Palabras preliminares. Este escrito surgió a partir del relato que me hiciera llegar una psicóloga del Poder Judicial que entrevistó y trató a los responsables del atentado a la Vicepresidenta de la Argentina, hecho que conmovió al país y al mundo en el mes de septiembre de 2022. 

CFK, dos veces presidenta de la Argentina, sufrió el ataque de un individuo, mientras regresaba a su casa en Uruguay y Juncal en el barrio de Recoleta de Buenos Aires, luego de haber estado trabajando en el Senado. Rodeada por simpatizantes y admiradores, CFK no se percató de que un hombre joven se le acercó con un arma y le disparó un par de veces a la cabeza. En medio de la multitud que la rodeaba, CFK no se dio cuenta del hecho. La balas no había salido y el atentado fracasó. El agresor fue detenido por los militantes y la policía y aun permanece preso. 

El hombre estaba acompañado por una joven mujer, su pareja, que había llevado el arma en una bolsa. 

Hay quienes dijeron que la pistola Bersa Thunder calibre 38 que había empuñado el agresor, estaba deteriorada; otros, que el tiro no salió por la falta de pericia del magnicida y, hasta la misma CFK, afirmó que la había protegido el Santo Rosario que lleva siempre colgado de su cuello.

La psicóloga que atendió el caso, consciente de que mi veta de escritora comprometida podría serle útil, me confió un informe donde consigna las entrevistas e impresiones profesionales que le causaron los imputados. Por un lado, ella pensó que estaba frente a dos farsantes, dos perversos o cínicos y, por otra, que los rasgos psicóticos de los personajes, en especial los del hombre, podían conformar un terreno fértil para ser usados por organizaciones conspirativas, tenebrosas y totalitarias, que suelen servirse de las alteraciones mentales de algunos sujetos para lograr sus siniestros objetivos. Por cierto, la planificación del atentado está clara, los involucrados junto a sus cómplices habían estado observando el edificio donde vivía la vicepresidenta desde un simulado carrito que “vendía” copitos de azúcar. Por ello la población y los medios llaman a estos terroristas “los Copitos”. 

El relato que me hiciera llegar S., como designaré a la psicóloga, está atravesado por la información de un terrible atentado que conmovió a toda Nuestra América, como la llama José Martí, y al mundo entero, el asesinato del político y líder popular Jorge Eliécer Gaitán, hombre de gran trayectoria académica y creador del Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria (UNIR), desprendimiento del Partido Liberal de Colombia, ocurrido en el 9 de abril de 1948, en Bogotá, que causó el gran estallido de violencia en esa ciudad y todo el país que se recuerda como El Bogotazo y que dejara un saldo de 3.000 muertos, destrucción de edificios, automóviles, trenes, incendios, robos, bombas, atentados y tiroteos, y que tan bien narra Gabriel García Márquez quien fuera testigo de esos aciagos hechos, claro, desde su mirada de insuperable escritor. El asesinato de Gaitán, llevado a cabo (no hay certeza de su autoría) por un oscuro y joven albañil, el tristemente célebre Juan Roa Sierra, nunca terminó de ser dilucidado y, por supuesto, compromete a los servicios de inteligencia internacional, en especial a la CIA. Gaitán formaba parte desde muy joven del Partido Liberal Colombiano que había enfrentado a la oligarquía y al imperialismo a través de huelgas de portuarios y bananeros, acontecimientos que García Márquez narra en su vasta obra.

La psicóloga me pidió que resguardara su identidad, ya que renunció a su trabajo porque se sentía sobrepasada. 

Tal vez, los lectores y lectoras puedan inferir los resultados de las conversaciones e interrogantes que llevó adelante la profesional. 

*Escritora. Premio Casa de las Américas de Cuba de Novela, 1993.