sin contexto. Caras muchas veces siniestras que ocupaban todo el cuadro y que transmiten la idea de que lo siniestro ocupaba, literalmente, todo el cuadro de la realidad. En esos tiempos solía trabajar en chapadur, como en el caso de "Acecho", "Sombra" y "Sospechoso".
Hay dos ejes claros en la muestra. Los trabajos al óleo se caracterizan por mostrar rostros. "Algunos miran al frente, otros no. Todos tienen una carga de violencia y de maldad. Cuando los hice evidentemente era lo que estaba sintiendo. Esto tiene una relación con este momento, con la bronca que tenemos de ver gente jodida, haciendo tantas maldades. Hay un eje en la maldad. Algunos de los trabajos están vinculados a milicos; otros no tienen identificación pero son bichos, malas personas", describe López Armentía. En las tintas parece haberse dedicado a escenificar espacios, sitios de prisión. "Zona oscura" (pintura, 1980), "En todos estos días" (tinta color, 1980) y la única más reciente "Otra vez" (técnica mixta, de 2020) son algunas de las piezas que integran, aparte de las mencionadas, la exposición en el Patria, compuesta por 15 obras.
"Los setenta, con todas las diferencias que tenemos y errores que hubo de todo tipo, no dejan de ser un acontecimiento político importante. Fue un choque en la sociedad argentina, tan importante que cada vez que hay otro tipo de choque político de época se hace referencia a ese choque", reflexiona el pintor y escultor en una charla con Página/12 en su taller. "Se habla de la Segunda Guerra Mundial porque hubo una primera. Así que siempre vamos a volver a los setenta, porque hubo 30 mil desaparecidos. Y más estando en el poder (Victoria) Villarruel: contrasta todavía más. Trajo los setenta otra vez al candelero cuando se estaba tratando de hacer justicia, de empezar una Argentina."
"Mi muestra en diez años va a ser la misma, aunque es cierto que hoy, seguramente, estamos más sensibles a que de pronto se instale una persona a decir que los genocidas prácticamente son gente inocente porque fueron patriotas. Ella reivindica el patriotismo con esa gente; nosotros, con otra. Sigue el problema de unitarios y federales. Cuando recrudecen las diferencias sociales esto se marca todavía más, porque en la práctica terminás siendo pobre, expulsado de la clase media, con una brecha que se agranda sistemáticamente", analiza.
Cree que En todos estos días recupera un espíritu de lucha tan presente en su juventud. "Los setenta vuelven a representar el deseo de lucha. No entiendo cómo no se lucha más. No sé qué hubiéramos hecho nosotros con esto de los jubilados y otras injusticias", añade. Cree "mucho en los jóvenes". "Tiene que haber un deseo de cambio de otra cosa. Va a venir una generación con ganas de vivir de otra manera. En el fondo nos gustan las cosas mejores", confía.
-¿Cómo fueron los comienzos en la pintura que reflejan las obras que vas a exponer ahora?
-Fue de manera muy natural. Así como me busqué un laburo compré algunas hojas. Hay trabajos que hice en la imprenta de mi cuñado. Yo estaba sin laburo, me dijo que comprara una Minerva, que era una máquina para hacer tarjetas a mano. No era muy cara. Era muy sencilla, como un motorcito de lavarropas. La compré, la puse en la imprenta y me puse a hacer eso. Empecé a trabajar con las hojas y la tinta de la imprenta. Después compré chapadur y empecé a comprar los primeros óleos porque quería pintar. Quise ir a la escuela de Bellas Artes y no pude entrar. Me rechazaron. Creo que por lo político.
-Para muchos artistas no es tan fácil apreciar su obra más temprana: que les siga gustando, que se sientan representados en ella. ¿Qué te pasa a vos con estos trabajos?
-Me siguen gustando. Tienen algo que yo sentía, que lo pude poner en la obra. Uno trabaja por motivaciones. Siempre uno tiene el deseo de que eso se plasme de una manera que emocione al otro. Uno siempre piensa en los colores, las cosas que hace para que se produzca un acto artístico, para que trascienda al otro, le pase algo.
-¿Creés que estas obras eran una catarsis ante lo que estaba pasando?
-Sí. Como las charlas. Siempre hacemos catarsis. Hacemos catarsis cuando hablamos, nos enojamos y también cuando hacemos arte. El arte no es una cosa tan distinta a las demás. Pasa que queda plasmado en algo.
El taller y la nueva serie
López Armentía se siente "Dios" en su "muy estimulante" espacio de Flores, ubicado en la calle Gregorio de Laferrere al 3200, de fachada azul eléctrica. Es un lugar soñado para un artista. Aquí trabaja casi cotidianamente -adora especialmente las mañanas soleadas- y expone. Sus obras de todas las épocas ocupan las paredes de distintas salas e incluso el patio, donde toman protagonismo las cabezas de negros africanos, esculturas de bronce y hierro. En su estudio es posible encontrar una de sus obras más emblemáticas, Los triunfos de la derrota (2002), de tres por tres metros. En ella, Latinoamérica se erige sobre un mar de tinta, cruzada por un tenedor y un cañón. Hay obras incluso apiladas una sobre la otra; obras ocultas en pasillos y rincones; obra hasta en el lavamanos: toda una síntesis de lo prolífico que ha sido desde los ochenta en adelante este artista de 75 años.
"Este muchacho trabaja y trabaja", dice después de convidar unos mates, caminando por el lugar. No sabe cuántas obras hay acumuladas aquí. No las tiene contadas. Evita llamar al taller "galería" o "museo" pese a que recibe visitas. Lo considera un "hecho político" que ubica al arte lejos del centro de la ciudad. "Padezco el embole, el enojo y la violencia de la calle, pero tengo muchas cosas a favor y trato de no engancharme", expresa. Parece encontrar un refugio entre estas paredes.
Este espacio tiene una particularidad que lo hace aún más especial. López Armentía sólo poseía una parte de la edificación, hasta 2007, cuando compró la casa de al lado a su vecina y lo amplió. Luego -ni más ni menos que doce años después- supo que en esa propiedad habían vivido Perón y sus padres. El periodista César Livtin le aportó el dato y pruebas.
Por estos días, una nueva serie lo ocupa: Los patriotas. En ella vuelve sobre la figura de Chacho Peñaloza, varias veces retratada. Muestra cada uno de estos cuadros grandes de colores terrosos -óleo sobre arpillera- que parecen ser su respuesta a la encrucijada actual. Aparte de a Peñaloza pintó a Belgrano, a María Milagros del Valle, a San Martín, a Güemes. También episodios como la Vuelta de Obligado, el Exodo Jujeño u otros que grafican el poder de Buenos Aires. Como es habitual en sus creaciones más extensas, hay algunas "trampitas" que el espectador puede encontrar haciendo el ejercicio de mirar de cerca. "Como no iba a hacer un trabajo de Billiken me empecé a meter un poco en cómo sería el clima, la situación de meterse en personajes tan fuertes, con tanta historia. De a poco me fui involucrando con uno y con otro y se me fue armando la cadena", cuenta. Empezó con el proyecto este año.
Esta es una serie que parte del interrogante de "cómo entendemos lo patriótico". Explica y advierte: "Parece muy tonto, pero por cómo están las cosas pareciera que tenemos que empezar de cero. Bueno, si empezamos de cero vamos a buscar a los que fueron importantes, y retomemos de ahí, salvo que alguien se quiera adjudicar que está por encima de todos estos personajes".
El Gobierno contra la cultura
-¿Cuál es tu mirada de los ataques a la cultura por parte del Gobierno?
-Nadie elige cómo son las cosas. Nos tocan etapas de la vida y la política y seguimos trabajando. A este Gobierno no le interesa apoyar nada que sea cultura porque para ellos lo que nosotros entendemos como "cultura" es un enemigo, alguien que habla mal de ellos o personajes siniestros. Entonces ataca a los artistas porque lo ven como alguien que milita en contra de ellos. Ahora bien la cultura o, mejor dicho, el arte -el término "cultura" es más complejo- se expresa desde las distintas vertientes que existen. La gente que por ahí está de acuerdo con determinadas propuestas de sociedad también lo está con determinadas estéticas de arte contemporáneo. Y otra parte de la sociedad que quiere otro tipo de cosas va a elegir otro tipo de artistas. Esto siempre ha sido así, es lógico, y es como la política. No hay apolíticos. Hay gente que, lo tenga claro o no, está tomando parte. La cultura no es exclusiva de los artistas. Todos hacemos cultura cuando enseñamos, educamos a los hijos, opinamos, tomamos partido, decidimos cosas. Hacemos política y cultura porque vamos formando opinión en otras personas.
Utilidad entre comillas
-¿Qué opinión tenés ante los avances de la inteligencia artificial?
-Es muy difícil dar en este momento una opinión de cómo puede influir en el arte y la cultura. Creo que es inevitable este proceso. La IA es útil, entre comillas, para muchas cosas; por lo tanto es algo que no se va a ir, va a avanzar y se va a perfeccionar. Es el manejo total de la información, el cruce de la información permanente. Por tanto es medio imparable. Hay una cosa que el arte tiene que son cosas más exclusivas... son las personas las que hacen arte. No es fácil reemplazar a una persona. Me pregunto cómo va a reaccionar la sociedad ante esto, si va a adoptar estas tecnologías ligeramente o las pondrá en tela de juicio.
* Para visitar el museo los viernes, escribir a [email protected]. La muestra en el Patria podrá visitarse de lunes a viernes de 14 a 17, con inscripción previa en [email protected].