Sr. Víctor Hugo Morales:
Una gran cantidad de veces Ud. me mencionó a mí como argumento personal de sus juicios y opiniones. Exageraba mi idoneidad. Permítame mencionarlo ahora yo a Ud. y decirle lo que significa para mi pequeña familia, para mí y para mi señora. No somos audiencia de TV, pero esperábamos las 18 desde los lunes a los viernes para escucharlo y verlo. Lo extrañaremos y, seguramente, perderemos en la historia nuestro viejo aparato de TV que, sin remedio, verá oscurecer su pantalla. Podría decir también que no somos audiencia de quienes lo secundaban, porque incluso la materia que ellos desarrollaban no es de nuestro agrado, pero los escuchábamos para poder arribar a término a su editorial y comprenderlo. Como nuestro televisor está en nuestra habitación, nos ha acostumbrado a cenar con Ud. y su programa. Ahora estaremos solos, seremos dos ancianos sin acompañamiento alguno, posiblemente cambiemos nuestro lugar y nuestros hábitos de cena. Soy futbolero. Nada más parecido a un fanático “contrahincha” de Boca que yo, y, sin embargo y a pesar de haber presenciado el gol de Maradona a los ingleses en el 86, todavía él suena en mis oídos como suyo: sin el ta..ta..ta..tá, no vale, no existe, no ocurrió.
Le agradezco que se haya involucrado en una patria que sólo es suya por adopción, acontecimiento que pocas veces sucede, incluso en mi propio caso. Le agradezco también su hombría de bien y que nos haya mostrado el comportamiento ético de una persona que, dejando atrás sus intereses personales, hace aquello que siente como honorable, como suyo desde la cuna. Lo conocí poco pero lo conocí y, créame, me vanaglorio por ello. Dios quiera que el éxito corone su ejemplo de vida.