En plena campaña para presidir al Comité Provincia, Miguel Fernández se toma el tiempo de conversar con Buenos Aires/12. La imposibilidad de construir la unidad, las críticas por ser parte de la lista de Patricia Bullrich, la identidad del radicalismo bonaerense y el rol del Comité Nacional, son algunos de los ejes donde apunta con sus respuestas. Entre ellas, asegura que “Evolución no quiso acordar”, que Martín Lousteau tiene “serios problemas de liderazgo” y que su proyecto de UCR es “cercano a la gestión”.

Como ex intendente de Trenque Lauquen, Fernández jerarquiza la foto que se tomó en los últimos días con más de una veintena de jefes comunales boinablancas. “Define nuestro perfil”, indica. Sucede que para el candidato a presidir el Comité provincia con la lista Unidad Radical, la nómina del espacio Adelante Buenos Aires que responde a Abad, en esta elección se exponen dos matrices de liderazgos: los que tienen experiencia en gobierno y los que sólo se abocan a la rosca.

Al no haberse congeniado una unidad, deberá enfrentar a Pablo Domenichini, diputado provincial y rector de la Universidad Nacional Guillermo Brown. Integrante de Evolución, la línea del radicalismo que responde a Martín Lousteau, presidente del Comité Nacional, encabeza la lista Futuro Radical en acuerdo con Facundo Manes.

—La lista que encabeza se llama Unidad Radical, pero no hubo unidad, ¿por qué?

—No logramos limar las asperezas para el cierre de listas. El 90 por ciento del partido quería unidad y el 10 no quiso. Por eso hay interna. Esa unidad no se dio porque un sector no quiso y puso excusas y demoró reuniones. Nosotros veremos de armar la unidad después de las elecciones y como primer objetivo apuntamos a tener un bloque único en la Cámara de Diputados de la provincia. Y así, tener un foco de poder que son los intendentes y otro con los legisladores en un bloque único, y con una conducción partidaria para articular a los intendentes y los legisladores para tener posicionamientos firmes. Una vez que resolvamos la Provincia podemos ir articular con los otros comités.

—¿Qué sector no quiso?

—Evolución no quiso acordar. No quiso una lista de unidad. Entre otras cosas, pidió que quede claro un posicionamiento firme de que a futuro no se buscará un acuerdo con La Libertad Avanza. Ahí partimos de un supuesto falso que es la superioridad moral de pedirle al otro un posicionamiento público. Para mí un disparate pedirle a Lousteau o Domenichini que no vaya con el kirchnerismo. De todas maneras, en esas conversaciones, se acordó que se iba a emitir un documento donde estén estos planteos.

—¿Aun estando en desacuerdo?

—Estoy en desacuerdo porque es una falta de respeto. Si quieren ver lo que pienso de la responsabilidad del Estado en la organización social, que vengan a Trenque Lauquen. Esto de prejuzgar cosas no genera confianza. La unidad, si no se logra ahora, se logra después, pero hay que construir con confianza, hay que perder esa desconfianza en eso de lo que el otro piensa. Uno tiene matices según las responsabilidades que tiene porque no es lo mismo ser gobernador o intendente que no serlo. Cuando sos intendente tenés que sentarte con un ministro para, por ejemplo, acordar obras o con el gobernador tenés un trato más directo. También te reunís con concejales de la oposición y eso no significa que te cambies de partido político. Fui cuatro años presidente del Foro de Intendentes Radicales y tuve muchas reuniones con Axel y eso no me vuelve kirchnerista. Yo creo en la política desde la racionalidad.

—¿Existe un problema de identidad en el radicalismo?

—Claramente, el radicalismo tiene una crisis de identidad pero que no es de ahora. Hoy luce más llamativa y clara. Nosotros queremos un radicalismo con fuerte identidad bonaerense, un posicionamiento claro en lo que significa la relación con el Gobierno provincial y el Gobierno nacional, donde, más allá del trabajo de nuestros representantes, pueda influir sobre las decisiones en Comité Nacional y poder relacionarnos con los comités de otras provincias, así como con nuestros cinco gobernadores. Quiero ser un embajador itinerante en las provincias.

—¿Eso no atenta contra el lugar del Comité Nacional?

—Pasa que hoy habla de cosas que la gente no entiende y le resultan ajenas y por eso aparecen las crisis de liderazgo. Si decís una cosa y la gente va para otro lado, está pasando algo. Entiendo el rol del Comité Nacional. Sucede que tiene serios problemas de liderazgo, por lo que tenemos que ver cómo resolvemos bonaerenses.

—¿Por qué?

—En el radicalismo siempre convivieron dos visiones. Por un lado, la del radicalismo del interior de la provincia de Buenos Aires respecto al conurbano y, por otro, la del radicalismo del interior del país para con el radicalismo porteño. Representan cosas y visiones distintas, pero lo que tiene el radicalismo del interior que no tuvo el porteño es responsabilidad de gestión. Entonces, hay diferentes miradas entre quienes tienen o tuvieron responsabilidad de gestión respecto a quienes viven de la rosca. Quienes tuvimos responsabilidad de gobierno, relacionándonos con gobiernos provinciales, en mi caso con Kicillof, entonces podemos aportar a la síntesis partidaria, pero para resolver los problemas de la gente. Si nos olvidamos de los problemas de la gente, la gente busca soluciones en otro lado que no es la política. Y nada nos impide que, como representantes del radicalismo bonaerense, pensemos, dialoguemos y articulemos con los otros veintitrés comités provinciales y con los gobernadores que tienen que gestionar.

—¿La estructura territorial vence a la imagen mediática?

—Vivir en Capital Federal tiene ventajas ¿no? La provincia de Buenos Aires está subsumida a medios nacionales que son porteños. Eso no significa que uno se resigne o baje los brazos. Vengo de estar con más de veinte intendentes y contamos con el apoyo de cincuenta ex intendentes, que serán ex intendentes, pero, para mí, es como que nunca dejas de serlo. Intendentes y ex intendentes tienen la misma visión del territorio y el contacto con la gente no lo perdés nunca.

—¿Eso vuelve a su lista más competitiva?

—Es una parte de la respuesta. Los apoyos que uno muestra perfilan lo que uno quiere para la gestión. El radicalismo tiene que definir una identidad clara y un posicionamiento claro respecto al gobierno provincial y el nacional. Eso no se trata de ver si se está cerca o no, y no pasa por rechazar todo o no. Eso es algo que muchas veces se le pide a la política, como si todo fuera blanco o negro sin grises. Nosotros planteamos un radicalismo cercano a las gestiones. Quizás con más penetración en el interior que en el conurbano, y por eso hay que tener vocación para gobernar en el conurbano y estamos dispuesto a hacerlo.

—¿Cómo?

—Ahí deben conjugarse dos cosas: experiencia en la gestión territorial y tener tiempo. Eso lleva a la pregunta de por qué alguien quiere ser presidente del Comité. Si lo quiere ser para sumar una estampita, para apalancarse y disputar algo en otra instancia, o para transformar. Y para transformar hace falta experiencia y tiempo. No se puede ser diputado, rector de una universidad y recorrer 135 municipios para construir lo que se debe hacer. Yo tengo experiencia en la gestión y el tiempo.

—¿Considera que Domenichini no puede hacerlo?

—Él manifestó que quiere alinear al Comité Provincia con el Comité Nacional. Lo quiere encolumnar porque circunstancialmente integra Evolución, el espacio de Lousteau, quien a su vez preside el Comité Nacional. Eso es superestructural. ¿De qué les habla a los bonaerenses con eso? Eso es poder por poder. Nosotros le hablamos al radicalismo bonaerense de poner más intendentes y un gobernador. Hay que ir a cada comité de distrito, donde esta cada vecino y preparar ese proyecto. Hay que limar las asperezas entre grupos dispares y hacer un trabajo de hormiga que hay que hacerlo con mucha escucha porque nadie tiene la verdad absoluta.

—Integró boleta de Bullrich, hoy ministra de Seguridad de Milei. ¿Se arrepiente de haberla acompañado en la lista?

—Hay que entender ese proceso no como una foto sino como una película. Hay que entender cómo se fueron dando distintas situaciones dentro del partido y cómo se comportaron los actores de la política años atrás para entender cómo terminamos en ese lugar. El partido tenía un candidato, o alguien que quería ser candidato que fue Manes. Eso fue dinamitado por Gerardo Morales que decía que él quería ser Presidente. Pero después apareció la foto en Mar del Plata junto a Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli y Martín Lousteau. A veces algunos se rasgan las vestiduras diciendo que fui candidato a vicegobernador acompañando a Grindetti en la lista de Bullrich, pero muchos de ellos son diputados que fueron en una lista cuyo candidato a primer senador era José Luis Espert. Tampoco escuché autocrítica, siendo que hoy es uno de los principales voceros de LLA. Y el candidato a gobernador que, se suponía, era progresista hoy es el más mileísta, que es Santilli. No escuche autocrítica tampoco. Yo formé Juntos por el Cambio como todos, pero a mí me eligieron como intendente y otros fueron funcionarios de Mauricio Macri. Ser funcionario es una decisión, vos podés decir que no, pero a mí me votó la gente. No es pase de factura, es entender el proceso.

—¿No coincide con los señalamientos que dicen que la UCR terminó siendo “furgón de cola” de, por ejemplo, el PRO?

—Lo que hay que definir es que la UCR no tuvo estrategia para ser competitivo. Hay que tener un candidato con estrategia, y eso no es sólo un discurso. No es fácil de lograr. Todos tienen una historia, incluso Lousteau fue ministro de Cristina. La discusión central parece que es ver donde te puedo pegar en los talones para sacar un voto en la interna. La discusión en serio es cómo construir una identidad bonaerense del radicalismo y no que se someta al radicalismo porteño que quiere exportar su fracaso a la provincia de Buenos Aires. Nosotros vamos a ir al revés: vamos a aportar, generar un partido vibrante y con ebullición. De ahí, ver cómo para pararnos ante Kicillof y Milei. Hay que tener presente una premisa histórica del radicalismo que siempre fue dar gobernabilidad. Se le da gobernabilidad a Milei y en provincia a Kicillof, porque los legisladores votaron leyes cómo la de presupuesto. A mí, a nivel local, me lo dieron los concejales peronistas en Trenque Lauquen.

—¿Es lo mismo ser opositor a Kicillof que a Milei?

—No. Pasa que vivimos históricamente en una deformación del sistema de república. En un momento donde no se consigue discutir la coparticipación federal de impuesto ni que el mecanismo de transferencias automáticas sea previsible para tener la posibilidad de armar un presupuesto provincial, nos pasa esto: domestican con la billetera. Se habla de la casta, pero pasa lo mismo que antes.

—¿Qué cosa?

—Si no me acompañas no te doy plata y los gobernadores tienen que ver cómo dar respuesta. Esa misma relación se da en la Provincia con los intendentes. Por eso llevamos como bandera la autonomía municipal, y vamos a trabajar con esa bandera. La visión política no puede estar sesgada por la billetera y que los planteos sean que si querés plata me tenés que votar tal ley. La provincia de Buenos Aires está castigada. Esta discusión yo la plantee en la campaña, pero pocos se tomaron el tiempo de escuchar. Hay que avanzar en la autonomía municipal, en regionalizar la provincia para mejorar la respuesta administrativa en el territorio, y discutir con el presidente la distribución de recursos para la provincia de Buenos Aires. En ese sentido, Kicillof tiene razón, pero no por ser Kicillof, es sentido común. A la Provincia le falta plata y aporta más de lo que recibe, con lugares de enorme necesidad de inversión como el conurbano. Después está la otra discusión que es cómo el gobierno gasta la plata. Eso no es ser de derecha o izquierda, son discusiones que hay que dar. Por eso deben articularse los intendentes y los legisladores, y para eso tiene que estar el Comité Provincia. Debería pasar también a nivel nacional, pero discuten para la televisión cuando pasa algo en el Congreso.

—¿Cómo son las conversaciones con los afiliados de cara al 6 de octubre?

—Obviamente, una vez cerrada la etapa del fracaso de la unidad, empezamos a recorrer la Provincia con un escenario de elecciones internas. En este sentido, la receptividad en el territorio es muy buena y la mayoría de la gente nuestra hubiera querido evitar la interna en este contexto. Una vez que entramos en modo campaña, hay que ser muy claros en el mensaje, hablar sobre lo que proponemos para estos dos años de gestión al frente del Comité Provincia y conseguir que nos voten. Y, si somos elegidos, rendir cuentas al final de gestión. Hay mucha escucha. Mucha escucha de que proponemos y no una búsqueda de pronunciamiento. Si hay preocupación por el contexto nacional y provincial.

—Propuso que el radicalismo tenga candidato a gobernador en 2027 y candidato a Presidente, ¿el 2023 no era el momento tal como lo pedía Manes?

—Para que algo pase no hay que apelar a la casualidad, hay que trabajarlo. Uno puede tener buenos candidatos, pero si no hay táctica ni estrategia y una consolidación de proyecto colectivo, el mejor candidato no llega. En términos de mi experiencia personal, yo podía ser buen candidato en 2015 en Trenque Lauquen, pero fui a una interna con otros tres. Si no tenía anclaje en social, un proyecto y el apoyo del partido, no hubiera llegado. Es necesario tener varios buenos candidatos y pueden aparecer más. No le sobra nada a la UCR. Hay que generar nuevos liderazgos en el radicalismo para que todos brillen. En vez de desconfiar hay que encontrar cohesión partidaria entre los que tienen la responsabilidad de gobernar con quienes no la tienen. Hay que ver el momento que nos toca vivir y hacer política. Ver por qué perdimos representatividad y cómo recuperarla para también encontrar el punto equilibrio.

—¿Qué equilibrio?

—Hace cuarenta años que estamos yendo de una banquina a la otra. Pasamos del estadocentrismo donde todo los resuelve el Estado, mal, bien, con plata o sin plata o la inventamos. El ciclo siguiente nos llevó a la otra banquina, donde se habla de un Estado que no sirve y que hay que eliminarlo. Yo digo que tiene que haber un Estado presente que pueda dar respuestas posibles, no las imaginables, y que permitan desarrollar el país. Sino vivimos en una fantasía que nos llevó a un presidente que dice que es un topo que viene a destruir el Estado. Milei es la consecuencia de la otra banquina donde la gente votó por decir que el Estado no sirve. Hay que buscar un Estado que haga lo necesario con los recursos necesarios para construir desarrollo. Algunos dicen que eso es de tibios, pero para mí hay que tener muchos huevos.