“De todas las experiencias lo mejor es vivirlas. Ser un artista es un motor que a veces necesita empuje o buen combustible. Así pienso mis talleres y los encuentros con los alumnos. Si alguien quiere cruzar este río, los puentes que usé siguen estables y en el intercambio también se refleja la posibilidad de que aparezcan otros para todos”, dice Aldana Antoni.

Es difícil definirla, quizás porque pertenece a la generación que tuvo que aprender de todo lo que le gusta un poco para inventarse una profesión que la cobijara. Diseñadora, artista gráfica, poeta, editora, pero sobre todo una militante férrea de la autogestión como camino de exploración.

Confiesa que de chica supo que amaba los libros cuando una compañerita le regaló uno y empezó a tratarlo como un gran tesoro. “Siempre supe que quería trabajar en algo vinculado a los libros, pero lo pensaba como quien consulta una cartilla con pocas prestaciones: bibliotecaria, librera, escritora... ¿Algo más? Hasta ahí las posibilidades. Escribir estaba bien pero ¿de qué se trataba? ¿Enviar originales a concurso y esperar un premio? Me parecía imposible”, dice.

En la primaria tuvo acceso a una computadora y se fascinó con el paint y el power point. “También tuve la mejor docente bonaerense de aquel entonces, Clara Camblor, quien me inspiró el respeto por los valores patrios y figuras destacadas como Juana Azurduy, Almafuerte y su amor platónico Manuel Belgrano. Nos incentivaba a escribir poesía y narrativa. Nos hacía el té, aunque nuestra escuela no era de doble escolaridad y nos felicitaba con sellos e ilustraciones de sus perritas: Cronopia y Topolina”. El mouse se convirtió en su lápiz y el teclado, su papel. “Hice cuanto pude con el juguete nuevo”.

Es oriunda de Munro. “Mi barrio se fundó con la compra de terrenos de vecinas que aún salen con la silla a la vereda y me saludan por mi cumpleaños. En el barrio siempre tuvimos un teatro enorme donde ver obras gratis (el Centro Cultural Munro) y una estatua de la libertad que identificaba el paseo de compras directo de fábrica de primeras marcas de vaqueros y ropa informal. La chica del videoclub de la calle Paraná me recomendó las mejores películas de culto. Mi adolescencia también se escribió con “9 reinas”, “Pizza birra y faso” y “Luna de Avellaneda”. Vivir en el partido de Vicente López me dió muchos privilegios. Atención médica de calidad, educación de calidad, actividades culturales de calidad, río, pasto, árbol y reposeras al sol. Acá vivo y las calles son galerías. Las plazas y esquinas escenarios con grandes obras de improvisación, y estamos unidos por la memoria, la verdad y la justicia, asambleas de vecinos y vecinas gestionan ferias, eventos y cortan la calle para bailar. En Munro, Carapa, Villa Adelina, Boulogne, San Isidro, Olivos, Vicente López... Hay historias para escribir y para borrar, registros para enmarcar y consagrar, personalidades y luchas destacadas con símbolos, mitos y leyendas propias” dice Antoni y mientras lo cuenta se emociona y parece se le dibuja en la cabeza la oda a su barrio que no escribió todavía.



Como si fuera poco agrega que Munro es un barrio muy comprometido con las necesidades de la comunidad. Son los vecinos los que están siempre organizando y presentando proyectos de integración cultural. “El compromiso político con la realidad, lo mamé de acá. Todos mis proyectos, como la revista Mi Gesto Pank o SubPoesía, de alguna forma estaban militando aspectos culturales que sentíamos necesarios” dice.

El barrio está presente en su cosmovisión sobre el diseño, en dónde plantea una combinación entre la mística barrial y la idiosincrasia millenial ligada al pop. “Entre los choripanes que hacían las filiales peronistas en la esquina de casa, los juegos de kermes, el family park, que fue un parque de diversiones emblemático. Todas esas imágenes que están cargadas de felicidad, alegría y belleza, las retomo en lo que hago visualmente. Las uso un montón” dice.

Antoni creó fanzines, revistas, cortos, muestras de arte, galería de poetas. Hizo uso y abuso del under. Tuvo flog, blogs, facebook, instagram. Pateó todas las ferias de la Provincia con sus libros. “Aprendí del poder del orden y la organización bajo el nombre de un título que lo representara todo: editorial”.

Antoni pertenece a esa generación que empezó a postear. Publicar no parecía tan difícil, un paso más. No se trataba ya de ganar un concurso, de acceder a editoriales enormes ni a librerías gigantes, sino de hojas cosidas, abrochadas, impresas circulando de mano en mano. Fundó la editorial SubPoesía junto con León Pereyra y luego la revista Mi gesto Pank con Micaela Szyniak y colaboración de Ayelen Cisneros. “En el under fuimos armando redes que nos ayudaron a todos. No nos dábamos cuenta porque todos los que éramos parte de un under, hace quince años, estábamos disfrutando. No proyectábamos ni aspiramos a algo masivo. Fueron proyectos editoriales pequeños, hechos con lo que había, que hoy están recorriendo el mundo. A veces lo que una tiene es suficiente para empezar” reflexiona y ejemplifica con un caso que la tocó de cerca. El del libro “Una caperucita llamada libertad”, libro que ilustró y después fue publicado por Chirimbote. “ Primero me convocó la autora del texto. Ella había hecho una obra de teatro y quería que las niñas y niños pudieran acceder al material. Lo hicimos con infinidad de dificultades, abaratando los costos lo más posible, buscando la vuelta a los problemas, poniendo creatividad. Ella después emprendió el camino de ir con eso, que había hecho para circular de manera más íntima en sus propios eventos, como artista autogestiva, y un día decidió presentarlo en Chirimbote. El libro llegó a todos los colegios, y eso es algo que en primera instancia no lo pensamos” relata.


Antoni manifiesta estar muy contenta con este oficio que encontró haciendo porque le da la posibilidad de trabajar mientras cría a su hija con algunas libertades. “Con los recursos que brindan las telecomunicaciones pude trabajar y estudiar desde internet porque yo terminé de formalizar mis estudios con la diplomatura de Artes del libro que se hizo en la UNA y que es totalmente online y la hice con mi bebé en brazos porque ella recién había nacido. Hay que reivindicar la educación pública”

Actualmente trabaja como editora free lance para muchas editoriales, brinda talleres y mentorías, asesora a autores e ilustradores en sus búsquedas, trabaja para distintas instituciones, diseña remeras y lleva adelante el newsletter “La comunidad del libro: red de colegas y aficionados de las artes gráficas”. El 1er domingo de cada mes comparte experiencias, recursos e ideas para diseñar y editar libros y publicaciones. Se puede acceder a través del link Workshop de libros divinos (mailchi.mp). Mientras asegura como Serrat que hace camino al andar, invita al nuevo taller que está ofreciendo que lleva por nombre “Libros divinos” y que busca abordar el diseño desde una impronta peculiar: pensar e investigar la gráfica de los arquetipos, signos y símbolos de poder. “En el taller se observará la iconografía del arte latinoamericano nativo. Busco de alguna forma también ampliar los límites del lenguaje e intentar involucrarnos con este lenguaje visual que es primitivo: figuras humanas, de animales, escenas representadas que son muy claras de ver y de entender para cualquier persona que se detiene a observar esas figuras, que tienen más de 50.000 años. Es un arte que no es la del museo, la de la galería sino que estuvo vinculada a la vida social. Los símbolos nos ayudan a conceptualizar. ¿Cómo representó la libertad, que no sea la paloma blanca o la estatua de la libertad? Nos ayudan a potenciar los diseños, a salir de la idea de que si es una novela romántica, entonces le pongo unos corazones, unas flores y listo. Nos hacen pensar en las obras de una forma más profunda ", concluye.

Se puede encontrar a Antoni en sus redes sociales (@poetayeditora) para sumergirse y descubrir todas las formas que hay para hacer posible el deseo del libro propio.