Es un acto delicado. Levantar el brazo con precisión, el codo ligeramente flexionado en un ángulo agudo hacia el tórax. La mano, firme, se cierra en torno al arma, con el dedo índice extendido hacia adelante. Al final, la muñeca gira hacia adentro, apuntando hacia el centro del pecho. Y entonces, el disparo.
Este fue el dramático momento que marcó la vida de Gino Paoli (nacido el 23 de septiembre de 1934), uno de los más grandes compositores de la canción italiana. En el apogeo de su carrera, cuando su música resonaba en cada rincón de Italia con éxitos como “Il cielo in una stanza” y “Senza fine”, intentó suicidarse disparándose al corazón.
Paoli tenía apenas 29 años y, para entonces, este oriundo de Génova brillaba en el Festival de San Remo con canciones como “Il cielo in una stanza”, “Senza fine” y “Sapore di sale”, así como “Che cosa c’è”. Y claro, “La gatta” ('Había una vez una gata / con una manchita negra...'), la entrañable melodía que se convirtió en uno de los temas infantiles más entonados del mundo, un hit que hoy consideraríamos global.
Pero, como una metáfora del corazón partido en dos, la bala no lo mató. El proyectil no perforó el miocardio; se detuvo en el tórax, sin lesionar órganos vitales. Sin embargo, por su proximidad y riesgo, era demasiado arriesgado extraerla del mediastino. Así, desde ese día, convive con la bala en el pericardio. Muy cerca de su corazón.
Ola de suicidios pasionales
La prensa europea lo llamó “Ola de suicidios pasionales en Italia”. Luigi Tenco, otro talentosísimo cantante italiano, se suicidó luego de participar en el Festival de San Remo. Su canción no había sido elegida. Se disparó en la cabeza y, según revelaron sus amigos después, estaba frustrado por no haber ganado el premio final y por la aparente corrupción del festival.
Así de poderosa puede ser una canción de amor. La suya, precisamente, se llamaba “Ciao amore ciao”. Sin embargo, su amiga Dalida ofreció otra versión: la verdadera razón era que no pudo soportar que la muchacha de la que estaba enamorado lo hubiera dejado.
Para Gino Paoli, la historia fue anterior pero parecida. Casado y a punto de ser padre, estaba profundamente enamorado de otra mujer, Stefania Sandrelli. Al momento de conocerse, él tenía 28 años y ella 16.
Tras una breve separación, durante la cual Stefania iría a Roma (y donde se consagraría con películas como Divorcio a la italiana, Nos habíamos amado tanto'y 'Novecento, Paoli se sumió en una depresión y ataque de celos. Al enterarse de su intento de suicidio, la futura diva regresó con él. La pareja se casó y tuvieron una hija, Amanda Sandrelli.
El corazón de la música de Paoli
Aunque Paoli regresó a los escenarios y grabó nuevas canciones, su época de oro gradualmente se desvaneció, quedando en un pasado previo a su experiencia cercana a la muerte, que marcó un punto de inflexión en su vida y carrera.
La música de Gino Paoli, aunque menos popular en comparación con su época de oro, continuó evolucionando hacia un sonido más sofisticado. Esto fue posible gracias a la colaboración con amigos y músicos destacados como Ennio Morricone y Gato Barbieri, quienes contribuyeron en arreglos musicales y orquestaciones. Este período estuvo influenciado por la escena musical italiana de la época, que incluía géneros como el italian beat y la musica leggera.
En 1974, llegó un singular homenaje: I semafori rossi non sono Dio, un tributo a las canciones de Joan Manuel Serrat. Ambos cantautores, 'nacidos en el Mediterráneo', compartían una profunda conexión con la revolución musical impulsada por Georges Brassens y su canción moderna. Paoli declararía en entrevistas: "me extasié cuando escuché su ´Balada en otoño' ".
El disco incluye, además de "Mediterráneo", "La mujer que yo quiero" y esa pequeña obra maestra del amor y la locura: "De cartón piedra", rebautizada como "Il manichino". ¿Quién mejor que Gino Paoli, con las heridas emocionales de su propio pasado, podría entender la historia de un hombre enamorado de un maniquí?
La renovación artística y política de Gino Paoli
El tiempo fue, nuevamente, colocando las cosas y las maravillosas canciones en su lugar. Con swing, literalmente. Paoli le dedica canciones a la legendaria estrella del blues, Billie Holiday y lanza discos con un sonido y arreglos cada vez más jazzeros, como su colega, Paolo Conte.
A mediados de la década de los 80, hace una pausa en su vida artística al ser elegido diputado por el PCI, el Partido Comunista Italiano. Ingresó al Parlamento italiano con la agrupación Sinistra indipendente.
En 1984, Nanni Moretti en su película "Bianca", le rindió un tierno homenaje a través de la canción “Il cielo in una stanza”. 20 años después grabó un álbum con otro viejo amor, la legendaria Ornella Vanoni, cuyo título parece tanto un guiño a la vejez como al impedimento de que la nostalgia gane de mano: Ti ricordi? No non mi ricordo.
Colaboraciones y éxitos
Los discos de Paoli también son una plataforma para descubrir grandes talentos del jazz italiano, como el pianista Danilo Rea y el extraordinario trompetista Enrico Rava. Junto a ellos, y con la colaboración de Roberto Gato, Rosario Bonnacorso y Flavio Boltro, grabó el extraordinario disco en vivo Milestones - Un incontro in jazz, que también se presentó en Buenos Aires
Hasta hace apenas tres años, Paoli siguió activo y de gira. Además publicó Grooving with Paoli, disco donde reinterpretó sus clásicos con un toque de jazz y funk, acompañado por el grupo Funk off.
90 Años de Música
Tal vez, como escribió Antonio Gramsci en Odio a los indiferentes, "Creo que vivir quiere decir tomar partido", el ‘pecado de juventud' de Paoli fue confundir “tomar partido”, por el sujeto de la oración, la vida. O parafraseando una de las canciones de su último disco, Appunti di un lungo viaggi, titulada "Una lunga storia d'amore", es mejor tener una historia larga, con o sin amor, que estar muerto.
Hoy, a sus 90 años, Gino Paoli sigue siendo uno de los más grandes cantantes italianos, creador de algunas de las canciones más bellas de su país. Se disparó al pecho, la bala casi rozó su corazón, pero no lo mató. Sobrevivió, continuó viviendo y creando música que todavía nos toca. Al final, la vida, como una melodía o un amor, es un acto delicado.