Los conflictos geopolíticos que durante la Guerra Fría tenían como estrella a la carrera espacial y a fines de siglo XX se producían en torno al genoma humano, en el presente se desatan con internet como escenario de disputa. Este lunes, Estados Unidos manifestó su intención de prohibir el empleo de software y hardware chino y ruso en los automóviles conectados a la red, bajo la excusa de que --como en otras épocas-- “la seguridad nacional está en riesgo”. Por caso, estiman que personas con conocimientos informáticos y malas intenciones podrían colarse en los sistemas de los transportes, tomar el control y provocar, eventualmente, cualquier tipo de problema de tránsito. De adoptarse la medida, que estará en revisión y abierta a comentarios públicos durante los próximos 30 días, podría entrar en vigor entre 2027 y 2029.
A partir de la electrónica incorporada en los vehículos modernos --los autónomos, pero también los eléctricos--, los artefactos se interconectan entre sí como nunca antes. Bajo esta premisa, la fuga de información sensible está a la vuelta de la esquina. Limitar esa posibilidad es un objetivo que el gobierno de Joe Biden se ha planteado desde inicios de 2024. Hasta el momento, no se difundió el detalle de los autos que estarían alcanzados por la norma. Sin embargo, aquellas firmas que demuestren el cumplimiento efectivo de medidas de mitigación y auditorías en su proceso productivo podrían solicitar una excepción a la norma.
La novedad fue comunicada por el Departamento de Comercio estadounidense y se inscribe en una disputa en torno a la producción de nuevas tecnologías que enfrenta a la nación norteamericana con las otras dos superpotencias. Refiere especialmente a aquellos autos cuyos sistemas internos se interconectan con sistemas del “mundo exterior”. En un comunicado, la Oficina de Industria y Seguridad del Departamento, apuntó: "El acceso malintencionado a estos sistemas podría permitir a los adversarios acceder y recopilar nuestros datos más sensibles y manipular de forma remota los coches en las carreteras estadounidenses".
Lin Jian, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, al ser preguntado por las informaciones, dijo: "China se opone a que Estados Unidos amplíe el concepto de seguridad nacional y a que tome medidas discriminatorias contra empresas y productos chinos". Bajo esta premisa, Bernabé Malacalza, doctor en Ciencias Sociales (Flacso) e Investigador del Conicet, comenta su punto de vista a Página 12. “Es una medida que sigue la línea de lo que venimos viendo de la guerra comercial en 2018. Estados Unidos se propone asediar a China, restringir sus exportaciones tecnológicas, así como prohibir el ingreso de empresas de aquel origen al mercado estadounidense”. Esto tiene el objetivo, según el especialista, de “desacoplamiento”, es decir, que las cadenas globales de valor en las que participen naciones que no son consideradas “amigas” se desintegren.
Y continúa: “Buscan que EEUU tenga el control del mayor espectro posible, con el propósito de ganar tiempo en la carrera tecnológica de control de la información e Inteligencia Artificial. De hecho, la apuesta china por los vehículos autónomos es anterior y controla la tecnología 5G, que es fundamental para su funcionamiento”. El mercado de autos eléctricos en China no para de crecer: desde 2008 está a la vanguardia del paradigma energético y lidera el mercado, ya que se calcula que aproximadamente el 43 por ciento del rubro es dominado por el gigante asiático, que produce casi la mitad de lo que se fabrica en el planeta.
Una de los grandes temores que el mundo tecno tiene con respecto a las innovaciones vinculadas a internet de las cosas es la vulneración de la privacidad. Los humanos, en pleno 2024, se hallan frente a una encrucijada de difícil solución: exponen datos sensibles a partir de cada posteo en redes sociales, y al mismo tiempo valoran el resguardo de datos personales quizás como ningún otro derecho.
Esta postura de Estados Unidos, asimismo, deja en evidencia un modus operandi característico. Es, al mismo tiempo, el país que construye su discurso de apertura al mundo a partir de la retórica de la libertad, y al mismo tiempo, en la práctica es fuertemente proteccionista. Es decir, para el resto de las naciones recomienda que los Estados no deben intervenir en el mercado; ahora bien, puertas adentro, protege su industria de manera férrea ante la competencia foránea. Una globalización que es deseable cuando el gigante del norte es beneficiado, pero que es rechazada cuando podría verse perjudicado.
“No hay que perder de vista que esto es un bumeran por dos motivos. En primer lugar, porque hay empresas dentro de Estados Unidos que se resisten a las restricciones que puede impulsar su gobierno. Apple, por caso, fabrica sus IPhone en China. En segundo lugar, porque China, en respuesta a estas acciones, busca nuevas estrategias de autonomía tecnológica y reducir al máximo la interdependencia en las cadenas de valor de empresas estadounidenses”, sostiene Malacalza.
Esta medida y otras, como la suba del 100 por ciento a la importación de automóviles chinos, generan discordia con Pekín, que sin dudarlo continúa potenciando su carpeta de innovaciones en todo el planeta. Ante cada despliegue, un obstáculo: en junio fue la propia Unión Europea que, en el afán de proteger su industria automotriz, impuso aranceles de hasta el 38 por ciento a los autos que llegaran con origen chino.
“En el fondo, lo que está en juego en este siglo es la batalla por el control de los datos y la información”, sintetiza Malacalza. China avanza y Estados Unidos saca los dientes.