Fotógrafa argentina

La muestra dedicada a Sara Facio en la Quinta Trabucco de Vicente López pensaba ser un festejo por los 92 años de esta mítica fotógrafa, que captó la vida cultural y política de nuestro país con una mirada particularmente elegante y audaz. “Sara estaba feliz. Siguió el desarrollo del hilo curatorial, la selección de las imágenes, la edición de la muestra. Su único comentario fue ‘de ésta imagen, hay una más fuerte’. Al día siguiente la buscamos en el archivo, y tal como nos habíamos imaginado, tenía razón”, escribieron las curadoras Graciela García Romero y Silvia Mangialardi. Sin embargo, la inauguración de la muestra se retrasó por unas filtraciones en la sala de exhibiciones (las lluvias del verano fueron inmisericordes con la Quinta) y lamentablemente Facio partió en junio, antes de su apertura en agosto. De manera que esta cuidada selección se transformó en un homenaje póstumo. Y también, en la primera acción de la Fundación Walsh Facio, que de este modo se ocupa ahora del acervo de ambas artistas. Esta decisión fue anunciada en mayo pasado, cuando en la última Feria del Libro se presentó El feminismo, una recopilación de textos pioneros de Walsh. Bajo el título de Soy fotógrafa argentina, la muestra se puede ver de martes a sábados, de 10 a 18, con visitas guiadas con Dina Resca los viernes a las 17 y sábados a las 12 y 16. Es una muestra pequeña, considerando la magnitud de la obra de Facio, pero impecable: todas las fotos son admirables. Con algunas reproducciones impresas en gran escala, se extiende por tres salas. Una está dedicada a la conversación amorosa entre Sara y María Elena (con un grupo de retratos, varios de ellos inéditos), otra a un diálogo entre los retratos de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, incluyendo su foto más icónica, realizada por Facio. La tercera sala se reparte entre un grupo de imágenes de personalidades de la cultura y otro testimoniando el trabajo de la fotógrafa cubriendo para una agencia de noticias el regreso de Perón en los '70. "Sara no era peronista y sin embargo pudo construir, en mi opinión, el ensayo visual más relevante que se haya hecho sobre esta etapa", comenta García Romero, presidenta de la Fundación. Soy fotógrafa argentina estará expuesta hasta el 2 de noviembre. 

Mi vecino el loro

Meril Lesser ha demostrado una férrea convicción al momento de defender a su familia, que fue denunciada en varias oportunidades por ruidos molestos a tal punto que la mujer debió mudarse. Sin embargo, la Justicia determinó que el consorcio la indemnice por el mal trago. Toda una reivindicación ya que el centro del conflicto fueron Layla, Ginger y Curtis: los tres loros de Meril. Los cuatro compartían desde1999 en un departamento como parte de un edificio cooperativo de Ruherford, en los suburbios de Nueva York. En 2015, ella empezó a recibir cartas documento donde los vecinos argumentaban que los loros eran ruidosos. En marzo de 2016, Lesser le pidió a Rutherford que le permitiera quedarse con los loros y les entregó una carta de su psiquiatra, donde explicaba que los bichos eran imprescindibles para que Meril, con problemas de depresión, tuviera una buena calidad de vida. Sin embargo, fue obligada a abandonar su departamento. Desde entonces libró una batalla judicial que incluía, entre otras medidas, la visita de trabajadores sociales que en varias oportunidades aseguraron que los loros no hacían lío y que su dueña cumplía con todas las medidas de cuidado de los animales. Y sobre todo, que eran un apoyo emocional imprescindible. Ahora, Rutherford deberá indemnizar a Meril con 165.000 dólares por daños y perjuicios más 585.000 dólares por resarcimiento tras el intento de desalojo. Layla, Ginger y Curtis bailan en una pata. Y sin incomodar a los vecinos.

Demoliendo carteles

Si uno no ha vivido en el lugar y el tiempo correcto o si sencillamente tiene poca onda (pero dispone de plata), puede aspirar a que algo del Chelsea Hotel se transforme en un bonito objeto decorativo en su casa. Ahora que el cartel luminoso del frente ha sido desmontado, una casa de subastas planea vender las letras de la palabra “Hotel” una por una y el nombre “Chelsea” como una sola pieza. “Ese cartel indicó al mundo que este era un lugar de libre pensamiento, actividades creativas y un estilo de vida estridente", dijo el subastador Arlan Ettinger, que metió la letra H en su distinguida oficina de del Upper East Side. “Cuando dijiste 'el Chelsea', tuviste estas visiones de Warhol, Arthur Miller y Bob Dylan, todos juntos”. Cada letra de “hotel” mide aproximadamente un metro y medio. La palabra “Chelsea” mide dos metros de largo y poco más de un metro de alto. Ettinger los llamó “obras de arte en funcionamiento” porque han sido readecuados para funcionar con corriente doméstica. Incluso tienen nuevo cableado y disyuntor. Además de las letras de neón, Ettinger vende unas 20 vidrieras que fueron retiradas del hotel durante su renovación, junto con el letrero de neón original de El Quijote, el restaurante español del Chelsea. El lote se completa con memorabilia como retratos de Jean-Michel Basquiat, de Warhol y Keith Haring. La utopía socialista que fundó el hotel a fines del siglo XIX ha prometido un motín de fantasmas para animar la velada.

Todos contra la pared

Mientras Trump sigue insistiendo con que los migrantes se comen a las mascotas de “la gente de bien” en Ohio o en días donde el gobierno local le declara la guerra a toda la ciudadanía, se siguen inventando suministros bélicos que, lejos de calmar las aguas, las agitan de manera preocupante. Aunque los desarrolladores de los SimStriker digan que se trata de robots que en el fondo son amigables. “Incluso eructan y son capaces de percibir el estado de ánimo de los humanos que los rodean”, ponderan voceros del ejército británico, encargado de presentar en sociedad a estos Terminator, encargados de entrenar soldados en escenarios similares a los campos de batalla. Se trata de máquinas que tienen la cabeza y el torso del mismo tamaño que un hombre promedio, que pueden hablar y reaccionar. Sucede que están equipados con el software de inteligencia artificial Chat GPT y creados por 4GD, una empresa fundada por dos ex marines reales que entrena soldados utilizando realidad virtual y efectos especiales. Los soldados deben enfrentarse a SimStriker en una aldea donde los lugareños necesitan alimentos, electricidad y suministros médicos. Entonces actúan con amabilidad. A menos que a algún soldado se le dé por retobarse. En ese caso, el SimStriker puede llegar a disparar perdigones desde su abdomen. Los entrenadores del ejército también pueden alterar manualmente el estado de ánimo del robot desde una sala de control si quieren que el escenario se apacigüe o se complique todavía más. Además tiene una cámara instalada en su frente que le permite detectar movimiento y luz. Incluso envía una señal para que el robot se active si un soldado entra en la habitación. En ese caso, dirá cosas como “¿Quién está ahí?” o dará señal de alto mediante un altavoz en su clavícula. James Crowley, director de desarrollo de negocios de 4GD, dijo: “Aunque da la impresión de un Terminator, no intentamos subordinar a los soldados a un robot. Más bien, queremos utilizar un robot para mejorar al soldado. Por eso Sim grita, habla y dispara”. También aclaró que este experimento recien se pondrá en marcha de manera total a fin de año. Terminator asegura que la viene remando desde mediados de los ochenta como para que se lo tomen tan en solfa a esta altura del partido. Mazinger y Afrodita (que arrojaba misiles desde sus pechos en el colmo de la osadía) se jubilaron y temen que ahora los vengan a buscar estos jóvenes imberbes para usarlos de sparring. Ya nada se respeta.