Agustín Cabrera llega al café desde el tránsito de la autopista. Viene desde La Plata, donde vive, en un Gol, su Gol, el Gol de la canción que sacó bajo uno de sus alteregos musicales, Chebrolet, "Vendo Gol Mod. 1998". El auto era de su papá, y efectivamente estaba en venta al momento de escribir el tema, pero se lo terminó comprando él. Dice que ahora sus amigos lo cargan. "Pronto lo voy a vender, y voy a tener que hacer otro tema. Ahora tengo que hacer un tema cada vez que vendo un auto", bromea. Con menos de veinte canciones publicadas, Chebrolet es el nombre bajo el que sacó la canción Renault 12, una oda a la durabilidad del clásico auto, cuyo video que tiene más de un millón de visualizaciones en Youtube. El fierro tótem de la argentinidad es el protagonista también de tres temas más, uno en la nieve, uno donde se pide que el auto sea candidato a presidente y uno donde con sus cuatro ruedas "juega a la pelota". "Repetirse requiere oficio", puede decir, pero el lenguaje de las canciones de Chebrolet es llano, cercano, de acá nomás. Su género musical, importado: se trata del hardbass, un subgénero de la electrónica que se ganó el mote de intenet de “la cumbia villera de los rusos”, que "pregona una reivindicación, una defensa de las cotidianas de pueblo, medio mersa, medio berreta". Muchas de las canciones, en efecto, son sobre el Lada, el auto soviético. "Ellos tienen uno solo, porque claro, soviético. Yo tengo más laburo que ellos", se ríe de vuelta Agustín, que en su proceso de traducción fue más allá, y le cantó a la quiniela, a Cuenta DNI y a Messi. Todas cosas de acá nomás.
A pesar de que el tempo rápido, los kicks fuertes, la estética memeable y el espíritu viral puedan presionar hacia una lectura del shock, la cargada y lo momentáneo, Agustín Cabrera no es ningún improvisado. Apenas llega se pone a grabar él la entrevista, por las dudas de que la original se pierda. No hace falta que se presente como perfeccionista, tiene la neurosis creativa de los artistas que están acostumbrados a pensarse, y atajarse. Y él, para pensarse, se tiene que subdividir. Además de Chebrolet, es Fundación el Gusano ("cumbia municipal") y El Pocito Rocanrol, (“rock hecho mierda”), tres alteregos completamente distintos y con una ideología particular. En sus propias palabras, tiene una formación académica "super forra": pasó por el conservatorio, por la Universidad de Artes, tocó todos los estilos de música, desde el más académico hasta el más rasca. Lo formó su infancia en Ayacucho, donde veía pasar constantemente a los pibitos con los autos y las motos desde la casa de sus papás, ambos docentes, donde el rock era palabra santa y la cumbia una desgracia. Apasionado de la literatura y la filosofía, cree en la ficción como forma para reivindicar lo que está al alcance de las manos, aquello que puede levantarse del suelo argentino. Como su tema "FIAT 147", "una historia muy de pueblo", muchas personas que van a algún lado en un auto chiquito. La cumbia de los rusos le vino al pelo, porque encontró algo que le parecía que faltaba en la escena contemporánea musical argentina: el humor.
¿Por qué parecería que la música y el humor no van tan de la mano?
Lo que pasa es que el humor tiene un estatus. En algún momento de la historia de Occidente se nos ocurrió que había que dividir que una cosa era la tragedia y otra cosa era la comedia, y el humor quedó relegado a un estatus de sub-arte. Está muy instalada la idea de que la verdadera potencia artística está en la tragedia. Y para mí, nada que ver. El humor es tanto más complejo: la parodia, la sátira, todo tiene su complejidad. Igual la complejidad no dice nada, pero el argumento que se usa siempre es de la simplicidad versus complejidad, y es falso. El humor tiene una potencia. Yo me siento mucho más cómodo en eso que en la seriedad, la solemnidad.
¿Qué te hace reír?
Es una buena pregunta. Yo soy muy de la escuela del humor absurdo. Crecí viendo Cha cha cha, Capusotto, escuchando música como Frank Zappa. Hay mucha música que tiene que ver con el humor, todos tienen un tema en joda, Charly, Spinetta. En el rock hay mucho humor, a pesar de que es una cosa muy seria. Yo quiero ir más allá. Me interesa mucho el chiste cotidiano. Para mi la forma primigenia de poesía o de arte está en una conversación, en un asado, donde siempre hay un desconocido que te hace cagar de la risa. Yo como artista me siento una especie de sicario que está pensando cómo descuartizar las cosas comunes y volverlas a construir para convertirlas en una especie de objeto. Es un poco espurio, pero es una inocencia que no se pierde. He hecho muchos temas con frases que dijeron mis amigos.
¿Siempre sentiste eso del camino del artista, de mediador del mundo?
Yo ingresé a la música muy de cabeza dura. Empecé a ir a clase de guitarra y era malísimo, pero insistí un montón porque no me animaba a dejar. Cuando me quise acordar ya estaba ahí, después se me empezaron a ocurrir cosas y ya no pude parar. Pero siempre me interesó. Mis viejos son docentes, mi viejo escuchaba mucha música, discos y casettes piratas, porque no teníamos plata. Tenía una guitarra tirada pero ni tocaba. Con mis diesisiete primos somos todos músicos pero ninguno de nuestros padres son músicos. Mi viejo de chico era muy pobre, tan pobre que vivía en la iglesia y el cura le pagaba las clases de tenis y las zapatillas. Pero es snob, escribe. En mi casa la cumbia era una mierda, se escuchaba rock. Eso se termina cuando yo piso afuera de mi casa. La cumbia fue mi primera identidad. Después me amigo con el rock rolinga, más barrial, después más progresivo. Pero el rock siempre es snob. Me volví super anti elitista. Venimos de diez años de trap y cumbia cheta, cadena de oro, auto caro. Yo crecí con la cumbia villera, donde la reivindicación por lo berreta era una respuesta a una cultura que justamente te dice que tenés que tener para ser, ttenés que ser elegante, tener un buen auto. El rolinga es eso, un invento argentino espectacular. "Yo uso las zapatillas rotas y voy a hacer que esto sea cool. Y si vos tenés zapatillas nuevas sos un gil". El rolinguismo es una tecnología impresionante. Nosotros en Argentina tenemos una tradición muy grande de reivindicar lo berreta. Acá hay tipos que te miran de arriba abajo, te ven de punta en blanco y te dicen tomatelá. Es un orgullo acá, una doctrina de barrio.
¿Por qué pensás que al argentino entonces le llegó tanto esto del trap de tener para ser, cuando nuestra identidad barrial es tan alejada de eso?
Pienso a veces que desgraciadamente nada puede contra el impulso del progreso. Creo que en la disputa siempre va a triunfar el canto a lo material. Yo entiendo que si la sociedad progresa la reivindicación de los Renault 12 tal vez desaparezca. O tal vez no. Es una pregunta que me hago. Pero me parece que lo material siempre prende, porque es una forma muy básica, fácil de que se expanda. Progresar materialmente es una cosa que tiene que ver con la supervivencia. Romantizar ese progreso material es lo más lógico. Requiere un doble paso filosófico renunciar a eso y decir capaz que no lo quiero.
¿Y por qué el Renault 12, que también es algo material, es distinto de este camino que estás hablando? Aunque creo que ya sé la respuesta.
Porque simbólicamente es otra cosa. Hoy en día es un auto de pobre, un auto viejo. El valor que tiene es el valor del costo-beneficio. ¿Quién aprecia eso? Los que no tienen mucha guita. Un Lamborghini no es costo-beneficio, es lujo. Es un bien de prestigio, no es un bien de uso, que se valora por la fortaleza, por lo durable. Son cosas que se valoran en otro estrato. Eso es perfectamente oponible siempre dentro de la lógica del consumo y la del capitalismo, pero no es una oposición al progreso. Tampoco es que yo me opongo a eso. Por supuesto que no. Pero sí creo que tiene que haber un contrapeso, no puede ser eso de que me deprimo si no progreso económicamente y de que todos queremos ser millonarios. Porque ahora están todos pensando que van a ser millonarios y en algún momento esa gente se la va a pegar, toda una generación que se va a dar cuenta que no pueden ser todos millonarios. Y creo que ahí se va a dar una renovación, ojalá. Tiene que ver con valorar lo que tenés entre las manos. El trap tiene una lógica aspiracional, de cantarle a lo que quisieras tener a lo que deberías ser, a lo que deberías ser lo mejor. Y creo que hay una respuesta a eso que es una lógica realista. Cantarle a lo que tenés entre las manos. Yo no sé lo que es un Lamborghini, nunca lo ví, no sé lo que es.
¿Te interesa pegarla?
Depende a qué te refieras. Me interesa el alcance y el poder. Me interesa llegar a un montón de gente. Me interesa la reproducción de mis ideas. Hacer algo y ver qué pasa, que otra gente empiece a hacer algo parecido y entrar en diálogo con ese diálogo. Pero no una cadena de oro.
¿No crees que haya una pose muy marcada también? En reivindicar lo argentino, el sifón de soda, Chacagiales, el asado.
Claro que sí. Pero siempre la vanguardia se convierte en tradición. El poder se corrompe, la revolución se convierte en burocracia, ese es el curso de las cosas. Hay que jugar y escaparse, lo que pasa es que no se puede destruir el poder. El libro sobre nada no va a destruir la narrativa, pero podes inventar otra. Supongamos que que es una guerra, que no lo es, esto es una gran diversión, pero supongamos que yo necesito hacer el Renault 12 para luchar contra tu Lamborghini. Estoy inventando un nuevo tótem que también se puede volver super careta. Yo ahora le estoy empezando a tirar a los dueños de Renault porque lo venden muy caro, me estoy enojando. Todo se vuelve moda. Lali en la televisión tomando fernet de una botella cortada. Es necesario, no hay que renegarle, porque llegar al mainstream y que algo se agote quiere decir que triunfó. Pero ahí se cumplió un ciclo, como con el RKT. Yo lo venía esperando toda la vida, no podía escuchar más la cumbia cheta, era como cuando vuelve a ser gobierno lo que a mí me gusta. Volvimos, pero en un momento ya vas por la décima botella cortada y decís "listo, ya está muchachos". Es cíclico, la clave está en buscar una renovación. En política, si vos no te renovas, te come el de afuera. La clave es buscar una nueva manera de decir. Todo se puede volver un quiosco.
¿Te da miedo convertirte en un quiosco?
Sí. Buscaría activamente salir de ahí, un poco no lo puedo evitar. Ya no voy a hacer más canciones de auto. Necesito también trollear a mi propia audiencia, sorprenderlos, que no se lo esperen. Tampoco es que voy con terror a ser el quiosco, siento que un poco de que tu idea triunfe quiere decir que se diluye y un poco se corrompa. Es como el pragmatismo mismo de la política, hay que ensuciarse las manos porque sino no se puede hacer nada, te quedás en el debate de salón y sos una cosa anecdótica, parlamentaria, o trascendes y para trascender a veces está la renuncia.
¿Te interesa la dimensión política de tu música?
Creo que hay algo de la política que está ahí quieras o no, pero yo me siento más un operador cultural. Quizás no está buena tanta autoconciencia, pero los artistas marcan el rumbo cultural. En cierto punto, importa lo que se dice en una canción. El artista en la escala de gente impune para operar está muy por encima. De repente tenés un montón de poder, no sabés qué hacer y lo que te sale es reproducir o hacerte el boludo. A mi no me parece que haya que exigirle nada a nadie, pero si hay como una impunidad de que el arte está por encima de la política, el arte está por encima de todo. Yo tampoco te voy a hablar de compromiso político del artista, no me interesa eso, pero la música no es una cosa tan inocente. Yo la verdad que entiendo que a mi me gusta hacer lo que quiero hacer, y lo que debo hacer. Tampoco tengo tanto para ganar, nadie me ofreció renunciar a lo que quiero hacer todavía, pero si todavía te mueve el deseo a mi me hace feliz vivir de esto. Quiero hacer el tema como yo quiero. Quizás no era lo que convenía, pero porque me pierdo, no es una decisión consciente. Me cuesta hacerlo de otra manera. Yo hago el 90% del trabajo en el 10% del tiempo y el 10% restante del trabajo me lleva el 90%. Lo que pasa es que de repente se te abre una puerta, las oportunidades no están siempre. Ahora tengo un poco abandonado a El Gusano porque la posibilidad de vivir está con otro proyecto, con Chebrolet. Y si yo creo que Chevrolet le va a abrir la puerta a otras cosas, y que voy a poder laburar de eso lo tengo que aprovechar. El Gusano siempre va a ser el pibe mantenido, no se va a poder valer por si mismo.
Pareciera que tus alteregos se complementan unos a otros, son como opuestos entre sí. ¿Los vas creando a medida que los vas necesitando?
Creo que me aburro rápido. Pero también desde muy temprano descubrí que no me interesaba escribir de mi personalidad, de lo que me pasó a mi. Si bien saco mucho material de lo cotidiano, siempre creo un personaje y ese personaje es el que habla, es una contención. Pero me gusta que esté todo separado. Fundación el Gusano es como una fantasía, como otra línea temporal, apocalíptico, cientos de años para adelante y cada canción tiene una historia, hay un personaje y los que cantan siempre son personajes de esa historia. Ahora lo tengo un poco abandonado, pero me gusta mucho. Creo que Nueva Musica Cultural es mi disco favorito de todo lo que hice. Trabajé mucho en ese disco, tardé cuatro años en hacerlo. Evidentemente estaba en otras fases mucho más agudas de mi neurosis. Es como mi aproximación más cercana a la literatura, algo que siempre me interesó, pero no tengo paciencia para escribir. Me gusta eso de la ficción que se va descubriendo a través de canciones. Medio Mientras agonizo, de Faulkner, que te va pintando un retazo y otro retazo, y otro retazo, y te va armando la historia. Cada canción es como un retazo. Es como el reverso de Chebrolet, que empieza por contraposición, donde hay una búsqueda de lo explícito. En el Gusano hay una búsqueda también de frases que sean muy potentes y que no digan nada. Eso le robé a Dick el Demasiado, que tiene frases como "ayer me pegó por lo menos dos veces el cencerro pegador". ¿Qué significa eso? ¿"Soy amigo de todas las personas"? Eso no significa nada. Es como un slogan, como una campaña política. En esa época estaba muy metido en el formalismo, escuchando Stravinsky, que tiene como un fetiche de la eliminación del sentido, pero a la vez es súper potente.
En un momento donde el nombre propio es muy importante, o hay una cuestión con el fenómeno autor, ¿te conflictúa eso de tener muchos perfiles distintos?
A veces. También por la lógica autobiográfica del rap, supuestamente autobiográfica casi documental, donde hay una ley de "esto tiene que ser real, genuino". Yo me lo pregunté mucho, porque la manera en la que vos hacés las cosas impacta también en la recepción de la obra. Pero eventualmente me dejó de importar. Me propuse destruirlo, destruirlo para crear una nueva manera de hacer las cosas. Yo decía esto nunca lo ví, y por eso, con más razón lo tenés que hacer vos. Es medio raro que tenga cinco bandas pero capaz que soy el primero en tener cinco bandas. ¿Por qué no? Yo siempre pienso en eso, si a vos te gustaría ver eso que falta.
¿Vos hacés la música que te gustaría escuchar?
En principio sí, siempre pensé eso. Ahora pienso que quizás ya no. Todo se desdibuja y ya no sé por qué hago lo que hago. Antes era lo primero que te decía, ahora no sé bien no sé bien por qué lo hago. Estoy abandonado a un proceso. Te termina sobrepasando. Cuando vos empezás a hacer, a entrar en contacto con otra gente, te trasciende. Cuando empezas a publicar te das cuenta que no tenés ni idea de la obra. Vos tenés el control del 50% y el otro 50%, el destino que hay para tu música, lo va a determinar la gente que escucha. El Renault 12 era un tema que estaba bien, pero era tan bueno como cualquier otro, y se volvió viral. Mucha gente no me conoce a mí pero conoce la canción, eso me gusta. Para mí es importante descubrir que lo que hago tiene un valor para otra gente y que no depende solamente de mi criterio. No tengo problema con que mis obsesiones sean el mainstream, pero ya no quiero hacer canciones de autos. No tengo conflicto con lo que hice, pero ya me aburrió, quiero hacer otra cosa. Soy un poco esclavo de mis ideas. Si una idea está muy buena yo no sé quién soy para negarle a esta idea que vea la luz. En algún momento tendré que empezar a pararme de mano frente a mis ideas y empezar a filtrarlas porque si no voy a ser esclavo de mis ideas para siempre y me la voy a pasar haciendo temas de autos para siempre. Pero quiero experimentar, estoy haciendo un disco que es como el Sgt. Peppers de Chebrolet. Estoy pensando como uso Chebrolet como plataforma para hacer otras cosas sin salirme, cuáles son sus posibilidades. A mi me preocupa que siempre hay un pensamiento que me dice "vas a tener 40 años, vas a tener 50 años, y vas a seguir haciendo canciones de autos". Estoy alerta de que no me pase eso. No quiero estar muchos años en un lugar que no era en el que yo quería estar.