Fuera del libreto escrito para leer en la puesta en escena de la presentación del Presupuesto 2025, el presidente Javier Milei despreció las medidas contracíclicas. Lo dijo cuando exageró con que “vengo a proponer un proyecto diametralmente distinto a lo que nos tienen acostumbrados”.
Es cierto que es muy distinto porque desde hace casi un siglo, el saber económico, con la producción teórica de John Maynard Keynes, entre otros economistas destacados, produjo un salto cualitativo en la comprensión de la materia de estudio al destacar el imprescindible rol del Estado para conducir los ciclos económicos.
Milei, al presentar la metodología presupuestaria -regla fiscal-, definió tres objetivos:
1. Garantizar el equilibrio fiscal.
2. Obligar al Estado a hacerse cargo y absorber el costo de eventuales recesiones.
3. Para los períodos de abundancia, devolver el exceso de recaudación a la sociedad a través de la baja de impuestos.
Qué es una política contracíclica
Estos postulados tienen el marco conceptual expuesto por Milei de repudiar la política contracíclica liderada por el Estado, en particular con el punto dos.
Como se trata de una concepción caduca, se requiere rescatar ideas económicas muy básicas. Milei expone la suya como si fuera extraordinaria, cuando ha sido descartada y superada no sólo en la teoría, sino, especialmente, en la gestión de la economía a nivel global.
El concepto de tener en cuenta los movimientos cíclicos de la economía para diseñar la política fiscal proviene de la escuela keynesiana, y luego fue incorporada por otras corrientes del pensamiento económico.
Entre las medidas que reducen la vulnerabilidad de la economía se destacan los fondos de estabilización con recursos extras provenientes del auge de los ciclos económicos para gastarlos cuando existen recesiones o precios de materias primas internacionales en caída, controlando así el grado de la política procíclica y reduciendo la brecha del Producto para generar un crecimiento de acuerdo a la dinámica de largo plazo.
A su vez, debido a la inflexibilidad del gasto público por el capítulo previsional y social, además por los vinculados a derechos constitucionales, como la educación y la salud, se hace necesario considerar mecanismos que usen la tributación como medida contracíclica.
Una de ellas es impulsar impuestos progresivos, puesto que no sólo mejoran la redistribución del ingreso, sino que también ayudan a estabilizar los ciclos porque las rentas se incrementan en los auges.
Nombran a Keynes y Milei se descontrola
En varias ocasiones siendo panelista, luego candidato y ahora Presidente, Milei exhibió un estado caótico cuando le mencionan a Keynes. Resulta insólita esta reacción porque Keynes es considerado, por ortodoxos y heterodoxos, como el fundador de la macroeconomía moderna.
Su obra más famosa, La teoría general del empleo, el interés y el dinero, fue publicada en 1936, pero su precursora de 1930, Tratado sobre el dinero, es evaluada también como importante para el progreso del pensamiento económico.
Hasta entonces, la ciencia económica analizaba sólo condiciones estáticas (así Milei piensa la economía), esencialmente estudiando en detalle una instantánea de un proceso en movimiento.
Keynes creó un enfoque dinámico que convirtió la ciencia económica en un estudio de flujos de ingresos y gastos, y abrió nuevas perspectivas para el análisis económico.
Durante la Gran Depresión de Estados Unidos de los años treinta, la teoría económica del momento no pudo explicar las causas del grave derrumbe económico mundial ni tampoco brindar una solución adecuada de políticas públicas para reactivar la producción y el empleo. Por el contrario, profundizó la debacle proponiendo el alza de la tasa de interés y la reducción del gasto público.
Qué propuso el economista británico que enloquece al Presidente
Keynes encabezó una revolución del pensamiento económico al superar la idea entonces vigente de que el libre mercado generaría en forma automática el pleno empleo.
El principal postulado de la teoría de Keynes es que la demanda agregada -la sumatoria del gasto de los hogares, las empresas y el gobierno- es el motor más importante de la economía.
Keynes sostenía que el libre mercado carece de mecanismos de autoequilibrio que lleven al pleno empleo. Los economistas keynesianos justifican la intervención del Estado mediante políticas públicas orientadas a lograr el pleno empleo y la estabilidad de precios.
En vez de considerar los desequilibrios presupuestarios del Estado como negativos, Keynes propugnaba políticas fiscales contracíclicas, que actúan en sentido contrario al del ciclo económico.
Por ejemplo, los keynesianos proponen incurrir en déficit fiscal destinado a proyectos de infraestructura que demandan mucha mano de obra para estimular el empleo y estabilizar los salarios cuando la economía se contrae, y elevar los impuestos (y también la tasa de interés) para enfriar la economía y evitar la inflación ante un fuerte aumento de la demanda.
La política monetaria puede utilizarse para estimular la economía, por ejemplo, bajando las tasas de interés para alentar la inversión.
Keynes sostenía que los gobiernos debían resolver los problemas a corto plazo en vez de esperar que las fuerzas del mercado corrigieran las cosas en el largo plazo, porque, como escribió, “a largo plazo, todos estaremos muertos”.
La crisis de 2008 y la pandemia
Los seguidores de la Escuela Austríaca de Economía, entre ellos Milei, creen que las recesiones y los auges son parte del orden natural y que la intervención del Estado solo empeora el proceso de recuperación.
Para dar cuenta de las consecuencias terribles para la mayoría de la población que tiene este pensamiento vale hacer el ejercicio de qué hubiera pasado en la economía mundial durante la crisis financiera de 2008 y la pandemia de 2020.
El derrumbe de la economía global hubiera sido aún más dramático con quiebras empresariales generalizadas y destrucción de millones de puestos de trabajo, arrojando a la miseria a gran parte de la población.
En cambio, los gobiernos de las potencias económicas coordinaron la intervención conjunta con doble expansión fiscal y monetaria como nunca antes hubo para eludir la debacle. Y, de este modo, se impidió la caída al abismo.
Milei no hubiera hecho nada para evitarla.
Durante la pandemia los gobiernos repitieron esta fórmula para mitigar los costos ineludibles de la parálisis del proceso de producción por culpa de la covid-19. Los países que ejecutaron políticas más activas en los frentes fiscal y monetario tuvieron una recuperación más rápida y vigorosa en la salida de la crisis sanitaria.
Milei no hubiera hecho nada para amortiguar los costos económicos y sociales de la pandemia. En materia de protección a la población hubiera regido el destino violento “que mueran quienes tengan que morir”.
Las ideas de Milei atrasan y son dañinas para la mayoría de la población
La crisis financiera global del 2008, cuyo disparador fue la caída del banco de inversión Lehman Brothers, hizo resurgir el pensamiento keynesiano, que dio sustento teórico a las políticas económicas adoptadas por muchos gobiernos como respuesta a la crisis.
Cuando sobrevino esta recesión mundial, el profesor de Harvard Gregory Mankiw escribió en The New York Times: “Si tuviéramos que recurrir a un único economista para comprender los problemas que enfrenta la economía, indudablemente ese economista sería John Maynard Keynes. Aunque Keynes murió hace más de medio siglo, su diagnóstico de las recesiones y depresiones sigue siendo la base de la macroeconomía moderna”.
Milei lo rechaza con ignorancia motivada y, de este modo, ha sumergido al país en una hiperrecesión que propone salir con una teoría económica antediluviana.
El resultado económico del primer semestre de su gobierno muestra un adelanto del plan de Milei: el Producto Interno Bruto bajó 3,4% respecto a igual período anterior, caída que se extiende a 6,6% si se excluye el sector agropecuario (la comparación con el año de sequía derivó en un aumento extraordinario), y derrumbe aún mayor de 7,2% sin Agro, Minería, Hidrocarburos y Pesca (todas actividades de producción de materias primas).
Cualquier analista local e internacional riguroso, sin anteojeras ideológicas conservadoras, con este resultado, concluiría que Milei es promotor de una tragedia económica.